El reloj de Pablo Iglesias no para de hacer tic-tac, una onomatopeya muy de su agrado en los últimos días y que desde ayer, con la amplia victoria de Syriza en Grecia, se ha convertido en una premonición con sonido de cuenta atráscada vez más realista, tanto en España como en la Comunidad Valenciana en particular, donde una formación novel y sin representación parlamentaria ha logrado reunir este fin de semana en un mitin a más de 8.000 personas, bastantes más que los que logró congregar en su último gran evento de este tipo el PP, a pesar de que no hace mucho parecía que este partido era “la mayoría natural” de la Comunidad, como alguno de sus dirigentes ha afirmado, un feudo casi imposible de derribar.
El cambio social y político está sucediendo muy rápido y está teniendo mucho más alcance del que podría haberse previsto. En menos de un año (si contamos desde las últimas elecciones europeas) se ha logrado, en primer lugar, algo que parecía prácticamente imposible y que quizás es lo más importante: que muchos ciudadanos vuelvan a ilusionarse con la política como forma de cambiar las cosas.
Asimismo, la entrada de Podemos en el terreno de juego ha variado el equilibrio de fuerzas entre partidos en unos meses, desbancando al PSOE como únicafuerzapotente de oposición, con un alcance que aún no conocemos más que por los cálculos de las encuestas, pero que, en cualquier caso, marca una tendencia de difícil adivinación hace un año. Así lo ha entendido un tradicional bastión socialista como el andaluz, cuando Susana Díaz ha decidido adelantar los comicios autonómicos.
Las elecciones griegas pueden suponer un empuje aún mayor en ambas direcciones (hacia arriba para Podemos y hacia abajo para el PSOE si lo equiparamos al Pasok, si bien aquí los socialistas no se enfrentan con la rémora de haber hecho una coalición de Gobierno con la derecha). No obstante, la victoria de Syriza será tanto más rentable para Podemos en la medida que la coalición griega vaya consiguiendo algunos de los objetivos de cambio que se ha propuesto, de lo contrario podría suponer un factor de desesperanza en los votantes con tendencia al miedo o a la desconfianza en las posibilidades reales de introducir cambios económicos y políticos en el sistema.
Un aspecto muy importante de los movimientos que se producen en Grecia y en España es como podrían influir en la política económica de la Unión Europea, de cara a que se corrija el actual desequilibrio entre el poder de la troika y la soberanía de los estados y se tome conciencia de que las medidas de austeridad son más bien un austericidio, que deben ser sustituidas por políticas expansivas y más preocupadas por lo social.
En la Comunidad Valenciana, toda la oposición ha saludado de forma positiva en cambio en Grecia y algunos, como Esquerra Unida, lo enlazan con el que se avecina a nivel autonómico. El PP, que ya prácticamente sólo se dirige a Podemos como rival electoral, se trae el día 5 a Rajoy a visitar la Ford de Almussafes; no sabemos si traerá bajo el brazo el anuncio de quién será el valiente candidato que apechugue con el lastre de la corrupción (que no deja de chorrear: penúltimo episodio el del Palau) y del despilfarro. Tampoco enseña de momento sus cartas Podemos, que tiene en la Comunidad un terreno de descontento muy abonado pero que tiene difícil encontrar figuras con el tirón de su líder nacional. De este movimiento estratégico dependerá en gran medida su margen de votos y, por lo tanto, el reparto de fuerzas para poder componer una mayoría de cambio junto a otras formaciones de oposición.
Muchas novedades en muy poco tiempo. Hace poco más de 15 meses, escribía yo por primera vez en este periódicosobre la necesidad y la posibilidad de unir voluntades para cambiar la realidad, en un artículo que titulaba “Sin límites”, y he de reconocer que entonces yo misma lo veía como algo, al menos, a medio plazo, pues consideraba que era difícil que se operara rápidamente un cambio de tal calado en una mayoría. Releyendo ese escrito, he visto con sorpresa que utilizaba varias veces la palabra “podemos”, sin que existiera en mi mente la más mínima conexión con un partido que ni existía.
Ya antes había formaciones que defendían propuestas muy parecidas a las de Podemos, quizás el mejor ejemplo es Izquierda Unida, pero al parecer hacía falta que hubiera la percepción de que el movimiento de renovación nacía de los ciudadanos hacia la política y no a la inversa, y con caras sin pasado político, por muy injusta que esta opción resulte ahora para gente que quizás no va a rentabilizar como merecería su dedicación de muchos años a luchar contra las desigualdades.
Yo creo firmemente que el poder que los ciudadanos activos tenemos en democracia es el motor del cambio. Y el ser conscientes de esa fuerza es la mayor y la más importante innovación que se ha producido en estos meses y es la que debe perdurar, al margen de las siglas, pues nos represente quien nos represente en los parlamentos y en los gobiernos, ser ciudadanos es un trabajo vitalicio, del que uno no se jubila cuando deposita su voto en una urna y se sienta a esperar a que otro arregle sus problemas.