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PERFIL
“Olga, las lágrimas son el fruto de un buen trabajo y una pasión por la verdad y a su defensa. Gracias por tu labor y estilo”. Las palabras en Twitter del penalista barcelonés David Aineto resumían el sentir mayoritario de un gremio: bien en los despachos que ya han abierto tras la pandemia bien todavía en sus casas, numerosos penalistas siguieron el informe final de Olga Tubau para reclamar la absolución del major Josep Lluís Trapero y la intendente Teresa Laplana. Algunos incluso tomaron notas.
El eco de la causa del major de los Mossos en la Audiencia Nacional ha dado popularidad a nivel nacional –a su pesar– a Olga Tubau (París, 1961), que ya era una de las letradas de Barcelona más respetadas y valoradas por compañeros de profesión así como por jueces y fiscales.
Licenciada en Derecho por la Universidad de Barcelona y colegiada en 1985, antes de fundar en 2004 su propio despacho junto a Lydia Lajara, al que después se sumaría como socio Carlos Echavarri, Tubau había trabajado en el despacho Jufresa&Martell, uno de los bufetes más conocidos de Barcelona. Ahora es maestra de maestros.
Pero el de Trapero no era ni mucho menos su primer caso mediático. A mediados de los 90 Tubau representó a Segundo Marey, un vendedor de mobiliario de oficinas al que mercenarios pagados con fondos reservados del Ministerio del Interior confundieron con un etarra y secuestraron. Fue el juicio que sentenció a los GAL. Tubau logró la condena del exministro José Barrionuevo y el exsecretario de Seguridad Rafael Vera.
En la Audiencia Nacional, donde casi todo el mundo es sospechoso, nada es casualidad. Y el fiscal Pedro Rubira sacó a colación el caso Marey para reclamar una condena para Trapero. Tubau le devolvió el dardo con elegancia, sin necesidad de recordarle que fue su abogada, pero advirtiendo de que la sentencia del Supremo del caso Marey recalcó que la fuerza policial debe emplearse bajo los principios de proporcionalidad, oportunidad y congruencia, que es precisamente lo que defiende el major en relación al 1-O frente al reproche de tibieza e inacción de los Mossos por parte de los fiscales y de la némesis de Trapero, el coronel Diego Pérez de los Cobos.
La impronta de Tubau –humanista, lectora voraz de sumarios y libros, minuciosa y perfeccionista en cada uno de los asuntos que entran en su despacho– se ha notado en la defensa del major Trapero. En un territorio como la justicia penal, donde en las causas mediáticas casi siempre suele dominar la testosterona en ambos lados de los estrados, Tubau ha llevado con estilo propio la voz cantante entre las defensas y ha logrado lo que nadie logró en el Supremo: restar credibilidad al testimonio de Pérez de los Cobos, puntal de las acusaciones en ambas causas.
Pero además de pruebas y jurisprudencia, Tubau no rehuyó el factor humano, indispensable para una figura que despierta sentimientos tan opuestos como el major, sobre quien en no pocas ocasiones se especula más de lo que se conoce. Lejos de esconderla, Tubau aportó verdad sobre la mala relación entre Trapero y Pérez de los Cobos: “Que el major Trapero no tenga hábiles dotes de diplomacia no representa una conducta delictiva”.
Tubau también trajo a la Audiencia Nacional un testigo clave que había sido pasado por alto por las defensas del Supremo: el secretario de la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC), notario imparcial de las indicaciones que la magistrada había dado a Trapero y Pérez de los Cobos para impedir el 1-O y que respaldó la tesis de defensa del major.
A diferencia de la sobreexposición mediática y editorial de letrados y acusados en el Supremo, Trapero y Laplana han mantenido un silencio sepulcral a lo largo de los dos años de instrucción, y las entrevistas que ha concedido Tubau se pueden contar con los dedos de una mano. De puertas adentro el trabajo de la defensa ha sido ingente. Y el cliente era exigente: solo bastaba ver durante el juicio cómo Tubau atendía, mientras a la vez escuchaba e interrogaba a los testigos, las indicaciones que Trapero, sentado a su lado, le iba dando.
Que Trapero escogiera a Tubau tampoco fue casualidad. En los Mossos se recuerda a Tubau por su éxito en el caso Ester Quintana. Tubau defendió y logró la absolución de los dos mossos acusados de reventar el ojo con una bala de goma a esta vecina de La Verneda durante una huelga general. Era la época, en plena crisis económica, en que los excesos de los antidisturbios de la Policía autonómica minaron enormemente su prestigio y credibilidad entre la sociedad.
También en el juicio a Quintana la letrada demostró que no es necesario deshumanizar al adversario ni buscar elementos políticos para ganar un caso. Basta con la buena técnica jurídica y las pruebas. A diferencia de otras causas con mossos en el banquillo, donde acusaciones y defensas ni se dan las buenas tardes al terminar las sesiones, Tubau saludó y conversó con Quintana al final del juicio. En su informe, Tubau, desde el banco de la defensa, destacó la “dignidad” y la “entereza” de Quintana.
Tubau asumió la defensa de los agentes e hizo que la Generalitat, en un hecho inusual en los casos de violencia policial, pagara una indemnización antes del juicio a Quintana ante la certeza de que un uniformado le había dejado sin ojo. El tribunal no pudo determinar sin embargó qué mosso disparó y absolvió a los acusados, tras una lección de Tubau y Lajara sobre la duda razonable en la autoría de un delito. Al terminar el juicio, en una meditada entrevista, Tubau no dudó en afirmar que varios agentes compañeros de los acusados habían mentido durante el juicio y encubierto a los auténticos culpables, que a día de hoy siguen sin confesar.
Poco más de un año después del caso Quintana, y con la popularidad de la policía autonómica por las nubes entre el soberanismo y por los suelos entre los partidarios de la unidad de España, la penalista fue recomendada por los servicios jurídicos de los Mossos y el major le encargó su defensa en la Audiencia Nacional. Ahora Tubau espera sentencia para Trapero y Laplana, convencida de que las pruebas solo pueden hacer que sea absolutoria.
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