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El PP de Valencia y el congreso de nunca acabar

Isabel Bonig junto al presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy.

Adolf Beltran

En otro partido sería poco probable una situación similar. Un congreso provincial bloqueado porque la dirección nacional no quiere que se enfrenten dos candidatos, sino que pacten una lista única, a lo que se resiste la dirección regional. El carácter fuertemente centralizado del PP permite que el congreso provincial de Valencia no tenga fecha, cuando ya se han celebrado los de Alicante y Castellón (con candidato único en ambos casos) tras el cónclave autonómico que revalidó a Isabel Bonig como líder en la Comunidad Valenciana.

El coordinador general del PP, Fernando Martínez Maíllo, lo ratificó este lunes. El congreso provincial se celebrará cuando esté garantizado “un clima mínimo de acuerdo y de consenso”. El también vicesecretario de Organización no descartó que el PP de Valencia pueda acabar dirigido por una gestora.

“Los partidos divididos no ganan las elecciones”. El secretario general de Valencia, número dos en la estructura provincial, el exdiputado Vicente Ferrer, repite el mantra que justifica en el PP una gestión tan curiosa de sus discrepancias. Y lo hace en una grabación que ha corrido de mano en mano en las filas populares. Ferrer fue grabado sin saberlo en una cena convocada en el distrito de Trànsits, en Valencia, criticando la actitud de Bonig y la situación interna, que calificó como “un lío del carajo”.

El lío tiene su origen en que al actual presidente provincial, el diputado autonómico Vicente Betoret, una persona de confianza en la sede del PP en la madrileña calle de Génova, le salió una opositora auspiciada por la propia Bonig, la portavoz en la Diputación de Valencia Mari Carmen Contelles. Más tarde se sumó a la fiesta la exalcaldesa de la Font de la Figuera María José Penadés, que también lanzó su candidatura.

Desde Génova, se puso el veto al proceso en cuanto se comprobó que el choque iba en serio. Bonig necesita consolidar su poder con el control de la más importante de las tres organizaciones provinciales, dado que la de Alicante está en manos de José Ciscar y la de Castellón, ahora, de Miguel Barrachina. Y la dirección que preside Mariano Rajoy no está por darle ese margen permitiendo que sitúe al frente a una persona de su confianza.

Como revela la grabación de Vicente Ferrer, los de Betoret critican a Bonig por su pretensión de ejemplaridad ante los casos de corrupción que asolan el PP valenciano. Se quejan de que medidas como la de apartar a los concejales de Valencia imputados en el caso Taula dan munición permanente a la izquierda. Eso permite que los de Contelles arrojen sobre el otro sector sombras potencialmente nocivas para el partido. Pero entre los seguidores de la portavoz en la Diputación hay también gente salpicada por investigaciones judiciales. La corrupción es una enfermedad endémica en el PP valenciano que sus dirigentes están lejos de atajar.

La pérdida del poder institucional ha sido la única medida eficaz para detener lo que parecía una sucesión interminable de escándalos (los más recientes afectan precisamente a las elcciones de 2015, en las que los populares perdieron la Generalitat y los principales ayuntamientos). Y recuperar el poder es el único objetivo que se pone sobre la mesa en los debates internos. El ímpetu inicial de Bonig por la regeneración se ha quedado en nada.

También se ha devaluado su intento de articular una política valenciana autónoma, al menos en temas sensibles como la reclamación de una nueva financiación autonómica o de más inversiones. La dirigente del PP de la Comunidad Valenciana ha justificado los Presupuestos Generales, en los que sus diputados se han alineado sin fisuras con el Gobierno central, e intenta, sin desmarcarse oficialmente, llevar la reclamación de mejor financiación a la vieja polémica sobre si la culpa de que lleguen menos fondos fue del socialista José Luis Rodríguez Zapatero o del modelo anterior de José María Aznar.

La agresiva oposición de Bonig al gobierno del Pacto del Botánico, que ha hecho uso  de banderas, camisetas y plantes en las Corts Valencianes, congenia poco con el discurso de Mariano Rajoy, que apela, desde una presidencia del Gobierno que ha de pactar debido a su posición parlamentaria en minoría, a la responsabilidad y critica con acritud a las fuerzas “antisistema”.

Si a ello se une que el PP se ha encontrado con conflictos en sus organizaciones territoriales como el de Cantabria, que ha partido la organización en dos tras un congreso polémico, se acaba de completar la perspectiva de la dirección nacional del PP sobre el caso valenciano. Rajoy no quiere que en la Comunidad Valenciana se repita la división. Pero tampoco quiere, de ninguna manera, que Bonig consolide ni por asomo un poder en el partido como el que llegó a tener en su momento Francisco Camps. Además, no le cae bien.

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