En 1942 España abandonó el horario de Greenwich para acoplarse al alemán. Esto supone que desde hace más de 70 años llevamos en la península unas dos horas -en función de la región- de desfase respecto al huso horario natural.
Entrar al trabajo a las 8.00 en lugar de a las 10.00, comer a las 13.00 en lugar de a las 15.00 -y, a la vez, reducir ese tiempo-, salir a las 18.00 y no a las 20.00, como ocurre en la mayoría de países europeos será uno de los debates protagonistas para el nuevo año. El grupo parlamentario Compromís lleva una iniciativa a les Corts en la que propone elaborar un estudio para ver cómo afectaría este cambio a la organización de la vida diaria y la modificación de los hábitos.
El desfase horario, calificado de “irracional”, afecta a la organización de los tres principales ámbitos de la vida: trabajo, familia y ocio. Ello se ha ido asociando a una serie de problemas socioeconómicos: los niveles de obesidad, falta de descanso, trabas al aumento de la productividad, incapacidad para participar en la vida comunitaria, desaprovechamiento de las horas de sol…
Algunos expertos sostienen que si la política laboral de las empresas cambiara y en lugar de instaurar directrices de horarios estrictas se adoptara una jornada flexible, incentivada con políticas de méritos y productividad -beneficiando a los ‘mejores’ trabajadores-, así como una reducción importante del tiempo destinado a comer al mediodía, ganaríamos unas 2 horas diarias. La cultura laboral española tiene además un fuerte componente presencial; pasar muchas horas en la oficina sin que ello lleve aparejado un mayor rendimiento. Además, la conciliación laboral contribuye a corresponsabilizar las tareas domésticas y el cuidado de los hijos por parte de ambos progenitores, lo que supone un paso más en el acortamiento de la brecha de género.
En la línea de la modificación horaria se pronunció el presidente de la CEOE, Juan Rosell, que abogaba por llevar la modificación de las jornadas a la negociación colectiva, para paulatinamente ir avanzando hacia un modelo en el que el trabajo terminara a las seis de la tarde, como en la mayoría de países europeos. “Todos envidiamos lo que hacen los alemanes, que acaban a las 5 de la tarde y tienen tiempo para ellos, tiempo para hacer deporte y tiempo para la familia”, decía Rosell, quien consideraba “bastante fácil” llevar a cabo este cambio.
Las costumbres francesas también parecen ser un buen modelo a seguir: con carácter general, la jornada laboral termina sobre las seis de la tarde y el día se organiza para poder comer a la una, cenar a las ocho y dormir sobre las diez.
De acuerdo con un estudio de PGI (Premiere Global Services Inc, basado en datos de la OCDE), un empleado en España trabaja una media de 1.700 horas al año, y en cada hora genera un valor de 32’2 euros, un nivel de productividad bastante inferior a la media europea. Por contra, en Alemania y Francia, los dos países más productivos según el estudio, la hora de trabajo se valora en 36’68 euros en el primer caso y en 36’55 en el segundo, ambos con una media de 1.500 horas trabajadas al año. Según el informe consultado varía hasta en 6 euros por hora el cálculo, pero las tendencias de los países coinciden en señalar la baja productividad del trabajo español pese al elevado número de horas trabajadas.
El Gobierno catalán ya se puso a buscar soluciones hace un par de años. Desde 2014, Ejecutivo y Parlamento trabajan por una modificación horaria para las administraciones con tal de situarse al nivel de los países europeos. El objetivo es cambiar las jornadas de trabajo desde la administración para que poco a poco se vayan adaptando las jornadas de trabajo empresarial.
El cambio de los horarios es un debate que también se ha trasladado a los colegios. Entre las propuestas catalanas está por ejemplo que el colegio abarque desde las 8 hasta las 16 horas, con el espacio para la comida entre las 12 y las 14, y la recomendación de que las actividades extraescolares terminen antes de las 19 horas. Además, existen diversas asociaciones que realizan campañas para concienciar sobre los beneficios de los cambios.
Ahora, en les Corts valencianes, Compromís ha presentado una iniciativa para fomentar horarios más racionales. La PNL (Proposición No de Ley) presentada por Mónica Álvaro insta al Consell a realizar un estudio sobre las políticas de uso de tiempo en relación a ámbitos como el trabajo, la educación, la administración, la cultura y el ocio. Se solicita además la creación de una campaña de concienciación por parte de las instituciones valencianas y, como ejemplos, menciona los índices de obesidad (relacionados con los horarios de comidas) y la falta de horas de descanso.
La proposición toma como base las conclusiones del congreso organizado por la conselleria de Políticas Inclusivas sobre nuevos usos del tiempo, destinado a buscar soluciones que mejoren la calidad de vida de las personas. el resultado quedó sintetizado en una frase: “Hace falta desplazar del centro de la vida el trabajo y poner en ese centro la vida misma”.