Una semana de tira y afloja entre Moncloa y la Generalitat para pactar la minicumbre que enfría la calle el 21D
“El Govern debe garantizar tanto el derecho a la manifestación como que el Consejo de Ministros pueda celebrarse”, zanjó la consellera de Presidencia, Elsa Artadi, tras el Consell Executiu de la semana pasada. Era 11 de diciembre y, tras varios días de escalada de declaraciones y llamadas a “parar el Consejo de Ministros”, la portavoz del Govern trataba de calmar los ánimos y daba su palabra de que el Gobierno se podría reunir en Barcelona sin sobresaltos.
Ambos gobiernos se pusieron pronto de acuerdo en hacer todo lo posible por evitar que el incendio político se tradujera en choques violentos el 21 de diciembre en Barcelona. Y para ello, nada mejor que una reunión que subrayase la calma institucional. Finalmente ese encuentro se celebrará este jueves, en el Palau de Pedralbes de Barcelona, tras una intensa semana de tira y afloja que ha acabado sentando, contra su pretensión inicial, al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una mesa con tres ministros y tres consellers, además del president Quim Torra.
La dificultad de las negociaciones, que han durado una semana, estriba en que para ambos ejecutivos era inimaginable no reunirse en Barcelona, pero cada uno tenía intereses divergentes sobre la imagen que trasladar de la visita. El Govern deseaba exhibir bilateralidad y que el Ejecutivo de Sánchez escuchara sus demandas soberanistas. El Gobierno, en cambio, era reacio a sentarse con Torra para escuchar propuestas fuera de la Constitución y, aún más, a conceder la imagen de diálogo entre iguales buscada por el Govern.
Con estos antecedentes, el viernes de la semana pasada la vicepresidenta Carmen Calvo envía una carta al vicepresident Pere Aragonès invitando oficialmente a un encuentro entre presidentes y reclamando la colaboración de la Generalitat. “Sería conveniente que ambos pudieran mantener un encuentro”, aseguraba Calvo. Aragonès responde unas horas después, aceptando el encuentro pero sin limitarlo a los presidentes. “Reiteramos nuestra voluntad de encontrar los términos y contenidos para hacerlo efectivo”, contestaba Aragonès.
A partir de esa toma de contacto, los equipos de ambas partes comienzan a trabajar, con la dificultad añadida de que la parte catalana está dividida entre la vicepresidencia de Aragonès, de ERC, y la consellera de la Presidència, Elsa Artadi, que es la colaboradora directa de Torra, de JxCat. Con todo, el planteamiento de los dos partidos del Govern es similar: quieren una cumbre entre gobiernos, algo que pronto descartan desde Moncloa.
El Gobierno de Sánchez es tajante en que no se va a reunir a todos los miembros de ambos Ejecutivos. El equipo de Torra contraataca con el veto a una reunión en la que no se aborde la autodeterminación. Durante el fin de semana ninguna de las dos partes son optimistas sobre la posibilidad de que el encuentro acabe celebrándose.
Pero la calle no da tregua. La ANC ha convocado una marcha lenta de coches para el 21D, mientras los Comités de Defensa de la República (CDR) redoblan sus llamadas a impedir el Consejo de Ministras. Además el Ministerio del Interior anuncia el traslado de 600 agentes de la Policía Nacional para blindar la jornada, en previsión de alborotos. Las dos partes son conscientes de que es irresponsable echar más leña al fuego. A cuatro días del Consejo de Ministras de la Llotja de Mar, Carmen Calvo viaja el lunes a Barcelona para reunirse con Aragonès y Artadi en la estación de Sants y tratar los detalles del encuentro personalmente.
No es un viaje desconocido para la vicepresidenta. Calvo ya usó la sala de autoridades de la estación barcelonesa hace un mes, para pulsar la opinión de los independentistas sobre los presupuestos. En aquella ocasión, volvió de vacío a Moncloa. Pero este lunes las sensaciones fueron mucho más positivas. Los responsables de la Generalitat le trasladaron su firme deseo de que el encuentro se celebrase, proponiendo como fecha el jueves, justo antes de la cena de la patronal Foment del Treball a la que Sánchez ya había confirmado su asistencia.
“No va a haber una reunión entre gobiernos”, aseguraba el Ejecutivo el mismo lunes durante los corrillos de periodistas de la tradicional copa de Navidad. El mensaje que lanzaba Moncloa era que el encuentro se produciría, pero que no sería el deseado por la Generalitat. Desde el Palau de la Generalitat se habían trasladado varias propuestas o variantes de la propuesta de la cumbre, según relatan fuentes del Govern. El martes por la mañana, en una entrevista en la Cadena Ser, Calvo se había abierto a una reunión de “algún que otro miembro de ambos gobiernos”. Pero por separado, tal y como había expresado un día antes. El Govern rechazaba esta fórmula.
La oferta final de la parte catalana fue una “minicumbre” de tres ministros y tres consellers, además de los presidentes. Todos juntos y en la misma mesa, aunque concediendo una recepción previa de Sánchez a Torra. Esta, consideraban en el Palau, era una opción que podía satisfacer a todas las partes. Al Gobierno le permitía la imagen del encuentro de los presidentes en solitario, mientras ellos obtendrían otra foto con representantes de ambos gobiernos sentados unos frente a los otros en un encuentro con “contenido político”.
El Gobierno ha acabado aceptando la propuesta que incluye a varios consellers y ministros, aunque este miércoles por la noche ambos equipos seguían debatiendo sobre el número de participantes más allá de los presidentes. El Ejecutivo central ni siquiera ha avanzado por el momento qué ministros participarían, aunque se da por descontada la presencia de Calvo y Meritxell Batet como responsable de Función Pública y Administraciones Territoriales. Por parte del Govern acudirían los citados Aragonès y Artadi. A última hora de la víspera de la reunión, los gobiernos debatían sobre la presencia o no de la consellera de Justicia, Ester Capella, también de ERC. La delegación catalana la quiere, mientras que el Moncloa la veta.
A menos de 24 horas de que el encuentro se celebre, los equipos aún no habían cerrado ni los participantes del encuentro ni el orden del día. Aunque ambos se muestran seguros de que acabará sucediendo, el Govern asegura que tendrá “contenido”, mientras el Gobierno rebaja las expectativas y se focaliza en el Consejo de Ministras del día siguiente.
Una semana después de iniciarse, a la negociación aún le quedan flecos, pero lo que parece seguro es que se verán, algo con lo que pocos contaban. Una reunión que, más allá de los intereses políticos de ambos, todos consideran que serviría para rebajar la conflictividad en la calle y canalizar el descontento político hacia una manifestación pacífica el viernes, aunque sea masiva.