Alberto Fabra lo tiene difícil en 2014 para hacer propósitos de año nuevo realistas, es decir, que se cumplan, o al menos que parezca que se cumplen, que para un mal político es lo mismo. Para ponerse en forma, al president no le basta con apuntarse a un gimnasio, como al común de los mortales, pues la carrera a la candidatura 2015 está plagada de grandes obstáculos, internos y externos. Luchar contra los rivales locales de su partido y sus familias políticas, ganarse al PP de Madrid, mejorar la gestión de la Comunidad, darle la vuelta a las tendencias de intención de voto que empiezan a asomar y no salir con la imagen tocada por los juicios por corrupción que afectan a los populares es más que un triatlón.
2014 no va a ser un año fácil ni feliz para Fabra ni para el PP valenciano, pues después de casi 20 años en el poder, el castillo con cimientos de barro comienza a tambalearse. 2013 acabó con un presagio metafórico muy claro: el Palau, símbolo de la ostentosidad y el poderío económico y político de unos dirigentes que se creían imparables, intocables e inexpugnables se cae a trocitos. Y de la misma forma, poquito a poco, como un grifo que gotea, se le han ido sumando a los populares hasta 100 cargos públicos imputados en casos de corrupción, de ellos una quinta parte de sus diputados de Les Corts y diez ex consellers, pues la justicia es lenta pero ha acabado mostrando que esto no era un “quítame allá esos trajes”, sino una grande y brillante manzana podrida por dentro. Los gusanos de Gürtel, Brugal, Cooperación, Bankia, Noos… empiezan a asomar por la piel.
El árbol florido cuya copa sostenía el boato de los grandes eventos y las construcciones faraónicas tenía raíces enfermas, a fuerza de ser inundadas con el agua putrefacta del clientelismo y la avaricia. Ahora que las flores marchitas caen empiezan a asomar los frutos del despropósito: una educación, una sanidad y una atención a la dependencia raquíticas y secas; el monstruo del paro; las fauces de la pobreza; la nauseabunda corrupción, los impagos que ahogan a empresas y a perceptores de ayudas…
Como pez en un charco de lodo, Fabra se resiste a la muerte política y da sus últimas bocanadas: se envalentona y, pensando que el vil metal causa amnesia en los electores, saca la bandera de la injusta financiación autonómica y anuncia en su discurso navideño que no va a consentir que se trate a la Comunidad Valenciana de forma distinta al resto de España… Pero para que nadie le confunda con lo que no es, las peticiones patrióticas de corte económico se acompañan desde hace un tiempo con un valencianismo rancio y cutre, que enseñará en la escuela como se peina un buen rodete y como se abomina de un catalán. Además, intenta hacer un guiño pelotero a sus jefes nacionales para que no lo tomen por disidente y defiende la reforma del aborto, con lo que no sólo no se gana a Madrid, sino que se echa encima a parte de sus compañeros de partido y seguramente a gran parte de su electorado.
Porque Rajoy está en otra cosa que no es pescar al president del charco y soltarlo en alta mar. Se ve que Fabra no mide bien sus reservas de oxígeno y hace unos días se descuelga de la mano de su ascendida amiga Johnson con el anuncio del maná madrileño en forma de 1.500 millones. Poco tardó la capital en desmentirlo.
Con las arcas vacías y en un circo con los enanos cada vez más crecidos, a los flacos populares todo se les va volviendo pulgas: al despilfarro de la Fórmula 1 y de los clubes de fútbol, que siguen dando titulares, añaden sin necesidad a última hora el torpe desatino de RTVV y la petición de indulto al de Orihuela, mostrando que ya van dando palos de ciego.
En este concierto del patetismo, el instrumento de la propaganda popular suena cada vez desafinado, pero estos músicos, sin la dignidad de los del Titanic, se aferran al barco hundido e insisten en no reconocer errores, ni los de ahora ni los del pesado lastre de Camps. Por eso, por las realidades y por los discursos de humo que ya no consiguen taparlas, algo se está moviendo en la Comunidad. Las protestas en las calles han aumentado en número y en grosor, y las encuestas empiezan a mostrar un posible cambio de tendencia en el voto. Los socialistas acaban de dar a conocer una encuesta que quita la mayoría al PP, que no podría gobernar ni con el apoyo de UPyD y permitiría un Gobierno de izquierdas, pero a esta consulta se le pueden poner las salvedades de estar encargada por el propio PSPV. Sin embargo, un sondeo anterior, de la empresa ODEC, lanzaba resultados similares, incluso antes del cierre de Nou y sus posibles repercusiones. Aunque el PSPV sería el mayor beneficiado, al poder encabezar un supuesto gobierno, los que realmente ascienden son UPyD, Compromís y EU, y las líderes de estos dos últimos partidos Mónica Oltra y Marga Sanz son las únicos que aprueban en las valoraciones de los ciudadanos.
Hay un dato indirecto que da un valor añadido a estas previsiones: los populares han sacado a pasear el fantasma del tripartito radical. En cualquier caso, las tendencias no son votos depositados y la mayoría que el PP seguiría detentando es un factor variable y difícil de batir. La segunda fuerza política debe lidiar además con el descrédito general de los partidos mayoritarios y con el particular que arrastra por la segunda legislatura de Zapatero. Este segundo lastre lo han aprovechado los populares y una oposición socialista valenciana con poco empuje no lo ha sabido contrarrestar. Parece que Ximo Puig tiene mejores competencias y mejores papeletas que Alarte, pero a pesar de ello, su partido bajaría en escaños.
Sí han aprovechado con éxito la situación Compromís (con líderes cuya presencia y aumento de repercusión pública se nota, aún al margen de los sondeos) y EU; ambos tienen la ventaja de no tener el desgaste de estar en el poder y pueden abanderar con credibilidad el discurso progresista y ético. UPyD también saca buena tajada, pues se llevaría gran parte del voto popular (lo que nos ayuda a colocar a una formación que no se define ideológicamente más bien en el centro-derecha) y lograría entrar de forma holgada en Les Corts.
En menos de un año y medio conoceremos la verdad en forma de elecciones y, dentro de cinco meses, tendremos un aperitivo orientativo con los comicios europeos. La espera hasta la primavera de 2015 puede ser muchas cosas menos aburrida. Será interesante ver cómo los jugadores mueven ficha en el tablero de un juego que, por primera vez en mucho tiempo, promete emoción.