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A quien lea

Las razones perdidas

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“Apàtrides extasiats

amb la passió del retorn

idearen el parany d’Ítaca.

Una vegada més, els savis

pronosticant l’edat del somni,

esdevingueren còmplices de la història“.

Lluís Alpera, València. Els fidels dits del cant (1990)

Las oportunidades perdidas forman parte del bagaje que lleva una sociedad a sus espaldas en el capítulo del debe. Nadie está en el bregar diario para perder el tiempo y menos los políticos. Algunos piensan que con ocupar un acomodo ya han cumplido el encargo, sobre todo si conlleva un sueldo que nadie explica al contribuyente. Hay políticos, farsantes e impostores , que prefieren situar a inútiles e ineficientes para cerrar el paso a los idóneos si les pueden hacer sombra. Rodearse de los mejores es el mayor acierto. Quienes no se esfuerzan por trabajar ni discurrir, emplean su tiempo en conspirar. Son doblemente siniestros: no cumplen su misión y desde la inconveniencia, impiden las posibilidades de los capacitados para resolver y solucionar. ¿Quién acabó con el Bloc Nacionalista Valencià? ¿Quién quiso anexionar Compromís a Podemos? ¿A quién se le ocurrió desfigurar el Bloc en Més Compromís? ¿Por qué? ¿Quién decidió integrar Compromís en Sumar? ¿ La formación que lidera Yolanda Díaz, proveniente de IU y aupada por Podemos, asumirá los ejes territoriales periféricos y centrífugos consustanciales con el ADN de Compromís? De la respuesta, honesta y fundamentada, a estos interrogantes depende el futuro de la causa valencianista ¿Valdrán los rescoldos de lo que hay o habrá que pensar en la fórmula transversal , comarcal y poliédrica de antaño?

Responsabilidades

La política valenciana acusa la lacra del enrocamiento y la improvisación. Los ocho años de gobierno del Botànic en la Generalitat y de la Nau- Rialto en el Ayuntamiento de València, se han visto acrecentados con ocho meses de vacilación post-derrota. Perder es humano y exige reacción. La pinza PP-Vox no ganó, perdió la izquierda. Ha llegado el momento de hacer balance. Los gobiernos y las coaliciones mientras se mantienen han de ser solidarios y sus socios tienen que apoyarse mutuamente para cumplir el mandato de las urnas que les permitió ejercer poder. De nada sirve espiarse y mirarse de reojo. No vale que los protagonistas del  pacto de gobierno entren en un pulso para echarse unos a otros las culpas, en vez de asumirlas con humildad y trabajar para que no sea posible el próximo revés. Obsesionarse con el hundimiento del socio imprescindible es la forma más segura de cavar tu propia tumba.

Estafa electoral

Los protagonistas de los pactos. llamados “progresistas”, del Botànic y de la Nau-Rialto, tuvieron la fortuna de conformar mayorías parlamentarias en 2015 y 2019. No la suerte, sino la grave responsabilidad de aportar a la sociedad los elementos y las directrices que corresponden al segmento de pensamiento y preferencias de quienes militan y de los que votan a sus partidos. Los políticos efímeros ignoran los compromisos adquiridos con sus electores en el mismo momento de conseguir el cargo en el horizonte con los cuatro años reglamentarios. Yerran cuando desperdician el tiempo que no dedican a cumplir lo que se comprometieron en su contrato electoral. Tras los ocho años transcurridos de gobierno del Botànic, el País Valenciano y la capital, tendrían que ser mucho más libres, plurales, equitativos, modernos, cultos, innovadores, y eficientes en el gasto y en la gestión. Transcurridas dos legislaturas no debería resultar tan fácil a los reaccionarios ir directos a la involución y al derribo democrático. No solo se trata de aportar iniciativas y políticas innovadoras y beneficiosas, sino además de evitar la pérdida y el deterioro de entidades e instituciones, que cuestan muy poco de liquidar y mucho esfuerzo para rehabilitarlas. Que sean posibles y activas.

Bazas perdidas

Los gobiernos de Ximo Puig (acompañado de Compromís y Podemos) y de los ayuntamientos presididos por Joan Ribó, han mantenido carencias y consumado errores. El país y la ciudad adolecen de falta de inteligencia aplicada y de conocimiento en sus entretelas. No modernizaron la urdimbre social de talante e idiosincrasia. De nada sirve cambiar la cáscara si se mantiene el núcleo duro. El empeño gratuito de reincidir en el desaire y la provocación. Entorpecer la ampliación del Puerto de València cuando las consecuencias se consumaron diez años atrás con la finalización del perímetro de escollera de hormigón, contra la que nadie rechistó. El Puerto de València verá su muelle norte terminado porque está predeterminado por el Estado desde 2013. Los representantes políticos, de Generalitat y Ayuntamiento, solo tenían la opción de negociar las cautelas y las mejoras alcanzables para la ciudad en el entorno portuario, que ahora se van a endurecer más para los valencianos. El Corredor Mediterráneo de ferrocarril, después de dejar su reivindicación programática en manos de lobbies empresariales, prosigue en el largo peregrinar, que tantas veces se ha paralizado exclusivamente por razones políticas. Mazón (PP) no ha hecho nada para desbloquearlo, más que subirse al pescante de la aprobación por el gobierno de Pedro Sánchez (PSOE con Sumar). Feria València, con el segundo recinto mejor dotado y con mayor capacidad de toda Europa, sufre un deterioro insuperable, en el que comparten responsabilidad la Generalitat –conselleria de Economia– , con el Ayuntamiento, propietario del suelo y de la edificación de Feria València. Fui testigo– como miembro del Patronato–de que se alcanzó la solución consensuada, aprobada y firmada por las partes, hasta que en 2019 la miseria de la discordia, la desavenencia y la ambición, la hizo imposible. El consistorio ha renunciado a la presidencia indeclinable, que le corresponde a la ciudad, en el Patronato de Feria València o del órgano de gobierno que le suceda. La ciudad se queda sin Feria centenaria y la economía valenciana sin el instrumento comercial y competitivo que no ha hecho más que crecer desde 1917 hasta el desfalco del PP que quedó al descubierto en 2015. Las cinco Cámaras de Comercio de la Comunidad Valenciana --Alcoi, Alicante, Castelló, Orihuela y València–, son competencia de la Generalitat, que se ha tragado, sin modificación alguna, la ley autonómica e Cámaras de 2015 aprobada in extremis por el Consell de Alberto Fabra (PP) –sabían lo que hacían– y además se ha flagelado con un Reglamento que no ha corregido lo legislado contra la independencia institucional de las Cámaras, por el Partido Popular en 2014. Todo para no trabajar ni ocuparse de su responsabilidad. Las Cámaras de Comercio desarboladas por Zapatero en 2010, son hoy borroso recuerdo de lo que fueron y una rémora desnaturalizada del tejido empresarial. Con su declive se ha perdido la oportunidad, con historia y prestigio europeo e internacional, para prestar servicios a las pequeñas y medianas unidades de negocio, acorde con los intereses generales de la economía.

Sin financiación no hay autonomía

En el campo de la financiación autonómica, en vez de haberse sometido a la inaceptable regla del “café para todos”, la Generalitat –la de antes y la de ahora– debería alinearse con las autonomías que padecen el mismo problema por la deuda crónica con el ministerio de Hacienda. Su tratamiento humilla a los valencianos y los ha condenado sin desarrollo, sin autogobierno de facto y a la precariedad autonómica. Derechos indispensables a la hora de decidir el destino de sus políticas específicas, fundamentales para ganar elecciones y para alcanzar el bienestar de los ciudadanos. De la adecuada solución de la reforma de la financiación autonómica depende el futuro del Estado Autonómico consagrado por la Constitución de 1978. La falta de una política cultural eficaz tanto en el campo de la formación como en las acciones que permitan cultivar las artes y el conocimiento, es significada porque ni tan siquiera ha sido esbozada desde 1995 hasta el 2024. La carencia de un plan de reindustrialización para el País Valenciano, condena al territorio y a sus habitantes a emplearse en servicios y en conglomerado turístico, aquejado de precariedad y estacionalidad. Ocupaciones de mala calidad y escasa cualificación que deterioran el nivel de renta y las expectativas de desarrollo económico a medio y largo plazo. En el sector agroalimentario se desconoce la existencia de un plan estratégico para modernizar y optimizar las producciones, variedades y la comercialización. Se rigen por los esquemas de hace cincuenta años para los cultivos y procesos de transformación de los sectores más relevantes: citrícola, vitivinícola, hortofrutícola, arroz, flores y plantas, entre otros. La agricultura valenciana se encuentra abandonada a su suerte, sin ordenación ni directrices para proteger y optimizar los resultados, desde las consellerias de José María Coll Comín y Lluís Font de Mora (1982-1993), nombrados por Joan Lerma. Las consecuencias graves de la inutilidad se reflejan en el abandono del medio rural, la pérdida de puestos de trabajo, el éxodo sociológico en pueblos y comarcas . Mientras que en las zonas costeras y con expectativas turísticas, la única cosecha que se espera es la del ‘ladrillo’, ligada a la especulación inmobiliaria y urbanística que acrecienta desigualdades territoriales y rebaja los niveles de renta. Lo que motiva la colonización foránea de los negocios ligados al turismo, sin arraigo ninguno ni garantía de continuidad.

Ítaca al fondo

Los políticos no pueden permanecer impasibles ante el desmoronamiento de facetas irrenunciables para su acción de gobierno. Un país exige una edificación con diferentes cuerpos y alas funcionales. Trasciende la miopía política cegada por los intereses partidistas. Su futuro depende del éxito coordinado de todas las partes que proporcionan sentido al conjunto. Es positivo que la política autonómica refuerce la visibilidad y proximidad con sus administrados. Los guetos y las colmenas burocráticas contribuyen al alejamiento de las sedes cívicas, –donde se gesta lo que afecta al ciudadano,-- si se ubican fuera de los circuitos utilizados por la gente corriente. La urdimbre autonómica requiere inteligencia, recursos y apoyos para consolidarse, a pesar de las conocidas confabulaciones contra la pluralidad, la diversidad y el progreso.