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El IVAM y sus locuras

Javier Caro

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“Hay que apretarse el cinturón por el bien de España y Valencia”. “Hay que trabajar más y cobrar menos por la situación nacional, por esta emergencia en la que nos hallamos”. “Y hay que dar gracias por ése trabajo”. Estas son las frases que nos han ido inoculando en vena para que comprendiéramos que el erario público estaba mermado por la vorágine despilfarradora de Zapatero. Frases demoledoras que iban aparejadas de una situación despreciable por cualquiera: paro, desahucios, recortes sociales, exclusión social... Aunque en esos años de sufrimiento en los que nos decían que la pérdida de derechos laborales era un drama irremediable, algunos seguían en un ola, más lenta, pero igual de satisfactoria, de modo permanente. La tijera suele cortar por los lugares más sensibles y por los más alejados a uno. ¿Quién recortaría en coches oficiales o en comidas pantagruélicas?.

Pero el arte está fuera de esa órbita para el PP, o al menos el negocio que existe en ese mundo minúsculo del arte pictórico y sus marchantes. Virginia Jiménez, que durante el lapso entre la destitución de Consuelo Ciscar y la elección de José Miguel G. Cortés, ocupó el cargo de directora del IVAM, decidió comprobar cómo se había dirigido el museo. Esa investigación no vino de la nada, no apareció un día porque el Consell quisiera airear sus miserias, sino por las presiones que ejercían asociaciones de críticos y artistas, y una ciudadanía que amaba el museo y por ende el arte, y que veían el olor a chamusquina en la gestión. Consuelo Ciscar llevó el mando del museo de arte moderno, con mano firme durante dos lustros. La directora no estaba en crisis, vamos, ni sabía lo que significaba ese concepto tan de moda en los últimos años de Zapatero y en la era Rajoy. En el Informe de Intervención de la Generalitat se ponen de manifiesto que en el IVAM se compraba sin mucho sentido y muy por encima del valor de mercado las obras. Ciscar, que también es mujer de Rafael Blasco, exconseller de solidaridad, que ahora duerme en la cárcel por malversar las ayudas para el tercer mundo, lo controlaba todo. Durante muchos años este matrimonio era el reflejo del poder en la capital, ahora uno está entre rejas y la otra ha quedado al descubierto. Seguramente pensarán: ¡qué nos quiten lo “bailao”!

Eran un matrimonio de nivel, uno Conseller de ¿solidaridad?, la otra, directora de un museo. Sin duda estaban en la ola que antes mencionábamos, en la cresta, viendo al resto como pobres hormigas. Blasco se gastó el dinero destinado al tercer mundo en el primero, comprando casas en el centro de Valencia. De 1,8 millones de euros para construir pozos de agua en Nicaragua sólo llegó el 2,5% a su destino.

El IVAM se transformó con ella en el museo más visitado de España y probablemente del mundo, esto es debido a la inexistencia de datos oficiales, así se los podían inventar, pero los que se han publicado, con más ficción que otra cosa, han sido 5.037.000 millones de personas entre 2009 y 2013. Según Fabra, el IVAM era el sexto museo de arte moderno en visitas del mundo. Todos los que hemos pasado por la puerta hemos podido comprobar las enormes colas que rodeaban el lugar, y la locura que se extendía por los alrededores para poder entrar. Sin duda la gente de todas partes del mundo deseaba visitarnos por el museo. Las publicaciones del IVAM las escogía Ciscar a dedo, sin que constara ningún informe, ¡qué más daba!, si la directora era sabia y elegía siempre bien, ¿para qué hacer informes o tener un equipo especializado?. Pero la locura en forma de despilfarro al más puro estilo de fiestero, lo descubres si coges el informe y analizas las compras que realizó el museo, puesto que cuando se pagaban los cuadros se incrementaba el valor de forma extrema. Dolores Ciscar no tembló al pagarle 32.400 euros al pintor portugués Julio Quaresma, por una obra, “De la Bestia Triunfante”, que en realidad estaba tasada en unos 2.000. Algo así como un 1.520% de más. Quaresma aún se frotaba las manos cuando vio la cantidad. Pero no sólo esa obra ha sido inflada a base del aire obtenido del erario público: A Javier Arce le debieron hacer chiribitas los ojos al ver que le pagaban 11.800 euros por una obra valorada en 2.500.

Consuelo era una mujer generosa, quería que los artistas se sintieran bien con el museo, que su trabajo tuviera una plusvalía que las tasaciones no les daban, pero, ¿quién sabía tasar mejor que ella?. Seguramente nadie, o al menos eso pensaría Dolores cuando al tenerlos delante de los ojos deducía el valor de una obra. Ella procuraba enderezar el rumbo de un museo sin objetivos en las colecciones, la forma de comprar era sencilla: ése es bueno para el fondo del museo y prou. Un fondo que también era solidario, pues prestaba sus caras adquisiciones a entidades públicas y privadas, para que no se dijera que la matriarca de la familia Blasco no era dadivosa. Frente a esa locura de gastos incontrolados y desmedidos, de los cuales hay muchos sin justificar, sobresale uno que es paradigmático, o al menos curioso, y es que la escultura de Gerardo “La Moneda, el tiempo y el laberinto”, no está en las dependencias del museo. Quizás algún duende se lo haya llevado, pese a que fue adquirida por contrato y figuraba como entregada. Pero ya se sabe con tanto cuadro y escultura en los almacenes uno puede perder cualquier cosa, o ¿alguna vez no habéis perdido un bolígrafo en vuestra habitación?. Pues lo mismo. Ahora Ciscar ya no manda en el IVAM, su marido tampoco está en el Consell, pues ha sido inhabilitado, pero como es una mujer muy ducha en el arte, seguro que le dibuja algún cuadro bonito para decorar las paredes grisáceas de la cárcel a su esposo.

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