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Así fichó Franco a los valencianos

Tabla de la Columna de Orden y Policía de Ocupación de Valencia para fichar a los inquilinos de cada domicilio

Lucas Marco

El documento original, un tanto amarillento pero perfectamente conservado, es una tabla que la Columna de Orden y Policía de Ocupación repartió en cada domicilio valenciano durante el mes de abril de 1939 para que el “cabeza de familia” hiciese una declaración jurada sobre los moradores de cada casa, incluyendo los nombres y apellidos, edad, estado civil, profesión, fecha desde la que residía en la vivienda y parentesco o afinidad con el “jefe del piso”. En otra casilla se leía: “se hará constar el domicilio de los residentes que, además de hallarse actualmente en el piso, tengan domicilio propio en otra calle y número”. 

Los vecinos de Valencia no podían entrar ni salir de la ciudad sin un salvoconducto de las nuevas autoridades, por lo que la capital valenciana y el resto de ciudades ocupadas al final de la contienda se convirtieron en “un espacio cerrado y prácticamente inaccesible” que facilitó la inmediata labor represiva del régimen, apunta el historiador Alejandro Pérez-Olivares en su tesis doctoral sobre la toma de Madrid. “Todos los ocupantes de pisos, habitaciones y locales estaban obligados a presentarse en las comisarías de distrito y ofrecer una relación jurada de los habitantes, en un plazo máximo de 24 horas”, explica Pérez-Olivares. 

La tabla original a la que ha tenido acceso este diario pertenece a un arquitecto valenciano descendiente de represaliados durante la dictadura franquista y, previsiblemente, será donada a un archivo público. La Columna de Orden y Policía de Ocupación, señala el historiador Alejandro Pérez-Olivares, fue “la agencia encargada específicamente de registrar las posiciones militares, las sedes de los sindicatos y de los partidos de izquierdas, las imprentas, librerías, cines y centros de la Administración”.

La ocupación franquista de las ciudades mediterráneas de Barcelona, Valencia y Alicante aplicó todo lo que el bando sublevado había aprendido durante los primeros años de la Guerra Civil. Así, la Columna de Orden y Policía de Ocupación de Valencia, al mando del coronel Antonio Aymat, dividió la ciudad en seis sectores con un jefe militar en cada uno de ellos. El coronel advirtió en el diario Avance, cinco días después de la ocupación de Valencia, que era deber de los vecinos denunciar a “toda persona a quien pueda imputarse delito alguno”. “De no hacerlo se hace culpable de encubrimiento”, advertía.  

Aymat, nombrado directamente por Franco, cumplió una por una con las instrucciones del Ministerio de Orden Público de julio de 1938 sobre el funcionamiento de la Columna de Orden y Policía, citadas por los historiadores Jorge Marco y Gutmaro Gómez Bravo en La obra del miedo (Península, 2011). El jefe de sector nombró en cada barrio a una “persona de reconocida solvencia” a la que quedaban subordinados los denominados jefes de casa, uno por cada edificio, “siendo la única misión de unos y otros suministrar datos para confeccionar con toda rapidez el fichero policial de la capital”.

Dicho y hecho, “en las numerosas comisarías improvisadas, Gobierno Civil y cuartelillos de la Guardia Civil se formaron largas colas de delatores y denunciantes durante muchos días”, explican las historiadoras Ana Aguado y Vicenta Verdugo. El escritor Josep Ballester cuenta en Temps de quarantena. Cultura i societat durant la postguerra al País Valencià (PUV, 2006) que aquel mes de abril de 1939 “se creó un clima de odio, tensión y propagación de denuncias y delaciones que alentaban las autoridades civiles y militares”.

Las instrucciones que siguió el coronel Aymat también hacían referencia a los campos de concentración, como el de la Plaza de Toros de Valencia, y al control estratégico del Puerto para evitar que las embarcaciones se usaran para la “evasión de personas indeseables”, por lo que las nuevas autoridades franquistas sometieron “a todos los barcos y embarcaciones que entren y salgan a un control policiaco lo más rígido posible”. Los aparatos receptores de radio fueron requisados para comprobar “la afección o desafección al régimen de sus poseedores o propietarios”. 

Así fueron los primeros días de la represión franquista en Valencia que inauguraron, según escribe Vicenta Verdugo, el periodo de “los consejos de guerra, los fusilamientos, del tiro en la nuca y cadáveres en las cunetas, de masificación en las prisiones, de hambre y miseria”. 

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