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José Luis Ábalos, cómo sobrevivir en el PSOE hasta gobernar

Pedro Sánchez y José Luis Ábalos en el Congreso de los Diputados.

Adolf Beltran

Supervivencia es la palabra que mejor define al secretario de Organización del PSOE, a quien el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, otro superviviente, ha escogido como nuevo ministro de Fomento. Si hay que surcar aguas turbulentas, es bueno contar con alguien que ya haya afrontado antes algunas tormentas. Y Ábalos, 13 años mayor que Sánchez, es un curtido navegante de la política.

Cuando el flamante presidente del Gobierno se lanzó a las primarias para la secretaría general del PSOE en 2014 y casi nadie le conocía, José Luis Ábalos (Torrent, 1959) se convirtió en uno de sus principales apoyos. No ha dejado de serlo desde aquel tiempo en que el actual líder socialista presentaba a los periodistas su candidatura en la sede de UGT en Valencia y se quedaba a dormir en casa de su promotor.

Como en una imagen bíblica, ha contado Ábalos que le dejó “estupefacto” Pedro Sánchez, a quien casi no había tratado, el día que entró en su despacho a explicarle sin ambages que había decidido presentarse a las primarias. Desde entonces, ha sido su socio más fiel, en lo bueno y en lo malo, en la contrariedad y en la victoria. Lo que dice mucho del carácter de un político valenciano que tiene fama de rebelde y, al mismo tiempo, de saber jugar sus bazas en cada coyuntura para pactar hasta con el diablo.

Nadie le tiene que explicar a Ábalos, hijo de un extorero cuya carrera frustró la Guerra Civil y séptimo en una familia numerosa con siete hermanas, cómo funcionan las cosas dentro del PSOE. desde que en 1981 se afilió al partido tras un paso fugaz en los años setenta por el PCE. Desde la secretaría general de los socialistas en la ciudad de Valencia, hizo valer el peso de unos cientos de militantes fieles que, a la postre, siempre acababan teniendo un papel relevante en los movimientos internos de un partido sacudido por continuas guerras intestinas tras la derrota de Joan Lerma y la pérdida del poder en la Generalitat Valenciana en 1995.

Una coyuntura, la del postlermismo, en la que Ábalos apostó por la renovación en el partido al apoyar al secretario general Joan Romero, elegido en un reñido congreso en 1997. Una renovación que la dinámica involucionista frustró y que solo revivió en 2008 con la elección de Jorge Alarte frente a Ximo Puig. También entonces estuvo Ábalos, que había logrado sobrevivir formando parte de las direciones intermedias, con el nuevo secretario general.

El nuevo ministro de Fomento, maestro de formación y padre de cinco hijos, es un político profesional desde los años noventa y ha sido concejal, diputado provincial y diputado en el Congreso, así como vicesecretario general de los socialistas valencianos (2000-2004) y secretario general de la provincia de Valencia (2012-2017). Quienes alguna vez han pactado con él ante congresos, elecciones y maniobras internas en el PSPV-PSOE, a cuya secretaría general optó sin éxito en 2000 frente a Joan Ignasi Pla, destacan que “cumple siempre hasta el final”, aunque una vez superado el episodio pueda buscar otras alianzas.

Un ejemplo de esto último fue el congreso de los socialistas valencianos de 2012 en Alicante, donde Ábalos entró como aliado del secretario general saliente, Jorge Alarte, y salió, en efecto, formando parte de los perdedores, lo que no impidió que su posterior acuerdo con el nuevo líder, Ximo Puig, le permitiera meses después convertirse en secretario provincial de Valencia.

Esa personalidad partidaria, por llamarla así, la ha llevado al extremo con Sánchez, a quien acompañó en octubre de 2016 en el trance de la defenestración que dio paso a una gestora para propiciar la abstención que, a la postre, llevó a la investidura de Mariano Rajoy. Mientras el círculo íntimo de Sánchez que formaban desde los tiempos de José Blanco en la secretaría de Organziación del PSOE Antonio Hernando y Óscar López, dejaba clamorosamente en la estacada al secretario general, Ábalos se mantuvo a su lado.

En las primarias que, contra pronóstico y contra la vieja guardia del PSOE y su aparato, devolvieron a Sánchez en 2017 a la secetaría general tras derrotar a Susana Díaz, Ábalos fue casi el único apoyo orgánico de cierta relevancia con el que contó el dirigente, ya que la provincia de Valencia es la segunda, detrás de Sevilla, en número de militantes. Ese episodio lo entronizó con secretario de Organización y hombre de confianza.

Tras la sorprendente victoria de Sánchez en la moción de censura contra Rajoy, como era de esperar, Ábalos formará parte del Gobierno, del que suena también como portavoz. Lo hará en una cartera que le permite mantener sus funciones de secretario de Organización en el partido. Una posición que ya ocupó antes José Blanco con José Luis Rodríguez Zapatero en la presidencia. Un precedente del que Ábalos sacará sin duda sus propias conclusiones, mientras fuma uno de esos cigarrillos que no consigue dejar.

Ya ha dicho que la situación del PSOE en el Congreso, con 84 diputados, obligará al Gobierno a “compartir mucho” y a “hablar mucho”. Inédito en materia de obras públicas e infraestructuras o vivienda, y no digamos en relación con las autopistas quebradas que encontrará nada más llegar, Ábalos sabe bastante de “hablar” y “compartir” . Su currículo es, en definitiva, la historia de una permanente negociación.

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