Julian Assange: ¿periodista o espía?
“Si dellà de la paraula teniu encara un mot per dir,
pur com la brisa matinera, clar com l’estel de l’alba,
fort com el vi de les terres costeres, net i novell com
la sentor de les gleves girades, no proveu pas de dir-lo:
us escurçaran la llengua“.
J. V. Foix, Sarrià. ‘Darrer Comunicat’, 1935
La liberación en el corazón del liberalismo británico del activista mediático fundador de la agencia WiKileaks, además de ser una excelente noticia humanitaria ha supuesto un duro golpe a la Libertad de Prensa como principio universal recogido en la Primera Enmienda de los EE. UU. nación de países que ha perseguido al divulgador australiano hasta el día de San Juan de 2024. Doce años de caza y captura son suficientes para derrotar la resistencia de cualquier persona amenazada con la cadena perpetua esgrimida por los jueces norteamericanos. El dilema es si Assange será reconocido( ya ha sido pluripremiado) en los anaqueles de la historia como periodista de investigación o bajo la denominación de espía, por el delito que finalmente ha reconocido en las Islas Marianas, ante un juez estadounidense, al aceptar la condena, precisamente por los años, meses y días que ha permanecido privado de libertad y acusado de los más variopintos delitos de traición a la seguridad nacional yanqui o de depravación sexual en Suecia.
Mazazo a la prensa
Es un respiro vital para Assange que recupera su libertad de movimientos y un mazazo a la libertad de prensa, de información, de expresión que inspiran la labor de los periodistas. A partir de ahora no volverán a sentirse seguros en el ejercicio de su profesión en ningún lugar del mundo. Coincide el veto a un centenar de medios de comunicación en la Rusia de Putin con la necesidad comprensible de aceptar el cargo de espionaje –que todos sabemos que no se ha probado– ante la primera potencia del mundo (USA) sólo para poder recuperar la libertad personal de vivir con su familia, respirar aire puro y ver la luz del sol. Las purgas rusas y las andanzas siniestras del macartismo estadounidense ya dieron pie a las serias advertencias de los apóstoles del periodismo universal. George Orwell, autor laureado de de “Animal Farm” (Rebelión en la Granja) ya advirtió a los se apoyan en métodos totalitarios de que se enfrentan a la revancha de que esos mismos métodos acaban siendo utilizados ‘contra ellos y no por ellos’.
Controlar los medios
Los periodistas de nuestro entorno territorial y en el tiempo, ya se han enfrentado al cáncer de la democracia que es la censura. La que hemos tenido que soportar de facto –algunos la padecimos como censura previa,la más deleznable, en el Estado de Excepción de 1969, aplicada por Manuel Fraga Iribarne, fundador del Partido Popular, en los estertores de la dictadura franquista–.La más sutil se sigue produciendo a diario bajo la advertencia, la coacción y la amenaza , el vicio más destacado de los miserables. El que provoca la versión más dura para los periodistas y para los medios informativos que es la autocensura para salvaguardar los ingresos publicitarios, el puesto de trabajo ya escaso, la supervivencia personal y familiar o las posibilidades de promoción y subsistencia. De todas estas fórmulas las víctimas inocentes son la sociedad, la pluralidad informativa y la salvaguarda de la verdad, a modo de bien inmaterial que nada ni nadie tiene derecho a malversar ni a falsear. Y como telón de fondo la causa de la libertad y la democracia, que queda inerme sin poder acceder a la diversidad informativa sin coacciones ni chantajes. La invasión del espacio de la libertad de expresión, que debería ser salvaguardada por los gobiernos y las constituciones, llega a la estrategia de los grupos de presión e influencia para inmiscuirse en el ejercicio del periodismo mediante la utilización capciosa y espuria del caudal publicitario – a menudo proveniente de las arcas públicas– y a la adquisición y control de los medios de comunicación y sus cadenas para cercenar cualquier posibilidad de libertad informativa y de opinión.
No callaremos
No hace mucho, indagando por tierras catalanas de Lleida, en la plaza porticada más grande de Catalunya, la plaça Mercadal de Balaguer, cubría toda la fachada del Ayuntamiento una pancarta para dejar clara la decisión del pueblo, que todos entendían con un enorme: “No callarem”. El 24 de junio de 2024 el periodista, activista o espía australiano Julian Assange fue liberado tras doce años de cautiverio y varios años más de acoso y persecución por los poderes más relevantes del mundo. siete años confinado en la Embajada de Ecuador en Londres y cinco más en Belmarsh, la prisión británica de alta seguridad, en la que en la celda de 2x3 metros cuadrados, en cuyo reducido espacio pasaba 23 horas al dia y en la que sufrió el régimen que correspondía a los criminales más despiadados y a los terroristas considerados muy peligrosos. Así cualquiera claudica. Si bien el mundo civilizado ha de sentir satisfacción y descanso por la liberación de Assange, es un síntoma de debilidad intrínseca el alto precio que ha tenido que asumir Julian y su entorno familiar, con el reconocimiento del delito de alta traición por espionaje, cuando se le ha acosado por las grandes potencias simplemente por captar y difundir acontecimientos verídicos que afectan a poderosos gobiernos estatales en pie de guerra. Los que consideraban que se difundió información de alto riesgo, clasificada peligrosa para, principalmente los EE.UU. y otros países de su área de influencia.
USA en la picota
La persecución implacable al activista- periodista y empresario, Julian Assange ha puesto de manifiesto la fragilidad de los principios básicos de la libertad de prensa, teóricamente amparados por la Primera Enmienda de los EE.UU., país que ha alardeado de ser el baluarte del derecho a la información, base de la democracia en el mundo libre. En Estados Unidos están los centros formativos y universitarios más prestigiosos del mundo (Universidad de Columbia o la de Harvard) así como los premios periodísticos afamados (Pulitzer) y los medios de comunicación de pretendida solvencia. Especialmente cuando se inmiscuye el poder de la política y el del dinero. Los regímenes autoritarios y dictatoriales se manifiestan como enemigos acérrimos de la libertad de expresión con el ejercicio de la restricción informativa y la censura previa a todos los medios de comunicación y a sus profesionales. Los periodistas que adquieren la clasificación de peligrosos y objeto de estricto control por todos los procedimientos conocidos, legítimos o no.
Derecho a la vida
Julian Assange, personaje peculiar que ha sido cuestionado, como periodista, por bastantes medios de comunicación, asociaciones, círculos y conciliábulos selectos de la profesión, ejerció el periodismo quizás sin la formación y la experiencia necesaria para no romper los moldes de un oficio escasamente salvaguardado, precisamente por quienes ahora quieren pontificar y establecer quien es o no es periodista. Hoy por hoy ejercer tareas periodísticas y vivir de ellas es suficiente. Assange lo cumplió y en aras a divulgar la verdad, políticamente correcta o no, ha sufrido un calvario al que la actual Administración estadounidense ha querido poner punto final a cambio de admitir concesiones inaceptables desde la dignidad y la justicia, pero comprensibles desde el derecho de toda persona a vivir en libertad.
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