Con los prolegómenos del campeonato de Europa se encienden las pasiones. El fútbol especialmente, como sucede en mayor o menor medida con otros deportes y espectáculos de masas, conciertos, procesiones, manifestaciones, óperas, enciende los ánimos, cohesiona identidades y desata pasiones colectivas. Las victorias y las derrotas afectan al ánimo y al desánimo, más allá de la belleza del espectáculo. Como sucede también en los demás deportes de competición, el espectador no solo mira, también se implica expectante, vibra de emoción con las victorias y sufre con las derrotas.
El fútbol es un referente extraordinario de afinidades que genera identidades colectivas, más allá de ideologías, profesiones o grupos sociales. Tanto mueve a las masas y a una escala tan global que, efectivamente, lo que en el fondo es catarsis y espectáculo, con el tiempo llegó a ser un campo espléndido para el negocio. Ya hace tiempo que el fútbol se ha convertido en algo más que un deporte: se ha convertido en un área de negocios y cada vez más refleja la cara oscura de nuestra sociedad. Cuando se mezcla el negocio con la pasión ocurren estas cosas. Y sobre las espaldas de los hinchas ahora se sostienen dirigentes federativos imputados, presidentes de club encarcelados, jugadores procesados por delitos fiscales vergonzantes, clubes con deudas fiscales inasumibles, grupos financieros que manejan el mercado de jugadores y de clubes, se agitan grupos extremistas que ejercen la coacción y la violencia social y política, llegando en ocasión a la agresión mortal como argumento contra el adversario en un estado de exaltación alcohólica. El último episodio ha sido la reiterada implicación de jugadores de élite en delitos de prostitución, abuso de menores y esclavitud sexual…
Creo que se han sobrepasado con creces los límites. Vivimos en una sociedad en crisis, con niveles de desempleo inaceptables, de hambre y riesgo de exclusión infantil cercana al treinta por cien. Es decir, el sufrimiento es el principal estado de ánimo de al menos una tercera parte de la población. Mientras tanto una élite de jóvenes afortunados es manejada por el mercado generando beneficios no siempre transparentes y exhibiendo jets y yates, y cuentas en paraísos fiscales. ¿Qué hacen nuestros políticos frente a esa exhibición impúdica de la élite del fútbol? ¿Cuál es la ejemplaridad moral de políticos, deportistas y dirigentes?
Gobernar para las élites es el título del último informe de Intermón-Oxfam referido a la situación política mundial y también de nuestro país. Cuando el fútbol se parece cada vez más a lo que menos nos gusta de nuestra sociedad, arraigado en el mercado sin ley, el lujo indecente, el delito y la corrupción, más allá de la pasión futbolera la sociedad tendrá que reaccionar y habrá que elegir gobernantes que agarren el toro por los cuernos. No es una anécdota, es la corrupción forma parte del sistema y sus espectáculos. Manejar la pasión del pueblo con inteligencia perversa denota sabiduría delictiva, pero el ciudadano no puede ser cómplice de tanto mangoneo. Nadie debería estar por encima de la ley. Y eso sí, parafraseando al añorado Krahe: “Hincha, tú eres el mejor”.