¡Ribó, llévame en tu bicicleta!
¿Cuál es el símbolo del cambio en València? - Esta fue la pregunta que hace aproximadamente un año lanzamos a dos focus groups (dos grupos de vecinos y vecinas de València elegidos según criterios estadísticos que hablaron durante un tiempo de la ciudad y la situación política). Uno de los grupos estaba formado por personas que no nos habían votado en las locales del 2015 pero ahora estaban seguras de que en 2019 su voto sería para Compromís. El segundo grupo era de personas que sí votaron Compromís en el 2015 pero que tenían serias dudas de volverlo a hacer en 2019. La respuesta a esa pregunta me interesaba especialmente, mi hipótesis era que el carril bici ganaría por goleada. “La reducción de la deuda y la buena gestión económica” decían unos, “la honradez”, “la pluralidad” decían otros. “¡El balcón!” comentaba uno al que le encantaba que el Ayuntamiento ahora estuviera abierto. Pero nadie, nadie, nadie hizo referencia al carril bici. Yo, que me las doy de conocer un poco la psicología de los valencianos no entendía nada. En el descanso le dije al conductor de la sesión: pregúntales directamente por el carril bici. Insísteles. Lo hizo: ¿Y no pensáis que el símbolo del cambio es la movilidad y el carril bici? Los dos grupos reaccionaron igual: tímidos noes y silencios. ¿Por qué no? - insistió el moderador. La clave me la dio un chaval de unos veintitantos de Benicalap: “Es que eso no es política. Eso es un cambio social, es lo normal en todas las ciudades modernas”. Boom. De repente lo vi claro. El carril bici puede gustar más o menos pero se asume como un cambio lógico y acorde a los tiempos. El carril bici es como el matrimonio igualitario, el aborto o la prohibición de fumar en locales cerrados, puede polarizar, puede tensionar a una parte, puede crispar a una minoría, pero se asume como un lugar común de destino: es un inevitable.
Esto fue muy revelador. Miren, en unas elecciones lo más importante es la pregunta. Quien consiga fijar la pregunta no tiene seguro ganar, pero juega en casa. Delimita el terreno de juego en el que se desarrollará la campaña. Yo tenía clara cuál era la pregunta que quería que marcara esta campaña: ¿Ribó debe continuar? Y también estaba seguro de cuál sería la pregunta que querría instalar la oposición (tanto PP como Ciudadanos): ¿carriles bici sí o no? Y ahora sabía que la pregunta de mis adversarios era una mala pregunta: ir contra lo inevitable no moviliza, frustra.
Eso abría una ventana de oportunidad a revalidar la alcaldía en una ciudad donde, de facto, la mayor parte de la gente es de derechas. Pues precisamente, si tu rival tiene más gente que tú, tu principal baza es que sus votantes no se movilicen. Al errar en la pregunta, la derecha nos estaba haciendo un regalo: la posible desmovilización de su electorado.
Aún así, el escenario postCatalunya con una derecha radicalizada y movilizada en toda España y un PSOE renacido en plena cresta de la ola como refugio de una izquierda atemorizada ante el resonar de los cuernos de la hordas orcas, continuaba siendo extremadamente adverso.
¿Qué más podíamos hacer? Teníamos una encuesta. De diciembre (plena oleada de VOX, postandaluzas). La encuesta nos decía que la marca Compromís aguantaba el tipo en València, nos situaba en un 24%. La hegemonía en el bloque de la izquierda seguía asegurada, aunque los medios han jugado a promocionar a la candidata socialista y vender un sorpasso imposible, la amenaza real seguía siendo la derecha. Y entonces apareció el dato Ribó. Ribó nos catapultaba al 29.9%. Era el candidato preferido por los votantes de la izquierda, tanto los de València en Comú como gran parte de los del PSOE lo preferían de alcalde. Ya intuíamos su liderazgo, ahora sabíamos hasta donde nos podía llevar. Además, el dato era coherente con la pregunta que queríamos instalar (¿Ribó debe continuar?).
Pero no bastaba con eso. Quedaba la parte más difícil de todas: movilizar a la izquierda. ¿Cómo sacas a la izquierda a votar? Hay dos opciones. La primera es a través del miedo a la derecha y a la ultraderecha. Eso funciona pero no es nuestro estilo. Creo que a la gente conservadora se la moviliza con el miedo, pero a la gente valiente se la moviliza con la ilusión. Nuestra campaña debía ilusionar, centrarse en los valores que nos habían llevado a la alcaldía cuatro años atrás y los que habíamos desarrollado durante la legislatura: responsabilidad, pluralidad, valentía, liderazgo, diálogo, proximidad. Tenía que ser una campaña en positivo, una campaña de propuestas de futuro y proyecto de ciudad, que desarrollara la pregunta: ¿Ribó debe continuar? Sí, pero ¿por qué?
La campaña, por tanto, debía estar centrada en la figura del candidato, debía ser en positivo, debía evitar movilizar a la derecha y continuar ilusionando a los valientes. Así nació “Jo amb Ribó”. Una campaña que se ha centrado en la figura de Joan, pero apelando a cada uno de nosotros para que nos sintiésemos interpelados (Jo amb Ribó, ¿y tú?). Una campaña que ha tenido dos niveles, el que ustedes han podido ver: los actos en los barrios, con la gente, las propuestas y proyectos de futuro, el material y los repartos, los voluntarios y las candidatas, las cartas a casa que empezaban diciendo: Hace cuatro años abrimos una puerta a la alegría... (¡El balcón!) para resucitar la emoción de aquellos días; y otro nivel mucho más sutil que hemos trabajado en los barrios de derechas (que gracias a esta estrategia ahora lo son un poco menos) y que quizá algún día les cuente. Todo esto mientras la derecha hablaba durante toda la campaña de revertir carriles bici. El resultado ya lo saben: Ribó sigue pedaleando hacia la València del futuro.
Pero Amadeu, entonces ¿cuál es el símbolo del cambio? - me preguntaba un simpatizante y amigo la noche electoral. ¿Aún no lo sabes? ¡Sois vosotros! Siempre lo habéis sido. Las valencianas y los valencianos valientes que lo habéis hecho posible por cuatro años más. Ahora me vuelvo al Delorean, os espero en el 2023 y espero veros llegar sonriendo y en bicicleta.
*Amadeu Mezquida, director de la campaña electoral de Compromís València