Hace unos días las redes sociales se revolvían ante el anuncio de Amazon de utilizar en un futuro drones para hacer llegar los productos por aire directos a sus clientes. Como suele pasar en este tipo de anuncios de interés viral, algo cercanos al marketing del trending topic, surgieron las más variadas especulaciones.
Es difícil saber cuándo podremos ver estos aviones no tripulados adaptando su vuelo a hechos tan cotidianos como la compra, o hasta dónde llegará el avance del comercio online –sin duda imparable-, pero noticias como esta abren también un debate interesante sobre el futuro de nuestras ciudades. El comercio con drones solo sería un paso más en la dinámica de tecnificación e informatización al que se estarían sometiendo todas nuestras prácticas.
La rutina cotidiana de la calle se está sustituyendo por una versión futurista que transforma la existencia del espacio compartido tal y como lo entendemos: aquellos que transitan cada mañana para ir al trabajo podrían dejar de hacerlo, porque podrían trabajar desde casa; el cartero que va repartiendo cartas empieza a ser reemplazado por el correo electrónico; cada vez resulta menos común acercarse al kiosco a por el periódico de la mañana; o algo que hasta ahora había requerido tanta atención como conducir podría automatizarse en un tiempo no muy lejano y dar a cada coche usos múltiples, cambiando la forma de ordenar y gestionar el transporte en las ciudades. La mayoría de estas prácticas, lejos de especulaciones son ya realidades, o podrían estar muy próximas.
Ante esta transformación, ¿los espacios públicos están abocados a su desintegración? Afortunadamente, todo parece indicar que no se trata de una desaparición, sino de una transformación que cambiará radicalmente la forma de comprender los espacios e incluso podría aumentar sus usos. Nos encontramos en un proceso de tecnificación incomparable al de casi cualquier tiempo anterior en el que se están modificando los modos en que se desarrollaban las rutinas en el sistema previo a la era de la información. La flexibilidad y la inmediatez son factores esenciales en este nuevo tiempo. También el contacto entre individuos permanente es una nueva constante, aunque muchas veces implique la evasión del lugar en el que nos encontramos, imbuidos por las pantallas y el flujo de información, que nos hacen obviar el lugar por el que transitamos o las personas con que nos encontramos.
No cabe ser catastrofistas: el espacio es aquel lugar donde se produce la expresión de los procesos sociales, allá donde se generan los intercambios relacionales y donde se seguirán produciendo, como defiende el sociólogo Manuel Castells en su obra La era de la información (2001). De acuerdo con este autor la ciudad y las rutinas cambian constantemente, pero la relación con el espacio no va a desaparecer en el futuro: “los lugares de trabajo, los colegios, los complejos médicos, las oficinas de servicios al consumidor, las zonas de recreo, las calles comerciales, los centros comerciales, los estadios deportivos y los parques aún existen y existirán y la gente irá de unos lugares a otros con una movilidad creciente debido precisamente a la flexibilidad recién adquirida por los dispositivos laborales y las redes sociales: a medida que el tiempo se hace más flexible, los lugares se vuelven más singulares, ya que la gente circula entre ellos de acuerdo con un patrón cada vez más móvil”.
Tener la posibilidad de recibir un libro en casa no tiene por qué implicar dejar de ir a comprarlo a la librería. No es casualidad que en estos tiempos se estén reinventando procesos como el de la relación entre libro –o librero- y lector: librerías que tratan de aportar un valor añadido que no nos podría dar un dron; igual que se están reinventando los mercados de los barrios, los estudios profesionales o las cafeterías. Se trata de adaptar los proceso a los nuevos tiempos, buscando aquellos intercambios que aportan un valor añadido; ir a una librería no pretende simplemente abastecer una demanda de consumo –leer-, sino también busca una aportación cultural, un intercambio relacional o disfrutar de una experiencia satisfactoria.
Castells apunta que será la interacción entre los procesos de cambio social y las nuevas tecnologías las que tendrán mayor impacto sobre el futuro de las ciudades. Esa interacción variará las formas espaciales de conducta generando un espacio de flujos que nos llevará a un modelo social diferente; y al mismo tiempo esa misma interacción hará que las características históricas, territoriales e institucionales de cada lugar condicionen el futuro de los espacios.
Es precisamente en la capacidad de condicionar el futuro donde se encuentra nuestro máximo poder de decisión sobre el devenir de los espacios, y ese condicionamiento se ha de producir a través de la gestión del presente. Existen iniciativas y herramientas que desde el mundo virtual pretenden ir más allá y exprimir al máximo los usos de los espacios públicos a partir del cambio de paradigma. El desarrollo de la tecnología ha de venir marcado por nuestra capacidad de comprender las necesidades, y dotar a las respuestas de la tecnificación que permita satisfacerlas en el futuro.
Debemos comprender las transformaciones sobre el espacio público derivadas de los cambios tecnológicos, pero no podemos dejar que nuestro futuro dependa de estos. Hemos de actuar de forma consciente, generando los condicionamientos sobre los que queremos que se construyan los espacios públicos del futuro. Hacerlo nos permitirá actuar de forma consecuente sobre la ciudad para adaptarla a las necesidades de las personas. A pesar de lo que anuncie Amazon la solución no vendrá del cielo, sino de los espacios de los que nos apropiemos, y no olvidemos que eso está en nuestras manos.
Hace unos días las redes sociales se revolvían ante el anuncio de Amazon de utilizar en un futuro drones para hacer llegar los productos por aire directos a sus clientes. Como suele pasar en este tipo de anuncios de interés viral, algo cercanos al marketing del trending topic, surgieron las más variadas especulaciones.
Es difícil saber cuándo podremos ver estos aviones no tripulados adaptando su vuelo a hechos tan cotidianos como la compra, o hasta dónde llegará el avance del comercio online –sin duda imparable-, pero noticias como esta abren también un debate interesante sobre el futuro de nuestras ciudades. El comercio con drones solo sería un paso más en la dinámica de tecnificación e informatización al que se estarían sometiendo todas nuestras prácticas.