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ANÁLISIS

Maragall, el apellido más deseado y que ERC ha ultrajado

Ernest Maragall junto a Oriol Junqueras, en una imagen de archivo.
22 de julio de 2024 22:43 h

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El fichaje de Ernest Maragall como número dos de ERC para la lista de las europeas del 2014 permitió a los republicanos presumir no solo de su apuesta por la transversalidad. También les sirvió para hacer gala de un apellido vinculado a la cultura y política catalanas, con un pedigrí que tenía poco que ver con el origen más popular de la mayoría de los dirigentes de esta formación. 

El hermano y mano derecha del expresident Pasqual Maragall, primero en el Ayuntamiento de Barcelona y después en la Generalitat, había abandonado el PSC dos años antes. Fundó entonces Nova Esquerra Catalana, un partido que tras fusionarse con plataformas similares desembocó en el Moviment d’Esquerres (MES). Para Ernest Maragall y la mayoría de sus integrantes, procedentes del socialismo catalán, fue la pasarela para integrarse en ERC. Él se hizo militante republicano en mayo del 2018. A partir de ahí vivió una segunda y última etapa en su larga trayectoria política. 

Elegido conseller de Exteriores entre mayo y noviembre del 2018 acabó finalmente donde había empezado su carrera: el Ayuntamiento. Con 81 años y pese a todo lo que ha cambiado el consistorio (y también él), sigue siendo uno de los políticos con una idea más clara de qué es la capital catalana y sobre todo de cómo funciona la maquinaria administrativa municipal. 

Su experiencia, el apellido y una ERC al alza le sirvieron para ganar las municipales del 2019. Obtuvo 4.833 votos más que Ada Colau pero la operación Valls, auspiciada por el PSC, le dejó sin la alcaldía. Jaume Collboni pactó con el exprimer ministro francés y efímero concejal barcelonés que Colau repitiese otro mandato. Fue un mazazo político y personal para Ernest Maragall a quien el partido obligó en noviembre del 2021 a apoyar los presupuestos municipales para garantizarse el voto de los Comuns a las cuentas de la Generalitat. Se trató de “un intercambio de cromos y un mercadeo”, tal y como resignadamente asumió Maragall. 

Pese a la fama de indisciplinados de los hermanos Maragall, probablemente en ERC sería difícil encontrar a alguien que lo haya sido más que Ernest Maragall. Aunque la edad no le jugaba a favor quiso repetir como candidato en las municipales del 2023. Ponía como ejemplo a Joe Biden para responder a los que le decían que era demasiado mayor. Pretendía quitarse la espina del 2019 y la militancia le avaló con un 90% de apoyos. Pero fuera del partido la cosa pintaba diferente. Las encuestas eran más que desfavorables y los republicanos intuían que debían prepararse para un ciclo adverso. Fue en esa campaña cuando aparecieron los carteles difamatorios que se burlaban del Alzheimer de Pasqual Maragall con una imagen en la que aparecían los dos hermanos. Era tan insultante y cruel que costaba creer que algún adversario hubiese sido capaz de llegar tan lejos. Ya entonces se especuló con que podía haber surgido desde dentro. Es lo que en comunicación política se ha bautizado como campañas de “falsa bandera” aunque sería más ajustado hablar, al menos en este caso, de campañas nauseabundas.

Ernest Maragall presentó denuncia a los Mossos sin saber que los carteles habían sido idea de un militante del partido. En las imágenes, que el Ayuntamiento retiró rápidamente, junto a la foto de los hermanos aparecía un lema: “Fuera el Alzheimer de Barcelona”. Más de un año después, el diario ‘Ara’ desveló hace unas semanas que esa acción salió de las propias filas republicanas.

A partir de ahí han ido apareciendo más detalles. La cúpula del partido conocía la autoría de los hechos al menos poco después de que se sucedieran. El viceconseller de la Generalitat, Sergi Sabrià, intercambió mensajes con ese militante. Oficialmente fue para frenar el escándalo y poder mediar con el propio Maragall, al que se escondió esta información durante diez meses.

 Sabrià acabó dimitiendo como viceconseller del Govern hace dos semanas. Insistió en que él no fue el impulsor de los carteles y que le tocó “hacer de bombero” para apagar “un incendio que habían provocado otros”. Pero también pronunció una frase que por cierta que sea le perseguirá ya para siempre: “Las campañas contemporáneas no son tan bonitas como nos gustaría”. Un partido que presume de manos limpias y de no practicar el juego sucio asumía así que probablemente no es tan distinto del resto. Incluso, como se ha demostrado en la gestión de este escándalo, puede ser incluso peor. Porque la investigación interna ha acabado cargando la máxima responsabilidad solo en el que fuera jefe de comunicación, Tolo Moya, que se considera un “cabeza de turco” y a quien la cúpula ha denunciado por la filtración de unos audios en los que se escuchaba a dirigentes de la formación maniobrar para tapar el caso.

Esa grabación demostraba que desde febrero de este año sabían qué había pasado y no hicieron nada. Para ser exactos lo único que hicieron fue pedir a Ernest Maragall que retirase la denuncia. Una vez más, disciplinado y probablemente cometiendo un error, lo hizo. Pero ahora, viendo cómo el partido ha resuelto el escándalo tras hacerse público lo que pasó, ha dicho basta. Se niega a dar “apariencia de normalidad” a un episodio y su posterior gestión que ha sido de todo menos normal. 

En noviembre del año pasado, Maragall anunció por sorpresa en un pleno que esa sería su última intervención y que dejaba el ayuntamiento. “Me voy porque es lo que debo hacer en este momento, porque creo que es lo que toca hacer, creo que es la mejor decisión, la que corresponde con la situación general, con la situación política del país, de la ciudad, de una organización a la que orgullosamente pertenezco. Y también es verdad, sí, de mi condición vital, de mi edad, de mi familia, estos son elementos objetivos que están aquí”, le confesó a Gemma Nierga en una entrevista.

Medio año después y conocidos parte de los detalles de la campaña con la que se le difamó intentando sacar rédito electoral de la enfermedad de su hermano, ya no siente ese orgullo por ERC. Todo lo contrario. Abandona el partido. Quien mejor ha resumido la desazón que ha supuesto para él y su familia este lamentable caso ha sido la exconsellera Montserrat Tura, amiga de ambos hermanos y que tras el paso por el Govern tripartito regresó a la profesión médica. En un artículo publicado este fin de semana subrayaba que con esos carteles se había hecho daño también a todos los enfermos de Alzheimer y a sus cuidadores, a esos que desde la Fundación Maragall se ayuda con atención y buscando recursos para la investigación. 

“En el cartel está la mirada de todos los enfermos de esta maldita enfermedad, de todos. Y a todos ha herido con una sencilla maniobra de un programa de edición de su ordenador sin que la conciencia le detuviera la mano. Pero el enfermo que escogiste es Pasqual Maragall, el hombre que un día fue el alcalde más conocido y admirado del mundo y más tarde irreprochable presidente de la Generalitat de Catalunya, por lo que conserva el tratamiento de Molt Honorable. El hombre que cuando ya sabía que estaba enfermo creó una fundación para que investigaran causas y posibles tratamientos para los demás, reconociendo que para él llegarían tarde”, escribió la exconsellera. 

Ernest Maragall se despidió este lunes del que ha sido su partido en una comparecencia en la que recomendó el artículo de Tura. En ERC harían bien en leerlo y recapacitar.

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