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Con otros ojos

Gonçal López-Pampló

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En vísperas del 8 de marzo, tuve la suerte de presentar Nuera, una obra de teatro sobre la violencia de género que Bromera editó a finales de el año pasado. La presentación tuvo lugar en Sala Russafa, que, con inteligencia, decidió organizar a continuación una mesa redonda sobre mujeres y cultura. Además de Jesica Fortuny, autora de la obra y protagonista del montaje homónimo, participaron representantes de diferentes ámbitos culturales y políticos, que aportaron una visión sólida y diversa del tema abordado (del mundo del teatro y la gestión cultural estaban Ángeles Fayos y M. Luisa Serra; del mundo político, Ana Noguera y Maria Such; y del mundo de la crítica de arte y musical, Marisol Salanova y Marta Moreira).

Escuchando las intervenciones del diálogo, se hacía bien patente la urgencia que tenemos, como sociedad, no sólo de visibilitzar a las mujeres actualmente, sino de crear discursos que permitan hacerlas visibles a lo largo de la historia. La idea no es nueva, pero todavía nos tenemos que exigir una alerta constante que nos haga entender la realidad –la de ahora y la de antes– con otros ojos. Y esto, como apuntó Maria Such, no es una tarea de las mujeres, sino de todas las personas; el feminismo, como tantos otros movimientos desarrollados durante el siglo pasado, trasciende sus fronteras originales y se convierte, así, en un catalizador de otros movimientos, un reto de mucha más dimensión. Todos aquellos que creemos en una sociedad más justa, más progresista y más igualitaria, donde los individuos y las colectividades puedan lograr sus metas en condiciones de libertad y respeto, todos aquellos que compartimos unos valores así, decía, tenemos que asumir el feminismo como uno de los elementos clave para conseguir estos objetivos. Y, como tantas otras grandes transformaciones, esta mirada con otros ojos no tiene que aspirar sólo a modificar conductas colectivas, sino sobre todo a cambiarnos íntimamente. Por eso todas las personas que tenemos responsabilidades culturales nos tenemos que implicar al máximo: porque la cultura es una de las herramientas más poderosas para conseguir esta transformación personal.

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