El pueblo de Ton Lloret tiene 219 habitantes, pero su distribución en distintos núcleos y vecindarios hace que parezcan muchos menos. A Argençola, en la comarca de la Anoia (a una hora y media en coche de Barcelona), se mudó con su mujer cuando tenía solo 23 años. Cuando en 2008 nadie hablaba de crisis demográfica ni del vaciamiento de zonas rurales. Pero con el éxodo de las ciudades que ha seguido a la pandemia, Ton, de 37 años, se ha convertido en uno de los principales activistas contra la despoblación de los micropueblos catalanes. Con una cuenta de Twitter y algo de imaginación ha convertido su casa en la oficina de Repoblem.
“¡Emprendedores! Esta carnicería de Llacuna [900 habitantes] sigue disponible”. “Juan vende una finca rústica en Cantallops [309 habitantes]. Tiene 5,8 hectáreas con bosque, campos y olivares”. “Isabel y sus hermanas venden una casa en Baldomar [84 habitantes, La Noguera]”. Estas son solo algunas ofertas y anuncios que Ton difunde desde la cuenta de Repoblem, una cuenta de Twitter a medio camino entre un Infojobs y un Idealista de pueblo pero con un objetivo no económico –no gana dinero con ello–, sino demográfico. “Hay muchos ayuntamientos que hacen acciones concretas para atraer población pero no suelen tener mucha repercusión. Por eso quise aglutinar esas llamadas en una sola cuenta”, explica Ton Lloret.
Repoblem lleva activo apenas un año, su primer tuit es del 26 de agosto de 2020, pero ya ha sido de utilidad para no poca gente. “Hace poco publicamos una oferta para una casa en la comarca del Baix Camp que buscaba un masover”, comenta Ton, una forma de arrendamiento que consiste en habitar y trabajar en una masia o casa de campo que no es tuya a cambio de conservarla en buen estado. “Buscaban a alguien que viviese allí sin pagar alquiler a cambio de unas horas de mantenimiento, y en un día recibieron 500 correos electrónicos. Me pidieron que descolgase el anuncio”, sonríe hoy Ton.
Ton, que trabaja en el Museo Molí Paperer de Capellades como conservador, llegó a Argençola hace quince años. En ese pequeño pueblo es donde ha formado su familia. El municipio tiene una extensión de 47 kilómetros cuadrados, como dos veces Badalona, aunque en él vivan lo equivalente a un solo edificio de esta ciudad metropolitana. En 1940 tenía 600 habitantes, hoy poco más de 200. Aun así, igual que muchas zonas rurales catalanas, está lejos del imaginario de la España vacía. El reto demográfico existe también en Catalunya, pero la distribución de pequeñas ciudades por todo el territorio hace que muchos micropueblos estén a menos de 20 minutos de un instituto o un supermercado. Argençola está a tiro de piedra de Igualada, de 40.000 habitantes.
La idea de Repoblem la empezó a gestar Ton cuando se comenzó a detectar una cierta inquietud para abandonar las ciudades debido a los rigores urbanos del confinamiento, en la primavera de 2020. “Vi que había gente que se desplazaba a vivir a casas familiares o segundas residencias, y pensé que era una oportunidad para favorecer la repoblación de pequeños núcleos rurales. La idea era unir las personas que buscaban ese cambio con los pueblos que lo necesitaban, por eso difundo ofertas de vivienda, de empresas que necesitan empleados, negocios que se traspasan…”, explica.
Durante este año, Ton atesora unos cuantos match en su haber. “El primero fue uno que buscaba un masover en la zona del Montseny. Hice el tuit y me olvidé. Al cabo de tres semanas me dijo que le había contactado una familia y se habían entendido”, rememora. Ahí es donde se dio cuenta de que su pequeño pasatiempo cogía envergadura. Desde entonces, recibe unas diez o quince propuestas a la semana por mail, dice. Entre quienes buscan mudarse al campo, explica, hay de todo. “Desde gente que tiene muy idealizada una forma de vivir en el mundo rural hasta personas que simplemente necesitan buscarse la vida”, enumera.
Cuando abrió la cuenta, el verano pasado, el éxodo urbano solamente se intuía. Ahora es una realidad que reflejan las estadísticas oficiales. Barcelona tiene un saldo negativo de 23.000 habitantes este año pasado. Y lo mismo ocurre en otras ciudades. Hay pueblos, como Gòsol –que salió en el New York Times– que se han revitalizado gracias la pandemia.
En toda España, la pérdida de población en zonas rurales es hoy motivo de debate. Para Ton, desde su experiencia tuitera y de aquellos foros en los que le han invitado a hablar, identifica un problema capital para lograr la repoblación de determinados núcleos: la vivienda. No es la falta de servicios, como ocurre en otras comunidades autónomas, puesto que el campo catalán está más densificado. El obstáculo con que se encuentran quienes huyen de la ciudad es la falta de vivienda para alquilar. “La mayoría de pueblos tienen más de un 30% de las casas vacías, pero todas se venden, no se alquilan, y nadie quiere gastarse 300.000 euros de entrada, porque antes quieren probar lo de vivir en el pueblo”, explica. “La demanda y la oferta simplemente no encajan”, concluye.
Una de las soluciones a este desfase, explica, podría ser precisamente la masoveria, una forma de arrendamiento muy poco utilizada y que se está empezando a recuperar. “Son viviendas en las que hace muchos años que no se hacen reformas y que, a cambio de hacer algunos arreglos en la casa, se compensa con una carencia del alquiler. O con un alquiler simbólico. Todo esto es minoritario, pero podría ser un camino”, apunta.