Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.
Beber petróleo, ¿hasta cuándo?
“¿No hay agua? ¡Qué beban petróleo!”. Con este lema gigante pintado en el mismo lecho de un río seco en el sur de Francia, una gran campaña de movilización ha logrado una potentísima imagen que simboliza la dramática situación de sequía en toda Europa este verano. Nos dice a las claras que la causa de la sequía tiene nombre y apellido: la desenfrenada producción y el consecuente consumo de combustibles fósiles.
Los gases de efecto invernadero producidos por la quema de carbón, petróleo y gas natural son los responsables de muchos de los fenómenos extremos que estamos viendo en Europa y en todo el mundo. Desde el Báltico hasta Gibraltar, Europa entera sufre las consecuencias de una sequía extrema: miles de hectáreas de cultivos perdidos y ríos que desvanecen. Como en Francia, el trágico escenario afecta a España, con un 40% de nuestro territorio en alerta por la escasez de agua y un 33% en situación de sequía prolongada, en las cuencas del Guadalquivir, Guadiana y Ebro, así como en varias zonas del Duero. Las producciones de cereales de secano y de oliva se han desplomado entre un 50 y un 90% este año mientras los precios se disparan.
A esta situación, ya catastrófica para los ecosistemas y la agricultura, se suma la mala gestión política del agua con los daños irreversibles en Doñana y el descontrolado boom del regadío en un país cada vez más seco. El desastre climático cuenta también con miles de víctimas humanas. Sólo en España las olas de calor récord del verano 2022 causaron 11.000 muertos. Aún no se tienen todos los datos del impacto del 2023, pero sí sabemos que este mes de julio ha sido el más caluroso jamás registrado desde que hay datos.
Europa sufre, Europa se seca y la sobremortalidad humana nos demuestra cómo durante la última década el calentamiento se ha acelerado, especialmente en la zona mediterránea, incluyendo Francia y España. Mientras tanto, los responsables reales, las grandes compañías energéticas, gozan de total impunidad.
El síndrome de María Antonieta de las compañías petroleras
A la luz de esta cruda realidad, el lema de la campaña “¿No hay agua? ¡Qué beban petróleo!” no podría ser más acertado. Nos remonta a hace más de dos siglos, en medio de la peor crisis de hambre que asolaba a Francia, la reina María Antonieta supuestamente exclamó: “¿No tienen pan? Que coman pasteles”. Esta frase pasó a la posteridad y al día de hoy, en medio de una sequía que abrasa Europa, trasluce como pocas la criminal irresponsabilidad y la ceguera de las grandes compañías petroleras ante el final ineludible de la era de los combustibles fósiles.
Las seis principales compañías petroleras europeas han decidido rebajar sus compromisos climáticos, es decir ralentizar su inversión en energías renovables y aumentar su producción de gas y petróleo cuando ya han incrementado en un 58% sus beneficios totales en el primer semestre de 2023. El CEO de Shell, Wahel Sawan, justifica la revisión a la baja de su expansión en energías renovables argumentando: “si no podemos lograr rendimientos de dos dígitos en un negocio, necesitamos cuestionarnos mucho si debemos continuar en este negocio”.
Que sigamos bebiendo petróleo hasta la muerte parece ser ahora mismo la única estrategia de todas estas compañías y de sus accionistas que han decidido producir y vender energía sucia a destajo para hacer el catering de una gran fiesta versallesca de especulación y disimulo, que ya está condenada a ser una de las últimas de este antiguo régimen climático.
Las 'sucias 12'
Un reciente informe, Las sucias 12, publicado por Greenpeace Europa Central y el experto alemán Steffen Bukold, desvela el engaño de las petroleras sobre su virtuosos anuncios de alcanzar cero emisiones netas para el 2050. Analizando los informes anuales de 2022 de seis compañías internacionales y de seis compañías europeas, se señala que no existe absolutamente ninguna estrategia real de reducción de emisiones a cero para el 2050. Ahora mismo tan sólo un 0,3% de su producción de energía combinada viene de las energías renovables. No se trata de un informe más: es el mayor escándalo internacional de disimulo mediante una jerga de lavado verde de un modelo de negocios totalmente destructivo para la vida, que se organiza metódicamente para no cumplir con sus supuestos objetivos de inversión en energías renovables.
“No descarto que veamos unos juicios de Nuremberg climáticos”, ha declarado recientemente el economista David Lizoain en su último libro Crimen climático, dado que las decisiones de estas grandes empresas petroleras generan millones de muertes, y que llegan a ser equiparables a los crímenes de guerra.
De ahí que el Fondo Monetario Internacional (FMI) pide a los gobiernos una intervención directa y reclama la completa eliminación de las masivas subvenciones públicas a los combustibles fósiles que no han parado de aumentar con la guerra en Ucrania. El FMI se suma así a una de las principales demandas de los activistas climáticos desde hace años para organizar políticamente lo que el filósofo francés Bruno Latour llamó muy acertadamente un “nuevo régimen climático”.
Democracia por el clima
Latour anticipó la posibilidad de un futuro esperanzador, con la emergencia de una clase ecológica capaz de crear las instituciones democráticas de un “nuevo régimen climático” mundial post-extractivista. En Ecuador, el pasado 20 de agosto, vimos que no es solo una utopía: tras décadas de movilizaciones ciudadanas, se celebró un referéndum durante las elecciones presidenciales de Ecuador, la primera vez que los votantes fueron considerados en una decisión relativa a la extracción de recursos naturales. Casi el 60% del pueblo ecuatoriano se decantó por cesar las operaciones petroleras de la empresa estatal Petroecuador en el amazónico Parque Nacional Yasuní. Este hito histórico en la acción climática internacional demuestra que la democracia representativa puede perfectamente articularse con mecanismos de participación ciudadana y así lograr resultados de primera importancia en la transición energética y social liberándose del poder de los lobbies del petróleo.
El futuro de la acción climática en Europa pasa por esta renovada democracia participativa: en el Reino Unido, 70.000 personas y 200 colectivos se han manifestado esta primavera para reclamar una “asamblea climática vinculante”; en Francia y Bélgica, las ONGs y los partidos verdes apoyan la creación de una asamblea ciudadana climática permanente. En España, la iniciativa de la plataforma “Democracia por el Clima” abre una dinámica necesaria para construir colectivamente la participación ciudadana en España a partir de la experiencia de Asamblea Ciudadana por el Clima finalizada en 2022. Pero nos preocupa cada vez más observar la actual inercia colectiva del ecologismo español que de momento no integra en sus acciones o en sus programas la participación ciudadana efectiva a gran escala. ¿Hasta cuándo?
No podemos beber petróleo. No podremos tampoco salir de los combustibles fósiles sin la plena participación de toda la sociedad y sin que la ciudadanía y sus colectivos se conviertan en actores centrales de una nueva democracia por el clima.
Sobre este blog
Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.
3