“Ojalá pudiéramos explorar con En Comú el terreno del proceso constituyente”
Ni la CUP ni Junts pel Sí han terminado por mover ficha durante tres meses: los anticapitalistas, tras un debate que ha dividido a la formación en el que a punto estuvo de ganar la opción de investir a Mas, han reiterado el 'no' al president en funciones, mientras que la candidatura del independentismo transversal no ha propuesto ningún otro nombre para ocupar la Generalitat. La diputada de la CUP, Anna Gabriel, ha sido la encargada, este mismo lunes, de instar a Junts pel Sí a proponer a Oriol Junqueras o a Raül Romeva como candidatos en la investidura. No ha surtido efecto y Catalunya se precipita a unas nuevas elecciones en marzo. Hablamos con Gabriel sobre las negociaciones de estos tres meses, el delicado estado en que queda la CUP tras la votación del domingo y del nuevo escenario electoral. En este sentido, Gabriel se muestra partidaria de “explorar el terreno” que supone el espacio de En Comú, la plataforma de Ada Colau que ganó las municipales de Barcelona y las elecciones generales en Catalunya.
¿Artur Mas ha sido el principal escollo en estos tres meses de negociaciones?
Ha sido un escollo importante. Pero tampoco seríamos justos si dijéramos que ha sido el escollo principal. Cuando nosotros en la conferencia política hablábamos del qué, el cómo y el cuándo, y después del quién, no estábamos diciendo nada que no fuera cierto: si la propuesta de Junts pel Sí hubiera tenido otro calado y sobre todo otro significado en relación al plan de choque, no sería descabellado pensar que la militancia la hubiera avalado de otro modo.
¿El plan de choque no era satisfactorio? ¿Esto ya se asumió cuando se planteó votar a Mas, no?ya se asumió
Creo que no era satisfactorio y creo que en esto coinciden las personas que han sido favorables a apoyar la propuesta de Junts pel Sí. La justificación de aceptar la propuesta giraba entorno a la oportunidad que brindaba abrir la legislatura, no tanto porque gustara más o menos la oferta de Junts pel Sí. La propuesta era en buena parte el programa político de Junts pel Sí, pero no contenía gestos inequívocos en algunas esferas que consideramos sensibles en este momento, por ejemplo en el ámbito de la sanidad.
¿Había discrepancias de fondo en el proceso constituyente?
Lo que estaba permanentemente sobre la mesa era la hoja de ruta de Junts pel Sí, que auguraba un único punto de ruptura al final del proceso con la declaración unilateral final o aprobación de la ley fundacional de la nueva república. Esto abría algunas dudas sobre si el 48% de votos independentistas del 27-S llevaban la legitimidad suficiente como para aprobarla. Fue una cuestión que nosotros pusimos sobre la mesa, básicamente para saber si Junts pel Sí mantenía su hoja de ruta tal y como la había presentado en campaña electoral. Aquí también se abrían algunas dudas dentro de Junts pel Sí. Se planteó colocar una doble urna durante las elecciones constituyentes para que una urna fuera para el referéndum.
¿Quién de Junts pel Sí propuso una doble urna?
La doble urna salió en una de las últimas reuniones que tuvimos. El tema lo planteó Carles Viver Pi-Sunyer porque desde Junts pel Sí siempre han mirado mucho el aval internacional de la declaración de independencia. Pi-Sunyer tenía una duda en torno a la legitimidad por el porcentaje de votos obtenido el 27-S. Lo planteaba a nivel personal, y la mesa de negociación consideró oportuno tener el debate. ERC consideró que, de alguna manera, había que tener los debates que fueran necesarios pero que no se tenía que decir que la hoja de ruta dejaba de ser útil.
¿El desacuerdo en el proceso constituyente también pasaba por la desobediencia al Estado [preferencia de la CUP] frente a la independencia pactada de Junts pel Sí?
La CUP planteaba diferentes puntos de ruptura y diferentes momentos de desobediencia. De ahí nuestra propuesta de declaración que se aprobó el 9 de noviembre, que incorpora una batería de desobediencias. Todo lo que sea acumulación de fuerzas en el embate democrático contra el Estado nos puede servir para sumar gente al proceso. Esto era un punto de tensión en la discusión de la declaración, y es evidente que cuando se recurre al Constitucional se pierde una oportunidad.
¿Si el plan de choque era insuficiente, había discrepancias sobre la desobediencia y sobre Mas, estaban de acuerdo en algo? ¿De qué han servido estos tres meses?
No íbamos a las conversaciones con una voluntad de todo o nada ni tampoco con la pretensión de que sólo saliéramos nosotros satisfechos. Tampoco se ha abordado todo. Hay muchas cosas del programa político de la CUP que no se pusieron sobre la mesa de negociación. El proceso constituyente fue la parte donde podríamos decir que sí había más coincidencia.
¿Qué tipo de relación han mantenido con Catalunya Sí que es Pot?
El mismo 28 de septiembre llamamos a Catalunya Sí que es Pot y no hubo posibilidades de hacer un encuentro hasta muchos días más tarde. La sensación es que, legítimamente, han mirado mucho a las elecciones españolas. Criticaron mucho la declaración del 9 de noviembre, aunque nosotros intentamos poner sobre la mesa los aspectos que queríamos trabajar junto a ellos. No compartieron nuestra estrategia. Pasadas las elecciones nos hemos podido volver a encontrar pero constatamos que todavía hay una diferencia fundamental: ellos quieren volver al derecho a decidir y al consenso que entienden que despierta el derecho a decidir y el referéndum pactado.
¿La CUP no cree que pueda haber un referéndum?
La CUP no tiene ningún tipo de esperanza de que el Estado pacte un referéndum, aunque nos encantaría que se celebrara uno.
Josep Rull les ha acusado de inmaduros y de pasividad en las negociaciones. ¿Qué le responde?
Es muy injusto que Josep Rull diga eso, y más cuando nosotros, en la última fase de conversaciones, cuando vemos que nos cuesta mucho contrastar el relato hegemónico que ellos estaban consiguiendo instalar, pedimos que se grabaran las conversaciones. Estábamos muy tranquilos y no tenemos nada que esconder. Queríamos tener la oportunidad de que cuando se considerara conveniente la ciudadanía pudiera conocer la actitud, el tono, las propuestas y las respuestas de la CUP en las conversaciones. Hubiera sido un ejercicio de transparencia colectiva muy saludable. Es Josep Rull quien se niega a que se graben las conversaciones. No había nadie más en la mesa de negociación que tuviera inconveniente en grabarlas.
No ha habido inmadurez. Ha habido propuestas de Junts pel Sí que son sugerencias nuestras, como en relación a la ley de la dependencia o en guarderías. Siempre hemos dicho que sería nuestra militancia quien avalara la propuesta de acuerdo. Junts pel Sí sabía que no tenía delante alguien con quien hacer un apretón de manos y cerrar un acuerdo. Esto no es la CUP. Se lo dijimos: “recogemos lo máximo que podamos en las negociaciones y luego va a la militancia”'. De ahí a decir que eres un espectador pasivo es no haber terminado de entender o no querer entender cuál es la cultura política de la CUP.
La CUP aceptó la posibilidad de investir Mas pese a que repitió una y mil veces que no lo haría. ¿Han insistido mucho en la presión hacia la CUP, pero la CUP no tiene también parte de responsabilidad por haber pasado del 'Mas nunca' al 'Mas quizá'?
Nos hubiera gustado poder hablar de muchas otras cosas que no sólo de la presidencia. Nos hemos encontrado con esto a pesar de los esfuerzos para hablar del qué, el cómo y el cuándo. No lo hemos logrado. Hemos acabado encasillados en el escenario de Mas o marzo en lugar de dotar al debate de la complejidad que supone un proceso independentista. Una vez se va restringiendo, intencionadamente o no, el debate en 'Mas sí-Mas no', parte de las propias bases de la CUP no dicen 'sí' a Mas de golpe, sino que razonan que si Mas es la condición para empezar la legislatura, pues se acepta su presidencia.
¿Como se sostiene una organización dividida por la mitad, como está la CUP ahora?
Con mucho sufrimiento y mucha tensión. Es obvio, no lo hemos ocultado. Pero también con una voluntad compartida por todos de decir que fracturar a la CUP es lo mejor que se le puede hacer a nuestros adversarios políticos. La voluntad es encontrar el encaje imprescindible entre las diferentes sensibilidades para que no se liquide la CUP, y no lo digo desde una perspectiva orgánica. En un momento como este la CUP tiene más sentido que nunca. Quedarse huérfano de un espacio que hace indisociable la liberación nacional de la social y la de género creo que sería de un altísimo riesgo para alguien que quiere construir un nuevo país.
Antonio Baños, que encabezó la lista el 27-S, ya ha renunciado.que encabezó la lista el 27-S, ya ha renunciado
Lo lamentamos muchísimo. Cada uno opta por lo que opta y es respetable. Seguro que también ha sufrido mucho durante este proceso, y ahora políticamente no comparte la decisión que toma la CUP y se siente más cómodo manteniéndose al margen. Es respetable y también han tomado esta decisión otros compañeros. Hay otra gente que tampoco comparte el resultado pero seguirá en la organización. No son mejores unos que otros, simplemente significa que cada uno opta por lo que opta en un momento determinado.
¿Ya tienen las elecciones de marzo en la cabeza?
No hemos ni empezado a hablar de marzo porque nunca hemos querido promover unas nuevas elecciones. Nuestro mandato es seguir negociando hasta el final e incluso si esto nos lleva a un escenario de elecciones, que no queremos pero tampoco queríamos que fueran un instrumento de chantaje para hacernos comulgar con lo que no queríamos. No hemos ni hablado de las listas.
¿Los actuales diputados que no han dimitido pueden repetir?
Sí. Acordamos que si una legislatura no se culmina los diputados podían repetir.
¿Se mantendrá la apuesta por la unilateralidad si se acaban convocando comicios en marzo?
Los principios ideológicos y programáticos de la CUP no se mueven ni un milímetro. Y esto que digo ahora a mucha gente le costará entenderlo, porque para mucha gente dejamos de ser el acelerador o la garantía hacia la independencia. El común denominador de todas las opciones que había sobre la mesa era que todo el mundo, optara por la propuesta que optara, [aceptar la propuesta de acuerdo de JxSí o no] lo hacía porque creía que era la mejor garantía para la independencia.
¿Cree que un referéndum unilateral debe ser el paso previo a una declaración unilateral de independencia?
El día 27 por la noche salimos para decir que no había las condiciones para una declaración unilateral. El porcentaje de votos independentistas inferior al 50% era un elemento que hacía tener presente que se tenía que superar el 50%. Todo lo que poníamos sobre la mesa en las negociaciones iba a ensanchar la base social.
¿Una manera de ampliar estos apoyos es una confluencia con Barcelona en Comú en marzo? No digo estrictamente que se tenga que hacer una lista conjunta, sino, por ejemplo, acordar un punto del programa para realizar un referéndum unilateral si el Estado no lo convoca.
¡Ojalá! Ojalá pudiéramos compartir unas bases con todo el espacio político que representa En Comú Podem, Barcelona en Comú y no sé hasta qué punto Catalunya Sí que es Pot. No sólo a nivel de referéndum unilateral, porque querría decir que ellos entienden que si no se logra el referéndum pactado con el Estado se debe dar igualmente respuesta a esta demanda ciudadana y a la falta de democracia estatal. Ojalá que también pudiéramos compartir y explorar el terreno del proceso constituyente. Era el tipo de debate que queríamos compartir con Catalunya Sí que es Pot porque ellos lo llevaban en el programa pese a no compartir la hoja de ruta independentista: proceso constituyente no subordinado a lo que pase en el Estado español. Y en el plano social también, porque detrás de que todos estamos de acuerdo en combatir la emergencia social, cuando entras en las medidas concretas, lo que hemos hecho con Junts pel Sí, es cuando ves hasta qué punto se quieren los consorcios sanitarios o la escuela concertada. Y aquí también sería interesante ver qué compartimos con el espacio político de En Comú. Es un ejercicio saludable independientemente de cuál acabe siendo la concurrencia electoral. Eso seguro.
¿Ve en marzo una ventana de oportunidad para explorar una alianza con la plataforma de Ada Colau u otras fuerzas de izquierda no necesariamente independentistas?
Esto es lo que en este momento le toca a la CUP poner en consideración primero con sus bases, que aún no han tenido este debate en sentido estricto. Si se acaba confirmando que vamos a nuevas elecciones es uno de los primeros debates que debe tener la CUP: cómo nos imaginamos este escenario electoral y cómo creemos que puede reunir las mejores garantías para seguir siendo acelerador del proceso de ruptura y a la vez qué gestos son los que creemos más inteligentes a la hora de ensanchar la base soberanista. Veremos o no si mayoritariamente se entiende que eso pasa por ver si hay espacios de confluencia con otros sectores políticos.
¿Personalmente le gustaría una confluencia electoral con En Comú?
Me gustaría que hubiera un artefacto, o dos o tres, pero que representaran lo que realmente creo que es la idiosincrasia mayoritaria de este país. Pienso que tenemos un país que mayoritariamente tiene una pulsión de transformación social importante, un cierto atrevimiento para ser vanguardia de movimientos de transformación. Debemos ser capaces de transformar este sentir social y el rumor popular en unos artefactos electorales que realmente sean representativos y se comprometan a hacer lo que dicen que van a hacer. A menudo las izquierdas no han respetado su palabra y así nos ha ido. Lo que a mí me gustaría que pasara es una combinación de cosas de cara a las próximas elecciones que va más allá de una marca concreta. También me gustaría que tengamos la oportunidad de hablar de cuestiones que son importantes más allá de si dan rédito electoral. La perversidad de la conquista del voto a veces hace dejar debates determinados porque no son populares.
¿Qué hay que hacer con los ataques machistas que han recibido usted y otras mujeres de la CUP?
Cuando ponemos la reivindicación feminista en un lugar importante de nuestra agenda política no es por una cuestión estética ni para defender un postulado ideológico. Es porque hay un profundo convencimiento de que tenemos mucho trabajo por hacer en este ámbito. Y se demuestra en momentos como este. Se demuestra por el tipo de ataques que se cometen y por la reacción que hay a estos ataques: el tipo de reacción y quién no reacciona. Cuando se atacó a Carme Forcadell recordamos que los comentarios que recibía eran porque era mujer, porque no formaba parte de las élites políticas y porque viene de un rincón del país. Si hubiera sido un hombre, de las élites políticas y de la Barcelona que defiende los intereses de la burguesía no se atreverían a hablarle de esa manera. El machismo es una cuestión transversal y que está en casa de todos. Es doblemente preocupante: porque se producen ataques machistas y porque no se reacciona con la contundencia que se debería reaccionar. Y esto puede tener un efecto boomerang. Si se pretende ilusionar a la gente con la construcción de un país se debe estar atento a las señales que se emiten, y la tolerancia con el machismo es una mala señal.
¿A usted se la ha culpado personalmente de una decisión colectiva [no investir a Mas]?
Creo que lo que pasa es que no se conoce a la CUP o no se la quiere conocer. Se hace un mimetismo de cómo funcionan los partidos tradicionales, donde hay unos liderazgos parlamentarios que corresponden a los liderazgos al partido. La CUP tiene una forma de funcionar muy diferente. Han descubierto, y algunos no han querido descubrirlo, que los diputados de la CUP hacen lo que le dicen sus bases que tienen que hacer. Por otra parte, se quiere atribuir un papel a alguien que justamente se afana para construir una política contraria a la de muchos partidos actuales. Es una combinación de las dos cosas.