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El PSC apuesta por pactos heterogéneos para recuperar su poder municipal

El alcalde de Tarragona, Fèlix Ballesteros, junto a los regidores de PP y Unió tras suscribir el acuerdo municipal

Arturo Puente

El poder absoluto que el PSC mantuvo en el mundo municipal catalán durante varias décadas pareció tocar a su fin con la crisis de la formación, al acabar el tripartito. Entre 2007 y 2011 los socialistas cayeron siete puntos en las elecciones municipales, y perdieron plazas tan importantes como Barcelona, Badalona, Mataró o Girona. Cuatro años después, el retroceso electoral fue más acusado aún, perdiendo más de medio millón de votos en dos legislaturas y, con ellos, la mayoría absoluta en la mayoría de grandes ciudades.

Pero a los resultados municipales más pobres de la historia del partido los socialistas han respondido con un talismán: el pacto. Gracias a los acuerdos post-electorales, el PSC aspira a estar en el gobierno de las cuatro capitales de provincia y de siete de las diez mayores ciudades de Catalunya. Pactos totalmente heterogéneos que les han llevado a suscribir alianzas con todo el espectro político, de izquierda a derecha y de independentistas a españolistas. De Unió a ICV y de Ciutadans al PP, dependiendo de la ciudad, sin que falten clásicos gobiernos sociovergentes.

Este viernes Barcelona en Comú presentó un acuerdo con PSC y ERC para sacar adelante unos presupuestos municipales que se les resistían. Era el primer escollo a resolver antes de acometer una alianza mayor de legislatura, mediante la que los socialistas volverían al gobierno municipal. El regreso del PSC al gobierno de la capital, esta vez de la mano de Jaume Collboni, es el último escalón de los socialistas en la reconquista de su tradicional poder municipal. Unas semanas antes habían oficializado su vuelta al ejecutivo gerundense tras la dimisión en tiempo récord de Albert Ballesta. El nuevo pacto suscrito con CiU en el Ayuntamiento de Girona les permite acceder a una tenencia de alcaldía en una ciudad gobernada durante 32 años por el PSC.

CiU en Terrassa, C's en Lleida y PP en Tarragona

La fórmula sociovergente se ha repetido en esta última legislatura municipal más allá de Girona. En Mataró los socialistas volvieron a ganar a CiU, después de 4 años en la oposición, y entre los dos suscribieron un pacto que llevó a la alcaldía a David Bote, del PSC, y a la primera tinencia a Joaquim Fernandez, de Convergència. Similar alianza de gobierno sucedió en Terrassa, donde CiU accedió al gobierno municipal gracias a un pacto con el alcalde del PSC Jordi Ballart.

El flotador de la política de pactar en todas direcciones no solo ha permitido a los de Miquel Iceta recuperar ayuntamientos perdidos sino también mantenerse en aquellos donde no cuentan con mayoría absoluta. El caso más polémico es el de L'Hospitalet, donde la alcaldesa Nuria Marín introdujo en su gobierno a dos ediles tránsfugas que habían accedido al cargo con la candidatura de “Ganemos L'Hospitalet”, nombre que usaba Colau primero pero que ellos pudieron usar por tenerlo registrado. Gracias a estos dos ediles, el PSC sumó 13 concejales que le permiten aprobar en el pleno su acción de gobierno.

No menos sonado fue el pacto en Lleida, donde el veterano alcalde socialista, Àngel Ros, optó por Ciutadans tras perder casi la mitad de su representación. El alcalde, que hasta entonces era comúnmente circunscrito al ala catalanista de su partido, aceptó la petición de la formación naranja por la que el catalán dejó de ser lengua prioritaria en la Paeria. Meses más tarde, para aprobar las ordenanzas fiscales, el equipo de gobierno de Lleida logró un doble con tirabuzón al conseguir sumar también a la CUP a uno de los acuerdos de composición más inusual de la política catalana.

En Tarragona, el alcalde socialista Fèlix Ballesteros optó por mirar a la derecha al presentar en febrero un pacto con el PP y Unió. A los 9 concejales del PSC se unieron los 4 del PP y otro democristiano para formar un Gobierno con mayoría absoluta en el pleno, que garantiza una legislatura tranquila. Al menos dentro de la institución, porque el pacto con la derecha fue rechazado por importantes sectores de la agrupación local, como el número uno al Parlament por Tarragona, Carles Castillo.

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