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El Aeropuerto de Castellón: el ejemplo perfecto de por qué fracasan los países

El aeropuerto de Castellón se inauguró en 2011 aunque no empezó a operar hasta 2015, costó 150 millones de euros y funciona -sólo se vuela a Londres y Bristol- gracias a las subvenciones de la Generalitat a la empresa que lo gestiona (25 millones en 10 años). La concesionaria prevé 100.000 pasajeros en 2016 y sólo pagará a la administración valenciana cuando mueva 1.200.000 personas al año. Hace tiempo que la infraestructura impulsada por Francisco Camps y Carlos Fabra es, por su fracaso, de las más conocidas de España.

Su triste popularidad ha llegado a oídos de algunos de expertos en políticas públicas de talla mundial. Ese es el caso de James A. Robinson, el exprofesor de Harvard (ahora en la Universidad de Chicago) que ganó notoriedad global por publicar en 2012 junto con Daron Acemoglu, Por qué fracasan los países: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, un superventas en su categoría. En síntesis, la obra defiende que el progreso o riqueza de las naciones viene determinado por la calidad de sus instituciones y no por sus recursos naturales, posición geográfica o rasgos culturales.

Robinson, el martes durante una conferencia en Madrid, repasó su teoría con un apartado dedicado a España. En este país, la crisis se desató por el colapso de la burbuja del crédito y la construcción, que llevó a acometer proyectos totalmente fallidos. Ejemplo de estos, siempre según el economista británico, serían el Aeropuerto de Castellón o el de Ciudad Real. Ambos -y un puente en Cádiz- serían producto, entre otros, de una variante del capitalismo de amiguetes: las relaciones como mínimo improductivas o poco éticas entre partidos, constructoras y banca en España.

Seguramente Robinson desconoce los entresijos de la Operación Taula, donde la justicia investiga a políticos del PP por adjudicar contratos a cambio de mordidas. Y también la investigación abierta por la Comisión Europea en torno a las ayudas concedidas a Aerocas o que la Unión Europea puso a este aeropuerto como “ejemplo de derroche”. De haber sabido esos y otros detalles -que Fabra está en prisión, por ejemplo-, tal vez su diagnóstico hubiera sido aún más duro.