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UV & Associates

Miguel Ángel Martín

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Confieso que solo quiero ser profesor asociado; a mis cincuenta no quiero ser nada más; no quiero hacer carrera en la universidad; no quiero ser elegido o que me elijan para ningún cargo universitario, no tengo mucho tiempo; si quisiera participar o impulsar algún proyecto de investigación de mi ámbito de conocimiento; me gustaría poder desarrollar mi labor docente en aquello que me especializa y me ha hecho ser seleccionado mediante concurso por la academia; me gusta la docencia de aquello que conozco; no me enriquece cubrir asignaturas como un suplente multiuso; me gustaría no gastarme más en gasolina que lo que me paga la UV; me gusta formar parte de la comunidad universitaria que me formó; pero que si la UV no me necesita no pasa nada, me encanta mi trabajo de jornada completa y la docencia es para mí una carga de tiempo sustraída al ocio y la familia que hago con cariño; porque cada curso aprendo, me actualizo profesionalmente y eso me hace mejor. Me fascina que el PDI me trate y me haga sentir como uno más, pero me hubiese gustado que el PDI se sintiera un poco PDI Asociado este último mes.

Estoy en huelga desde hace un mes, porque me siento Profesor Asociado. Por qué creo que esta huelga es quizás uno de los últimos servicios que los profesores asociados, los “auténticos”, los que se ajustan a la legislación contractual universitaria y a la ley de incompatibilidades; hacemos a la universidad pública. No se puede utilizar esta figura para suplir las carencias de personal o los recortes presupuestarios. Todos sabemos quién ha sido el causante de esta situación, pero también sabemos quién ha utilizado esta figura indiscriminadamente. Una universidad como cualquier empresa o administración no puede ser mantenida en un 30% por PRECARIADO; si, he dicho precariado, que es lo mismo que diría Guy Standing de esta figura de profesorado universitario. Lo reconocía hasta el actual Rector hace un mes en la prensa. Es posible que esta huelga, que en estos momentos está provocando cierta reacción del alumnado, tenga efectos en la mejora de la financiación universitaria. Es posible incluso que sirva para que los profesores asociados que nos sentimos simplemente “asociados” desaparezcamos del escenario universitario, desplazados por otros profesores. Pero también es cierto que la sociedad valenciana, la comunidad universitaria, y en especial el alumnado se merecen otra universidad pública. El Botànic es un recinto universitario, fantástico decorado para firmar acuerdos, pero también para reafirmar el compromiso políticos con la universidad pública. Y como aprendí hace tiempo, los compromisos políticos que no están en los presupuestos son solo palabras.

*Miguel Angel Martín

Profesor Asociado de la UV

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