Una patrulla de la Guardia Urbana de Barcelona abandona a un sintecho inconsciente: “Es un caso perdido”
Eran las nueve de la noche del pasado 10 de abril cuando la médica Margarita Bofarull caminaba por la calle Pelai en el centro de Barcelona. Vio a un hombre inmóvil con los pies encima de la acera y el resto del cuerpo en la calzada. A su alrededor había varias botellas de alcohol y estaba junto a otro hombre. “No estaba durmiendo. No reaccionaba bien”, explica ella. “Estaba tal vez en un pre-coma etílico”.
Bofarull llamó a emergencias y esperó a la ambulancia y a los agentes de Mossos d’Esquadra que prometieron enviar. La patrulla nunca llegó, pero sí apareció por el lugar una pareja de guardias urbanos que pasaban con el coche y bajaron a ver qué sucedía.
Después de realizar una primera exploración y comprobar el estado del hombre, los agentes procedieron a intentar subirlo a la acera sin éxito y volvieron a su vehículo. “Es un caso perdido”, dijeron mientras se iban, en una escena que también presenció elDiario.es.
“Estaba en muy malas condiciones”, afirma la doctora Margarita Bofarull Buñuel, presidenta del Patronato del Instituto Borja de Bioética y miembro del Consejo Directivo de la Pontificia Academia por la Vida del Vaticano.
El hombre que Bofarull encontró era una de las más de 1.300 personas que viven en las calles de Barcelona. Esta cifra no deja de crecer y, desde 2008, la Fundació Arrels, que atiende a personas sin hogar, ya ha contabilizado un aumento de más de 700 nuevos casos.
Esa noche de abril, Bofarull se acercó al afectado. A su lado había un joven nervioso que intentaba despertarle. Y detrás, con la espalda en la pared, rodeados de mantas y cartones, había tres hombres más, todos ellos personas sin hogar. La doctora comprobó que el desmayado respiraba, pero aun así no respondía a estímulos.
Cuando esta médica llamó al teléfono de emergencias, le preguntaron por la edad del paciente. Ella respondió que parecía una persona mayor y entonces dijo algo que ella misma considera un “error”: avisó de que parecía una persona sinhogar.
“No debería haber dicho eso, porque el resultado fue una espera de 50 minutos para una ambulancia en el centro de Barcelona”, asegura ella.
Cuando llevaban 20 minutos de espera apareció una furgoneta de los Mossos d’Esquadra. Iban con las sirenas encendidas, pero sin sonido. La doctora hizo señas para intentar que pararan, pensando que habían venido a ayudar, “pero pasaron de largo”, rememora.
Bofarull hizo una segunda llamada a las 21:52 horas, quejándose por la larga espera. Fue después de colgar cuando pasó la patrulla de la guardia urbana en coche y, al ver la situación, se acercaron. “No venían porque estuvieran avisados por el 112, sino porque pasaban por ahí”, recuerda Bofarull.
“Ya verás cómo responde rápido”, dijo uno de los agentes de policía antes de iniciar punciones con un bolígrafo debajo de las uñas del hombre inconsciente. Posteriormente pasó a otros puntos dolorosos como detrás de las orejas o en el pezón pero el paciente no respondió. “El segundo agente, con una linterna, intentó mirar la reactividad de las pupilas y observó que no había midriasis”, explica la doctora. Es decir, la pupila no se contrajo.
Pese a la preocupación de la doctora y del agente que había iluminado los ojos del afectado, el primer policía quiso desplazarlo hacia la acera. Durante el proceso empezó a responder al movimiento y abortaron la misión. Bofarull asegura que escuchó decir al policía que cancelaran la ambulancia, que ya había “resucitado”.
“Lo justificaron diciendo que el afectado, que apenas podía hablar debido a su estado, se había negado a recibir asistencia del servicio de emergencia. Tanto la médica como la redactora de este periódico que presenciaron los hechos niegan que esto ocurriera.
Según trasladaron los dos agentes de la Guardia Urbana en su resumen de actuaciones, el hombre fue atendido por dos enfermeras fuera de servicio. Las únicas personas que estaban ahí, sin embargo, fueron la doctora Bofarull, que se identificó como tal, y esta periodista en prácticas. Ninguna de las dos era enfermera ni tampoco pudo atender ni tocar al hombre inconsciente, que era atendido solamente por su compañero también sin techo.
“¿Qué culpa tengo yo de que se emborrachen?”, dijo uno de los agentes ante los reproches de las presentes, antes de añadir que atender a ese hombre suponía un “gasto de recursos”.
Según cuenta la testigo, el policía se justificó diciendo que hay muchos casos como esos en el área del Raval, en el centro de Barcelona, e indicó a la médica que se apartara al otro lado de la acera para preservar su seguridad en caso de que los sinhogar se pusieran agresivos. Fue entonces cuando los agentes se subieron al coche y se marcharon asegurando que era “un caso perdido”.
El hombre fue finalmente atendido por los servicios de emergencia alrededor de las 22:20 horas, 50 minutos después de la primera llamada, cuando una ambulancia llegó al lugar de los hechos.
Bofarull avisa de que situaciones como estas, en la que una persona sin techo alcanza este estado de embriaguez, pueden llegar a ser mortales, ya que en los comas etílicos hay una depresión del sistema respiratorio, una gran vasodilatación, lo cual hace además que la gente sin hogar quede a la merced de otras personas que les puedan causar daño sin ellos poder defenderse.
Fuentes judiciales han confirmado que la Guardia Urbana tiene la obligación de acompañar y asistir a las personas sin techo, sobre todo en casos como estos donde se encuentran en un estado vulnerable. Según los parámetros de atención a las personas sin hogar del mismo cuerpo, deben asistir a estas personas cuando requieran atención inmediata así como facilitar la vinculación de estas a los servicios de atención social y sanitaria.
Desde el Ayuntamiento de Barcelona afirman que “se debería abrir una investigación siempre y cuando se vea una actuación policial que no se ajusta a los principios básicos de actuación, abuso o similar”.
El ‘Pla Endreça’ y el sinhogarismo
Situaciones similares donde se evidencia la desprotección de las personas sin hogar son cada vez más comunes en la capital catalana. Desde la aplicación de el ‘Pla Endreça’ en Barcelona, cuyo abordaje primordial es el de la seguridad, la vida en la calle se ha vuelto aún más difícil.
“Es un plan que hace referencia al espacio público, pero no tiene en cuenta el sinhogarismo”, afirma Beatriz Fernández, responsable del equipo jurídico de la fundación Arrels. Desde la entidad declaran que las medidas del Ayuntamiento han conllevado un endurecimiento de la aplicación de aquellas ordenanzas que rigen el uso de las calles.
Según un comunicado de Arrels, algunas personas sinhogar han visto cómo sus pertenencias eran tiradas a la basura sin previo aviso, incluyendo cosas necesarias como las medicinas, la documentación o el teléfono móvil.
También han sido multadas por infracciones como la falta de higiene personal a pesar de que no tienen ningún modo de pagar la sanción o de acatar esas normas de higiene. “Yo no tengo dinero, me busco la vida para comer”, cuenta uno de los sin hogar con los que Arrels trabaja. “¿Qué sentido tiene que te echen de la calle, si vives en ella?”.
La fundación hizo una instancia al respecto el pasado noviembre al Síndic de Greuges (el Defensor del Pueblo en Catalunya). El Síndic mostró su preocupación por el hecho de que “la búsqueda de la excelencia en el espacio público que busca el ‘Pla Endreça’” pueda tener un “impacto negativo” para las personas sin hogar. En su respuesta, el Defensor del Pueblo recordó que, para estos ciudadanos, el espacio público no solo es un espacio de uso común sino también el lugar en el que viven.
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