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“En Compromís no hay una lista contra otra y la que gana se lo lleva todo, como sucede en Podemos”

Mónica Oltra en la ciudad administrativa 9 d'Octubre, donde está la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas.

Adolf Beltran

Acaba una reunión con su equipo en el despacho de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas, de la que es responsable. La vicepresidenta valenciana Mónica Oltra, líder de Compromís, tiene todavía los documentos de trabajo sobre la mesa. En uno de ellos se refleja el recuento más reciente de la situación de las ayudas a la dependencia: 76.960 beneficiarios en el sistema (había 41.955 cuando llegó al departamento en 2015), 21.962 expedientes a la espera de ser evaluados (había 45.000 pendientes hace cuatro años más otros 17.000 en cajas sin registrar informáticamente). Solo en el último mes se han producido más de 4.000 nuevas solicitudes de prestaciones.

Se acaba de celebrar en Gandia y Simat de la Valldigna el último seminario semestral de los miembros del Consell de la Generalitat que preside el socialista Ximo Puig y que comparten, merced al Pacto del Botánico, el PSPV-PSOE y Compromís con el apoyo parlamentario de Podemos. Allí se ha hecho balance de la legislatura que en 2015 comenzó con un cambio político que descabalgó al PP del poder después de dos décadas y propició una experiencia de gobierno compartido de izquierdas.

La coalición de Oltra se mueve hacia las primarias que celebrará a principios de marzo y todos los partidos se preparan para las elecciones municipales, autonómicas y europeas del próximo mes de mayo. Personal de su conselleria espera a la vicepresidenta para partir hacia Elche y Alicante, donde tiene previsto al día siguiente un acto ante cientos de personas de colectivos sociales y entidades del denominado tercer sector a las que explicará la norma estrella de su departamento, aprobada hace poco más de una semana.

Hace unos días aprobaron las Corts Valencianes la Ley de Servicios Sociales Inclusivos, que es como el buque insignia de su política...

Un poco sí que lo es. Hemos hecho otras leyes de mayor impacto en la gente, como la de la renta valenciana de inclusión. Esta, en cambio, es una ley de sistema, de estructura, que tendrá un impacto muy grande, pero no directo, sino indirecto. Es la gran ley de la legislatura. Es la norma más avanzada en España en materia de servicios sociales. El colectivo de trabajadores y trabajadoras de servicios sociales la definió como la primera ley de cuarta generación en este campo en España. Nos equipara a otros países más avanzados en materia social de Europa porque por primera vez los servicios sociales se declaran servicio esencial y de interés general. Eso quiere decir que se equiparan a educación y sanidad.

De las cuatro patas del Estado del bienestar, que son educación, sanidad, pensiones y servicios sociales, en las tres que competen a la comunidad autónoma, servicios sociales pasa a formar con sanidad y educación un bloque intocable. Nadie se imagina que le digan: “A su niño lo escolarizaremos si hay disponibilidad presupuestaria; si no hay dinero en el presupuesto, no lo haremos”. El de la educación es un derecho inalienable, que hay que cumplir. Sin embargo, en los derechos sociales hemos asistido a situaciones en las que algunos políticos han dicho: “Usted tiene derecho a la dependencia si hay dinero, si no hay dinero, no”. Con esta ley decimos que de la misma forma que no se deja a un niño sin escolarizar o no se deja a una persona a la puerta de urgencias de un hospital sin atenderla, no se puede dejar a una persona con dependencia, con falta de recursos o con una discapacidad, sin atenderla. Esa es la gran revolución de esta ley. El gran salto cualitativo es que ya no podrán dejar de garantizarse los derechos sociales.

En su Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas ha tenido que hacer frente al tapón en las ayudas de la dependencia, ha creado la renta valenciana de inclusión, ha promovido el pacto contra la violencia de género... ¿Son esos los hitos de su mandato?

En dependencia estamos poniendo al día las ayudas. Se trata de un proceso en el que queda por hacer. Las cosas hay que reconocerlas como son. Todavía no puedo decir que ya nos hemos hecho con el sistema. Falta poco, pero aún queda por hacer. No es una cuestión ni siquiera ideológica sino de cumplimiento de la ley de Autonomía Personal y de Atención a las Personas en Situación de Dependencia. Digo con pesar que, hoy en día, cumplir las leyes empieza a ser revolucionario. Hablo de unas determinadas leyes, ya que otras se hacen cumplir a rajatabla. Ponerte como objetivo cumplir las leyes que hacen más fácil la vida a la gente te convierte casi en un revolucionario.

Más allá de que estemos poniendo el sistema al día, de que ahora se paguen puntualmente las ayudas, estamos haciendo un trabajo en profundidad. Promovemos la figura del asistente personal y hemos lanzado un proyecto con las consellerias de Educación y de Economía de profesionalización de las personas que cuidan en el ámbito familiar. De manera que a una mujer -y digo una mujer porque más del 80% los son- que por una circunstancia en la vida haya tenido que interrumpir su dedicación profesional para cuidar a alguien, ese tiempo que ha dedicado le sirva para obtener una capacitación de competencia profesional. El servicio de empleo preparará cursos complementarios, el tiempo de cuidado contará como una práctica profesional y, si esa persona quiere hacer un ciclo profesional de FP del ámbito sociosanitario, las prácticas las tendrá convalidadas y los cursos que haya hecho se le convalidarán.

Es un proyecto de economía feminista. Una de las actividades fundamentales de la vida, como es cuidar de los otros, dado que tradicionalmente la hemos hecho las mujeres, no ha tenido valor. Queremos poner en valor no solo el tiempo dedicado a la economía productiva sino también a la economía reproductiva, que es este caso consiste en cuidar a otros.

La huelga feminista del 8 de marzo quiere resaltar eso precisamente. ¿Está de acuerdo con esa convocatoria del movimiento feminista? ¿Está bien enfocada?

Que vayas a trabajar a un sitio y te paguen por ello es un hecho relativamente reciente, de la revolución industrial. Hablamos del siglo XIX, hace poco más de 200 años. Hubo muchas sociedades humanas antes que no conocieron el pago de salarios. Sin embargo, no ha habido ningún tipo de sociedad humana en el que no haya existido el trabajo de cuidar a personas mayores, a personas enfermas, el trabajo de criar, en definitiva, de hacer viable la continuidad de la especie humana en términos civilizatorios. Es la actividad que ha persistido a lo largo de toda la evolución de la humanidad y, siendo la más imprescindible, es la menos valorada. ¿Por qué? Porque tradicionalmente la han llevado a cabo mujeres. Creo que hemos de poner en el centro lo que es imprescindible y esencial. ¿Podemos vivir sin brokers de Bolsa? ¿Podemos vivir en una sociedad en la que las personas no se cuiden unas a otras? No. Pero un broker cobra una millonada y está muy bien visto, mientras una mujer que cuida a sus familiares no tiene importancia. Eso es evidente que pasa, pero no es racional ni razonable.

Normalmente, lo que es esencial para esta vida lo hemos hecho las mujeres. Por eso veo bien encarada la convocatoria. En las reivindicaciones feministas no se trata de ser iguales que los hombres. Yo no quiero ser igual que un hombre. Quiero mantener mis diferencias con los hombres. Quiero tener igualdad de oportunidades, de trato, de consideración y de valor.

¿Se esperaba las reacciones tan estridentes contra el feminismo que se han producido desde la extrema derecha?

Era esperable. El avance del feminismo y del grito de la sociedad por un sistema que valore igual a hombres y mujeres, que no deje atrás a los más débiles, a los más vulnerables, que en el fondo sea más amable y ponga más en el centro la vida, iba a generar reacciones. El movimiento feminista, lo que exige es el 50% del espacio. Lo queremos en casa, hecho que exige la incorporación de los hombres a la vida doméstica, y lo queremos fuera de casa, lo que quiere decir, no solo en el trabajo, sino también en los puestos directivos, en los puestos políticos, en los puestos empresariales, en la judicatura... Cuando un sector reclama la mitad, eso genera resistencias.

Todos los cambios generan resistencias, pero me preocupa más, y me ocupa, cómo ha de reaccionar el movimiento feminista frente a ellas, y también los movimientos políticos que tienen en el feminsimo uno de sus objetivos. Tenemos que escuchar qué está pasando. Si un fenómeno político que defiende la supremacía de los hombres sobre la mujeres es intelectualmente despreciable y políticamente indeseable, ¿por qué hay hombres que, de alguna forma, sin estar en un marco de extrema derecha, se sienten interpelados o arropados por un discurso como ese? Desde las políticas feministas hemos de ver cómo hacemos para que nuestro discurso pueda ser más inclusivo para determinados hombres que no se sienten invitados al viaje por una sociedad más justa, más amable, más compartida. ¿Qué podemos hacer para mejorar eso? Creo que hay que buscar un espacio en el que determinados perfiles de hombres que se sienten huérfanos en este momento puedan sentirse arropados, incluidos, invitados a compartir este viaje por la igualdad.

¿El problema de la violencia machista ha llegado a los niveles que ha llegado por ese conflicto o es un asunto más de fondo?

La violencia de género es la expresión más grosera y violenta de las desigualdades y de una sociedad patriarcal, en la que la supremacía de los hombres sobre las mujeres aún está en cierta parte del ADN de esta sociedad. Y la expresión más brutal es la violencia de género, que no es otra cosa que la resistencia a aceptar que en una relación sentimental, emocional, sexual, de pareja, de matrimonio, tiene que haber un plano de igualdad, donde las mujeres no son la posesión del hombre, ni para satisfacción personal, ni sexual, ni de protección, cuidado o lucimiento. Las mujeres no somos posesiones.

“No considero que Ciudadanos haya roto el pacto contra la violencia de género”

El otro día, cuando Ciudadanos se negó a firmar la resolución en las Corts Valencianes sobre violencia de género, que incluía no llegar a acuerdos con formaciones que niegan su existencia, usted se resistió a dar por roto el pacto valenciano en esa materia...

Yo no considero que Ciudadanos haya roto el pacto contra la violencia de género, en absoluto. Es más, las mujeres que trabajan en ese pacto por parte de Ciudadanos están haciendo un trabajo leal, haciendo aportaciones constructivas. Valoro mucho la contribución de las mujeres que han venido, sobre todo Mercedes Ventura, que es la que más ha participado, aunque hay otras mujeres de Ciudadanos que también lo han hecho. Tenemos que pensar tres veces las cosas cuando las hacemos. Ciertamente, es triste que una mujer como la portavoz de Ciudadanos en las Corts, Mari Carmen Sánchez, firme una iniciativa parlamentaria de lo más razonable y venga un hombre desde Madrid a desautorizarla. Dudo que Toni Cantó, si ese papel lo hubiese firmado un hombre, lo hubiera desautorizado de la forma que lo hizo con Mari Carmen Sánchez.

Considero, pues, que el pacto valenciano contra la violencia de género y machista está intacto y que la adhesión de las fuerzas políticas a ese pacto es inquebrantable, también la de Ciudadanos. Lo que sí que pido es que en el futuro todas las fuerzas políticas, las que están en la oposicición y las que están en el gobierno, cuando se haya de adoptar una iniciativa de estas se aseguren de que hay unanimidad. Si no hay unanimidad, mejor no presentarla. Se trata de fortalecer las alianzas contra la violencia machista. no de debilitarlas.

¿Se están cumpliendo las expectativas creadas por la implatanción de la renta valenciana de inclusión?

Sí. Sobre la necesidad que había de esta ley, se están cumpliendo las expectativas. En lo que se refiere al trámite administrativo, siempre me desespera. Tendríamos que ir más rápido de lo que vamos en la Administración pública. A pesar de las posibilidades que tenemos, tras el ataque que ha supuesto el dogma de que había que adelgazar la Administración, que tanto repite la derecha, ya hay más de 14.000 personas registradas en el sistema. El 79% de los casos ya están resueltos. Teniendo en cuenta que no lleva ni un año en vigor la ley, podemos estar satisfechos en relación a la capacidad que tenemos, no a la necesidad que existe. En relación a la necesidad deberíamos tener más agilidad. Con todo, estoy contenta. Incluso nos costará menos de encarrilar que la dependencia.

Ya tenemos una experiencia y estoy segura de que pasado un año de la entrada en vigor de la ley tendremos unos resultados mucho más rápidos. Cuando llegué a la conselleria teníamos a 14.000 personas oficalmente registradas más otras 5.000 no afloradas, con los expedientes en cajas, que esperaban la renta garantizada de ciudadanía con más de un año en lista de espera. Con la antigua ley, pusimos al día el sistema. Ahora que la ayuda no caduca cada seis meses, como pasaba antes, cuando tengamos a la gente estabilizada dentro del sistema, podremos hacer lo fundamental de esta ley: un acompañamiento o itinerario de inclusión social y laboral que permita que las personas y las familias puedan tener un proyecto de vida independiente.

“En 2015 vinieron 45 niños y niñas migrantes sin acompañar, en 2018 han venido 945”

Ha recibido muchas críticas de la oposición por la política de menores.¿Es ese el punto débil de su gestión?

Las críticas van dirigidas, al final, a un espacio muy concreto. La Generalitat Valenciana tiene más de 100 centros de infancia y adolescencia y las críticas aluden a uno de ellos. En este asunto han ocurrido muchas cosas. Aunque la derecha habla mucho de proteger a los niños, una de las cosas que más me sorprendió al llegar fue lo mal que estaba el sistema de protección de la infancia. Era un sistema absolutamente precario, con centros muchas veces obsoletos que necesitaban mucha inversión, privatizado por encima del 90%, sin normas claras ni proyectos educativos en los centros ni homogeneización de la política.

Esto funcionaba gracias a las entidades que gestionaban los centros, que han hecho un gran trabajo, pero no había una política pública dirigiendo todo esto. Funcionaba por inercia. Creamos la dirección general de infancia y adolescencia porque nos dimos cuenta de la situación. Lo hicimos todo de acuerdo con las asociaciones que han firmado el pacto de infancia, como Save the Children, Cruz Roja, Cáritas o Unicef, y comenzamos a diseñar un nuevo modelo, tanto residencial como, sobre todo, de familias.

Somos de la opinión de que los centros de niños y niñas no deberían existir. Todo niño o niña debería tener una familia. Mientras llegamos a ese horizonte, hemos aumentado las familias acogedoras en un 40% y hemos dignificado su situación. Cuando empezamos a gobernar, una familia extensa recibía como ayuda de la Generalitat para criar a un niño o una niña 135 euros al mes. Cualquiera que tenga hijos es consciente de que con esa cantidad no crías a un hijo. Por otra parte, las familias educadoras tenían 270 euros de ayuda al mes. Todo eso con el agravante de que cuando se acababa el presupuesto dejaban de pagarles. En este momento, las familias acogedoras tienen una ayuda de 420 euros al mes, que es lo que las asociaciones dicen que cuesta de promedio de crianza de un niño. Además, no se aminora esa cantidad en función del número de niños, como ocurría antes. Si es una familia monoparental, la ayuda es de 450 euros. Si se trata de un niño con necesidades especiales, más de 900. Eso dignifica la colaboración de las familias.

Por lo que se refiere a los centros, pusimos en marcha un plan de humanización y de reducción del número de niños por cada casa de acogida. Hemos ampliado en 602 educadores la red, lo que supone un 60% más, que se dice pronto. Hay que permitir que cada niño pueda desarrollarse en función de sus deseos o capacidades, como hacemos en cualquier familia. Si tenemos tres hijos y a uno le gusta el fútbol, a otro el baloncesto y otro la natación, procuramos llevar a cada uno a una cosa. No decimos: “todos a lo mismo”.

Las críticas vienen por la irresponsabilidad del PP. No ha encontrado otro tema de erosión política y partidista que un terreno en el que ataca los derechos básicos de la infancia y adolescencia y, por tanto, a la decencia humana y moral. Toda la sociedad tiene obligación de proteger a los niños y niñas bajo tutela de la Generalitat. Pero hacen bandera y, cuando intentamos poner en marcha una casa de acogida, un piso o un centro, se ponen con las pancartas para que no se abra.

Paralelamente, las guerras y los desplazamientos forzosos hacen que cada vez vengan más niños y niñas de otros países sin padre ni madre. Huyen de la guerra, la persecución y la miseria y pueden venir escondidos en los bajos de un camión o en patera. Tenemos la obligación de protegerlos. Es más, hay que hacer de eso una oportunidad. A alguno nos lo han fichado para un equipo de fútbol... Para situar el problema, en 2015 vinieron 45 niños y niñas migrantes sin acompañar. En 2018 han venido 945.

¿Tanto ha aumentado la cifra?

Sí, se ha multiplicado por 21. En un sistema con poco músculo, absorber esto no es fácil. Y aún así, esta es una de las pocas comunidades donde no hemos tenido ni un niño durmiendo fuera de un centro de menores, ni en un polideportivo, ni en un calabozo, ni en un CIE. Eso es un logro. Los hemos podido tener durmiendo en un colchón en el suelo. Sí. hay que decir las cosas como son. Pero en un centro de menores, con sus educadores y su proyecto educativo. Ha faltado el somier, pero los hemos atendido como corresponde.

¿Cuántos alcaldes se ha encontrado que hayan puesto problemas a la creación de centros de menores?

Pocos. La mayoría están reaccionando bien. ¡Ojo! Y de todos los partidos. Me gusta ir con la verdad por delante. He encontrado alcaldes del PP que han reaccionado maravillosamente bien, que están implicados y contentos, que nos dicen que hay que ir hacia adelante, que a los niños hay que protegerlos. También del PSPV-PSOE, de Compromís, de Podemos. Y he encontrado alcaldes que se han opuesto.

Uno de los más conocidos ha sido un alcalde socialista.

Curiosamente, sí.

¿Se ha encontrado más casos de alcaldes socialistas?

De los que más se han negado han sido precisamente alcaldes socialistas, lamentablemente. Me he encontrado más casos, sí. Pero también me he encontrado alcaldes de esos que son socialistas de verdad, de convencimiento, maravillosos, implicados y completamente conscientes de que una sociedad que abandona a los niños y niñas es una sociedad indecente. Porque no son solo menores que vienen de fuera. El otro día tuvimos el caso de una niña de la que su tío había abusado durante años. Esa niña es apartada de la familia. ¿Y dónde va? A uno de nuestros centros. Niños abusados, a los que la familia ha maltratado o drogado... Después de que les haya fallado la familia, ¿les tiene que fallar también la sociedad?

El pasado fue el año del 'Aquarius', que desembarcó en Valencia a más de 600 migrantes rescatados en el Mediterráneo. El Gobierno valenciano ofreció desde el inicio de la legislatura fletar un barco para recoger a refugiados que se amontonaban en Grecia, usted misma estuvo allí para visitar los campamentos, y ha mantenido su postura de acogida. ¿Hasta qué punto se han quedado solos? Parece que el Gobierno español ahora no va por ese vía.

Sí que parece que nos hayamos quedado solos. En cualquier caso nos hemos quedado en el lugar en el que hay que estar, en el humanismo y la decencia. Tanto el alcalde de Valencia, que dijo desde el principio que este puerto estaba abierto para quien lo necesitara, como el Gobierno valenciano pensamos que lo ilegal es dejarlos morir. Las estadísticas oficiales dicen que cada día se ahogan seis personas en el Mediterráneo. Yo quiero poder mirar a los ojos a mis hijos y decirles que hice todo lo posible para que esto no ocurriera cuando dentro de 20 años las generaciones que vengan le recriminen a esta generación: “¿cómo fuistes capaces de tolerar esto?”.

La singularidad del Gobierno valenciano del Pacto del Botánico no se circunscribe a su actitud ante el drama migratorio. Da la sensación de que es un experimento que no ha tenido reflejo a lo largo de la legislatura en otros gobiernos.

Parece un pequeño milagro.

¿A qué se debe? ¿Al bloqueo de la política ante la aparición de un escenario de muchos partidos?

No sé. A lo mejor es una cuestión telúrica, de esas que tienen que ver con las placas tectónicas, porque está Portugal y estamos nosostros, cada uno en un extremo de la península. En el fondo no somos un milagro. Somos la conciencia de que esto tenía que salir adelante, de que nuestra gente, los valencianos y valencianas, ya había sufrido bastante y teníamos la obligación política y moral de sacar este gobierno adelante. Cada día hemos trabajado las armonías, los afectos, las alianzas políticas, hemos trabajado las diferencias y buscado encuentros. ¿Qua ha habido diferencias? Claro, las ha habido y las habrá. Si no, estaríamos todos en el mismo partido. Cada uno reivindicará esas diferencias en la campaña y en las elecciones, pero por encima de esas diferencias ha estado la conciencia y la práctica de que este había de ser un gobierno bueno para la gente y estable, un gobierno presentable. Es lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos.

“Habrá un Botánico 2, y lo tendrá más fácil”

¿Entonces el Pacto del Botánico tiene recorrido?

Por eso digo que es lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos. Habrá un Botánico 2, y lo tendrá más fácil porque en la próxima legislatura muchas de las ruinas que nos dejó el PP ya no estarán ahí. Aún quedarán, porque desgraciadamente todavía se producen sentencias como la de hace unas semanas de más de un millón de euros que, gracias a la señora Isabel Bonig [líder de los populares], tenemos que pagar todos los valencianos. Con todo, empezará lo que yo llamo la política 100% botánica, de transformación, que me apetece mucho hacer. No tener a la gente de la dependencia en una lista de espera no es una cuestión de derechas o izquierdas, sino de decencia, una obligación democrática. Yo quiero ir más allá.

¿En el último seminario semestral del Gobienro valenciano, que acaba de celebrarse, ha faltado autocrítica sobre lo que ha fallado?

Somos muy autoexigentes y muy autocríticos. El otro día lo decía en un acto. Nos hemos de conceder incluso el derecho a equivocarnos, de correr el riesgo de probar cosas nuevas. Se ha de hacer siempre dentro de un sentido común. ¿Podríamos haber hecho cosas mejor? Seguramente. De haber sabido lo que ahora sabemos, a lo mejor hubieramos secuenciado algunas cosas de forma diferente. O hubieramos sido más reservados. Pero las 311 medidas que hemos puesto en marcha suponen un 92% de las que nos propusimos. Es un índice muy alto de cumplimiento.

Acaba la legislatura sin un nuevo sistema de financiación autonómica, que es una de las cosas que no se han conseguido y de las más importantes para la comunidad autónoma peor financiada. Es verdad que depende del Gobierno central. Pero parece que va para largo.

Probablemente sea una de las grandes decepciones. Recuerdo que el día de la moción de censura a Rajoy era viernes, y estábamos preparando la rueda de prensa del Consell. La preparación, óbviamente, es completamente mestiza [en el sentido de que incluye a cargos del PSPV-PSOE y de Compromís] y recuerdo que me abracé al secretario autonómico cuando el voto 175 permitió echar a la corrupción, a la derecha, al Gobierno de los recortes, a favor de una mayoría de cambio. Pensé: ¡Ya tenemos sistema de financiación!

Pero no.

Puede que fuera una ingenuidad. Es una obligación política de este Gobierno, si no aprobar un sistema nuevo para todas las comunidades autónomas porque resulta complejo, sí un mecanismo singular de compensación a la Comunidad Valenciana. No podemos garantizar los derechos de los ciudadanos y ciudadanas sin un mecanismo de reparación de una financiación que no cubre lo que cuestan sanidad y educación. Y no hablemos de servicios sociales, medio ambiente, agricultura, economía sostenible, etc.

“Es hora de que en Catalunya se recupere el eje izquierda-derecha”

El conflicto en Catalunya está permanentemente presente en el discurso de la derecha. ¿Hasta qué punto ha tergiversado y tergiversa ese conflicto la política valenciana?

Desgraciadamente, creo que ha marcado bastante. La derecha se tapa siempre las vergüenzas con las banderas. Suele tener pocos principios. Se ve muy claro en los líderes que han encabezado el procés: uno está en la cárcel y el otro está por ahí dándose comilonas y subiéndolas a Twitter. Es hora de que en Catalunya se recupere el eje izquierda-derecha. La izquierda tiene principios y ética y para la derecha los principios son el dinero y el poder. Algo apunta a eso. Solo hay que ver dónde está cada uno de los que lideraban el procés, uno de derecha y el otro de izquierda.

Hablando de otro proceso, el de las elecciones del próximo 26 de mayo, ¿hay confrontación entre los socios de gobierno, entre el PSPV-PSOE y Compromís?

Hay poco que ganar en la confrontación. Como decía antes, las elecciones son el momento en el que cada uno destaca las diferencias con el otro. El proceso electoral es el momento de expresar las diferencias, pero no para lanzarlas al otro a la cara sino simplemente para decirle al ciudadano lo que uno considera mejor, para destacar que se han hecho cosas porque estabas ahí, porque en caso contrario los otros no habrían querido hacerlas. No tiene por qué ser cruento o a cara de perro. La gente lo valora mucho. A lo que más miedo tiene la gente es a que no nos llevemos bien. Vas por ahí y muchas veces te dicen: “¡Tenéis que entenderos, eh!”. Les angustia la idea de división porque otras experiencias de la izquierda han acabado como el gallo de Morón, con desencuentros y peleas.

La derecha, en cambio, como lo que tiene es interés económico, suele evitar eso. Mire en Andalucía, cómo se han puesto enseguida de acuerdo para quitar los impuestos a los señoritos que heredaban más de un millón de euros -que hay que ser rico para hederdar más de un millón de euros- y que ahora no tendrán que pagar.

Toca destacar ahora las diferencias. Lo que ocurre es que no tenemos constumbre democrática y la gente se asusta. Saldrán muchas diferencias. ¿Eso quiere decir que nos llevamos mal? No. Quiere decir que somos diferentes. Y después se volverá a hacer el Pacto del Botánico, sin ninguna duda.

¿Si se produce una nueva mayoría de izquierda, entrará Podemos en el Gobierno valenciano, que parece que es una de las cosas que le ha faltado al pacto?

Eso depende de Podemos. Creo que sería bueno. Tendrían una visión mucho más completa de lo que es sacar esta comunidad adelante con las condiciones que tenemos. Resulta muy terapéutico. Nosotros, en Compromís, no vinimos a asaltar los cielos. Vinimos a mejorar la vida de la gente en la tierra. Cuando estás en el gobienro te das cuenta de lo difícil que es eso.

En las primarias de Compromís nadie la discute a usted para la Generalitat ni a Joan Ribó para la alcaldía de Valencia, pero en otros niveles sí que hay movimiento. el actual presidente de las Corts Valencianes Enric Morera anuncia que quiere ser conseller, Mireia Mollà decide no volver a concurrir para diputada... ¿En qué situación está la coalición?

Las primarias fueron un muy buen invento para implicar a la ciudadanía, y un mecanismo tan original como el que tenemos nosotros, que no solo respeta la paridad de género, sino también la pluralidad, lo que conforma un conjunto muy equilibrado, nos lleva a buscar también cómo hacer, dentro de esta fórmula compleja, que pueda haber una cierta continuidad en los equipos de gobierno. Hemos de repensarlo. Seguramente no es lo más inteligente que, si una persona está en el punto más potente de la gestión, entre otra persona que tiene que tomarle el pulso. Tenemos que ver cómo lo conjuganos para que, sin perder calidad y participación, pueda haber más estabilidad en los equipos de gobierno.

¿Habla de replantear el sistema?

“Llegamos a mucha gente porque no somos una organización del todo o nada”

A raíz de la crisis que se ha abierto en Podemos por la decisión de Errejón de presentarse con Más Madrid ha salido bastante el nombre de Compromís como comparación. ¿Hasta qué punto se puede identificar Compromís con lo que representan Manuel Carmena e Íñigo Errejón en Madrid?

No lo sé. Creo que si no hubiera pasado dentro de la M30 no se estaría hablando tanto del tema. Lo que nosotros podemos aportar es nuestra experiencia. Tenemos una formación política que trasciende las fronteras de un partido. Es una coalición de tres partidos donde hay personas que no quieren estar en ningún partido y tienen su espacio de participación... Tenemos una organización muy líquida y muy amplia desde el punto de vista ideológico, con la pata progresista y de la equidad social, la del ecologismo político, que es muy importante, y la del valencianismo, que también lo es. Eso conforma una organización política en la que mucha gente se puede sentir identificada porque el abanico es amplio. Como más amplías el abanico más aire da. Si lo abres 45 grados no es lo mismo que 180 grados. Compromís a veces es como un pay-pay de esos chinos, que está abierto 360 grados.

Llegamos a mucha gente porque no somos una organización del todo o nada. En nuestras primarias no se gana ni se pierde. Todo el mundo cabe en ellas. Se ríen de nuestra fórmula indescifrable pero, en realidad, esa fórmula consiste en que todo el mundo cabe. Compromís es una organización en la feminidad. Ninguna madre da la espalda a ningún hijo, por raro que sea. Cada hijo es diferente y todos son queridos. Ese concepto del “no todo”, de que no todo es blanco, no todo es negro, no todo es rojo, no todo es verde, es el que nos ha convertido en una fórmula de éxito.

En Compromís no hay una lista contra otra y la que gana se lo lleva todo, como sucede en Podemos. En Podemos es todo “o sí o no”, “o conmigo o con el otro”, “o conmigo o contra mí”. Y eso es letal en política. Hemos de desterrar la palabra ganar dentro de una organización política. En Compromís no gana nunca nadie. Todos se van enfadados de las reuniones. Y si todos se van enfadados o todos se van contentos, según como se mire, significa que todo ha ido bien.

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