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CV Opinión cintillo

Ocho desafíos para el 8-M

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1. Esencia. «No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas». El famoso alegato de Mary Wollstonecraft –sencillo, directo y eficaz dos siglos después– nos advierte de la esencia del feminismo. No es una lucha contra los hombres, sino contra las estructuras machistas que discriminan a las mujeres. Una combinación de igualdad, libertad, autonomía, derechos y oportunidades para las mujeres. Eso es. Que nadie nos confunda.

2. Unidad. En estos tiempos de turbulencias y grietas innecesarias, lleva toda la razón la filósofa Concha Roldán: «Son muchos los feminismos, y está bien que prolifere esa pluralidad, siempre y cuando todas sigamos defendiendo ‘un feminismo’, en singular». ¿Cuál? Un feminismo comprometido con erradicar la subordinación, la marginación, la explotación, la dominación y la violencia contra las mujeres. No perdamos la brújula. No perdamos la unidad.

3. Confinadas. Ha sido un tiempo duro para todos, pero durísimo para todas. Las mujeres han sufrido, más aún, los efectos sociales de la pandemia. La Covid nos ha colocado frente a un espejo más incómodo del que percibíamos. Mujeres maltratadas aisladas en su hogar con sus maltratadores. Mujeres con empleos precarios que han acusado más el impacto laboral a corto plazo. Mujeres obligadas a teletrabajar, a cuidar de los hijos sin colegio, a atender a sus mayores vulnerables y a tener que sobrevivir. Y todo ello, a la vez. La pandemia no ha sido igual para toda la ciudadanía.

4. «Cuidatoriado». La socióloga María Ángeles Durán ha puesto nombre al trabajo de cuidados que sostiene la sociedad y que entra en pocas estadísticas. El «cuidatoriado» agrupa a esa clase social sin conciencia de serlo que se dedica a cuidar de otros, casi siempre de forma gratuita, casi siempre mujeres. Es una palabra para la reflexión: cuidatoriado. Las luchas –ya pasó con el proletariado– comienzan cuando se identifica que un problema lo es. Ahora toca avanzar en las soluciones. Y propongo tres «erres» con los cuidados: revalorizarlos, reforzarlos y repartirlos. Y eso nos interpela a todos. Las empresas deben contribuir con planes de igualdad que traspasen el papel. Las instituciones deben ampliar la red de servicios públicos. Y los hombres deben comprometerse, cada día más, en la corresponsabilidad de los cuidados.

5. Hombres. Coincido con Octavio Salazar: Queda mucho camino para que los hombres tomen conciencia crítica de las desigualdades que lastran a las mujeres y asuman un papel crítico y activista con respecto a la masculinidad dominante. Ese despertar masculino es crucial para que el feminismo sea hegemónico. Mirar hacia otro lado o la media sonrisa ya no valen. No son una opción.

6. Aquí y allá. En nuestro entorno hay mucho que avanzar, mucho que mejorar. Sin embargo, como en toda gran causa, el feminismo no puede olvidar su carácter internacionalista. No podemos olvidar a las 279 niñas nigerianas liberadas esta semana tras un macrosecuestro más de menores. No podemos olvidar a las tres presentadoras de televisión asesinadas a tiros el martes en Afganistán. No podemos olvidar a las diez mujeres que cada día matan en México por el feminicidio que no cesa. Todo ello nos concierne. Y nos da la medida de este urgente reto.

7. Trabajadoras. En 1977, las mujeres trabajadoras representaban el 28,5 % del empleo total de la Comunitat Valenciana. Cuatro décadas después son más del 44 %. Es un gran avance. Pero con lagunas inaceptables. La brecha salarial sigue siendo insultante. Nueve de cada diez excedencias por maternidad/paternidad las piden las mujeres. Y los contratos a tiempo parcial por cuidado de menores o enfermos son de las mujeres en el 94 % de las veces. No es razonable que las decisiones que afectan a la vida laboral y familiar estén tan desequilibradas.

8. Basta ya. Basta ya de privilegios y dominios. De mantos de silencio. De estructuras de opresión superpuestas (por sexo, por clase, por raza). De cibermachismo y acoso en las redes. De violencias simbólicas –tantos cuerpos femeninos representados en horizontal, débiles y pasivos– que anteceden a las violencias físicas. De referentes invisibilizados en el espacio público que deberían sustituir los viejos estereotipos caducos. Basta ya de desigualdad por sexo. Es la gran causa política de nuestro tiempo. ¿Porque afecta a la mitad de la sociedad? No: porque afecta a la dignidad, a la decencia y al progreso de toda la sociedad.

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