Ante la mirada atenta del resto de asistentes, una chica alza la mano para anunciar una comida popular hecha con las sobras proporcionadas por los comercios y supermercados del barrio. Aclara que no es necesario inscribirse, pero cada comensal deberá aportar algún tipo de alimento no perecedero que, a su vez, se entregará a los servicios sociales y escuelas del barrio para que los vehiculen hacia las familias que lo necesiten. El objetivo, añade la mujer, es sensibilizar a la gente del enorme problema del desperdicio de alimentos, aprender a cocinar ‘sobras’ muy dispares y, ¿por qué no?, pasarlo bien, salir de casa, relacionarse. Como varias de las personas asistentes a la reunión, ella forma parte de una ‘red de intercambio’ (o trueque) de objetos y conocimientos que cada vez tiene más presencia en el barrio, constituida en grupo de economía social en el seno del PEP. ¿El PEP? Es el acrónimo del ‘Plan de Energía Participativo’, una iniciativa ciudadana basada en la idea del descenso energético a nivel local que un amplio grupo de personas y entidades de los barrios barceloneses de Sant Martí de Provençals, La Verneda y La Pau están impulsando desde hace un par de años.
Dos chicos, uno con gafas y otro con incipiente perilla, comentan en qué punto se encuentran las ‘auditorías energéticas’ vecinales, que ellos, ingenieros de formación, están coordinando. Las administraciones públicas exigen periódicamente unos comportamientos más sostenibles y responsables a los ciudadanos en cuanto al uso de recursos (iluminación, climatización, agua, etc.), pero han observado que en muchos edificios públicos la sostenibilidad todavía deja mucho que desear. Así, constituyeron un equipo de estudiantes de educación secundaria con la idea de poner en marcha un proceso de ‘auditoría’ energética de los edificios públicos del barrio (escuelas, institutos, centros de atención primaria, bibliotecas, gimnasios, etc.). El objetivo es doble: por un lado se genera un conocimiento colectivo sobre los recursos que gastan las administraciones públicas ubicadas en el territorio; por otro lado, pretenden ofrecer ideas y consejos prácticos para avanzar hacia un consumo energético más sostenible. Sin prisa pero sin pausa. Sin exigencias inmediatas y partiendo de lo posible.
Son tan sólo un par de las experiencias que se ponen a debate en la asamblea trimestral del PEP, pero hay muchas más. Por ejemplo, un grupo de personas están promoviendo un huerto comunitario, las negociaciones con el ayuntamiento y con varios particulares por la cesión de un solar están ya muy avanzadas. Si los alimentos recorren pocos quilómetros desde su origen a su destino, el gasto energético es mucho menor, pueden ser más frescos y de mayor calidad; y cultivarlos en un huerto comunitario es la excusa perfecta para relacionarse, aprender permacultura, planear comidas colectivas, generar alimentos para gente que los necesite, etc.
Una asociación de ciclistas y amantes de la bicicleta (Biciclot) ha aportado sus conocimientos técnicos para generar electricidad a partir de bicicletas estáticas, dando lugar al proyecto ‘Pepdalera’. Por ello, en la mayoría de eventos y fiestas populares del PEP los altavoces, micros, luces, ordenadores, etc., se alimentan con este tipo de energía. ¡Incluso se organizan conciertos con esta técnica!
En el seno del PEP, un grupo de arquitectos (Raons Públiques) ha colaborado en el diseño participativo del patio de la escuela pública La Pau, un proyecto que ha conseguido implicar alumnos, profesores y familiares en un trabajo conjunto realizado fuera de horas de clase, gracias al cual, por ejemplo, o se ha relanzado la asociación de madres y padres de alumnos (¡después de casi dos décadas sin ella!), o se ha dado visibilidad a la problemática de una escuela con recursos demasiado escasos en un entorno social con muchas necesidades. En la asamblea trimestral del PEP, la directora de la Escuela ‘La Pau’ agradece la colaboración de tantas personas del barrio y aprovecha para ofrecer un espacio donde se podría también hacer un huerto. A medida que avanza la reunión, se adivinan cada vez más caras radiantes entre los presentes.
El PEP de Sant Martí/La Verneda-La Pau es una iniciativa ciudadana que bebe de diferentes fuentes. En primer lugar hay que destacar el papel de los miembros de Barcelona en Transición, una de las muchas entidades vinculadas al movimiento internacional de las Transition Towns, basado en el supuesto de que la época de la energía barata se ha acabado (pues el peak-oil tuvo lugar en 2005) y que no queda más remedio que aprender a vivir en una sociedad sin combustibles fósiles, para lo cual hay que diseñar una ‘transición’ que permita mantener una calidad de vida lo más digna posible. Otra entidad clave fue Eco-Unión, especializada en educación ambiental y con un importante rol en el grupo motor del PEP, facilitando conceptos teóricos y organizando un Docu-Fórum mensual capaz de generar animados debates alrededor de los documentales proyectados. A partir de este núcleo inicial, se fueron sumando entidades vecinales y del barrio (la Xarxa d’Intercanvi, los ciclistas, miembros de Som Energia, etc.), así como personas a título individual (de todas las edades y sexos). Además, el inicio de esta andadura coincidió con las plazas de las ciudades llenas de tiendas de campaña y personas indignadas, y en la asamblea 15-M del barrio de Sant Martí se creó una comisión de reflexión sobre el tema energético, que permitió que cada vez más personas interesadas pasaran a formar parte del PEP.
Pero el caso del PEP es ejemplar también en cuanto a sus relaciones con la administración pública, puesto que fue la propia dinámica de la Agenda 21 del Ayuntamiento de Barcelona la que actuó de catalizador del conjunto. A partir de un ambicioso proceso participativo de evaluación de los primeros diez años de existencia de la A21, que concluyó con la denominada “2ª Convención de entidades firmantes del Compromiso por la Sostenibilidad” (en enero de 2010), se propiciaron espacios de encuentro entre varias de las entidades citadas. La oficina técnica de la A21 ofreció asesoramiento a distancia, al tiempo que facilitó contactos con otras instituciones potencialmente útiles, como la Agencia de Energía de Barcelona, el IGOP de la Universidad Autónoma de Barcelona o el CIEMAT). Los expertos, sin embargo, se mantienen en un segundo plano, estableciendo una relación lateral (no jerárquica) con respecto a los ciudadanos movilizados.
Ante la crisis de representación económica, social y política en la que andamos metidos, nuestras élites nos suelen responder que no hay alternativas y que debemos avanzar por la senda del crecimiento a cualquier precio. Sin embargo, experiencias como el PEP de Sant Martí/La Verneda–La Pau nos muestran que sí que hay otras opciones y que ya están aquí. Las iniciativas de ‘transición’ crecen desde lo más próximo (dos vecinos que se ponen en marcha), van de abajo a arriba, de poco a mucho, de sencillo a complejo. No piden, exigen o reivindican, simplemente hacen. La ‘transición’ es creativa, impredecible y amable con la vida y con el planeta. Parafraseando a Gil Scott-Heron, la transición hacia la sostenibilidad no será televisada. No será un acontecimiento excepcional digno de ocupar los noticiarios, sino que llegará (ya hace tiempo que ha llegado) como una ola sigilosa para impregnar nuestras vivencias cotidianas.
Ante la mirada atenta del resto de asistentes, una chica alza la mano para anunciar una comida popular hecha con las sobras proporcionadas por los comercios y supermercados del barrio. Aclara que no es necesario inscribirse, pero cada comensal deberá aportar algún tipo de alimento no perecedero que, a su vez, se entregará a los servicios sociales y escuelas del barrio para que los vehiculen hacia las familias que lo necesiten. El objetivo, añade la mujer, es sensibilizar a la gente del enorme problema del desperdicio de alimentos, aprender a cocinar ‘sobras’ muy dispares y, ¿por qué no?, pasarlo bien, salir de casa, relacionarse. Como varias de las personas asistentes a la reunión, ella forma parte de una ‘red de intercambio’ (o trueque) de objetos y conocimientos que cada vez tiene más presencia en el barrio, constituida en grupo de economía social en el seno del PEP. ¿El PEP? Es el acrónimo del ‘Plan de Energía Participativo’, una iniciativa ciudadana basada en la idea del descenso energético a nivel local que un amplio grupo de personas y entidades de los barrios barceloneses de Sant Martí de Provençals, La Verneda y La Pau están impulsando desde hace un par de años.
Dos chicos, uno con gafas y otro con incipiente perilla, comentan en qué punto se encuentran las ‘auditorías energéticas’ vecinales, que ellos, ingenieros de formación, están coordinando. Las administraciones públicas exigen periódicamente unos comportamientos más sostenibles y responsables a los ciudadanos en cuanto al uso de recursos (iluminación, climatización, agua, etc.), pero han observado que en muchos edificios públicos la sostenibilidad todavía deja mucho que desear. Así, constituyeron un equipo de estudiantes de educación secundaria con la idea de poner en marcha un proceso de ‘auditoría’ energética de los edificios públicos del barrio (escuelas, institutos, centros de atención primaria, bibliotecas, gimnasios, etc.). El objetivo es doble: por un lado se genera un conocimiento colectivo sobre los recursos que gastan las administraciones públicas ubicadas en el territorio; por otro lado, pretenden ofrecer ideas y consejos prácticos para avanzar hacia un consumo energético más sostenible. Sin prisa pero sin pausa. Sin exigencias inmediatas y partiendo de lo posible.