Atrapada en un atolón del Pacífico: el coronavirus retiene a una valenciana en Tuvalu, uno de los países más pequeños del mundo
Susana Hernández, conductora de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de València, salió de España con destino a las islas Fiji y a otros archipiélagos del Pacífico el pasado mes de enero con la idea de regresar a finales de mayo. Sin embargo, la irrupción de la pandemia del coronavirus y el consiguiente cierre de fronteras internacionales la mantiene aún en estos momentos atrapada en Funafuti, un atolón de 400 metros de ancho por 15 kilómetros de largo, capital de Tuvalu, uno de los países más pequeños del mundo.
El turismo y las playas paradisíacas no fueron el objetivo del viaje de esta valenciana de 40 años. Según explica vía mail a eldiario.es, aterrizó en Nadi, capital de las islas Fiji, el pasado 5 de Enero, “con el motivo de trabajar durante unos meses en un proyecto de reconstrucción de casas destrozadas por el ciclón Winston en una de las islas no turísticas de Fiji y también en diferentes proyectos de permacultura en otra de las islas”.
En ese momento, comenta, el virus no había hecho su aparición y la vida fluía con normalidad en las islas: “A principios de febrero recibí un mensaje de mi hermano desde España, alertándome de que en China se estaba extendiendo un virus llamado coronavirus, que parecía agresivo y dada la cercanía de mi ubicación, me pidió que tuviera cuidado”. Sin embargo, en las Fiji nada se escuchaba acerca del virus en este momento, quizás también por las casi inexistentes infraestructruas de comunicación en las islas donde estuvo trabajando.
Susana embarcó el 3 de marzo en el Nivaga III, un buque mercante que surca el Pacífico durante cuatro días desde las Fiji hasta un país llamado Tuvalu, compuesto por 9 islas en mitad del océano Pacifico, sin saber que su estancia se iba a prolongar hasta el punto de desconocer la fecha de regreso. Allí, recorrió los atolones de Tuvalu repartiendo víveres de primera necesidad durante dos semanas en las cuales no tuvo conexión a Internet ni noticias internacionales de ningún tipo.
“Tenía mi billete de vuelta a las Fiji el 1 de Abril. Mi idea era visitar algún otro país del Pacífico colaborando en otros proyectos y regresar a España a finales de mayo, fecha en la que debía reincorporarme al trabajo”.
El 18 de marzo, tras el reparto de víveres, desembarcó en Funafuti, capital y atolón principal de Tuvalu: “Tras múltiples intentos fallidos, consigo conectarme a una red wifi y es entonces cuando recibo la noticia vía whatsapp, de la grave situación sanitaria en España, el decreto del estado de alarma nacional y el inminente confinamiento de la población, hecho que me sume en una profunda preocupación e incertidumbre. Al menos, tengo la suerte de ser acogida por una agradable familia local, en principio hasta mi regreso a las Fiji el 1 de abril”.
Sin embargo, las cosas se van complicando con el avance del virus. Según cuenta, “todo es muy confuso, la semana del 18 de marzo llega la noticia de que Fiji cierra sus fronteras y cancela los vuelos internacionales incluyendo Tuvalu, a pesar de que ninguno de los dos países tiene infectados en estos momentos”.
Tuvalu es un país muy aislado geográficamente, con una población de 12.000 habitantes. Sus únicas conexiones internacionales son a través de las Fiji, mediante el buque mercante una vez cada 2 meses y 3 vuelos semanales provenientes de Fiji a Funafuti, donde se encuentra la precaria pista de aterrizaje.
“El país está libre del virus gracias a su aislamiento geográfico y a la inexistencia de turismo. Actualmente soy la única viajera en este país”, asegura Susana.
Sin embargo, “en el mes de abril detectaron 2 infectados en las Fiji y el gobierno anunció la cancelación de sus vuelos internacionales hasta finales de junio; en este momento empecé a preocuparme por mi regreso a España, ya que la única vía de salida desde Tuvalu para llegar a Europa es a través de las Fiji”.
La valenciana trata entonces de activar diversas vías contactando con el consulado español de Australia y de Fiji, pero las gestiones no fructifican. Además, se reúne en dos ocasiones con el ministro de Comunicación y Transportes y el departamento de Asuntos Exteriores de Tuvalu en relación a este posible vuelo, pero nadie le da información concreta y clara al respecto, todo son rumores, confusión e incertidumbre. Hasta el momento presente no tiene ninguna posible ruta de salida ni fecha de regreso a España.
“Ante esta realidad trato de trabajar la paciencia y la aceptación dentro de mis limitaciones, ya que la realidad es la que es y no tengo el poder de cambiarla, elijo fluir con ella y abandonar una lucha que sólo me genera impotencia y sufrimiento. A pesar de llevar más de 4 meses atrapada en una isla de 15 kilómetros de larga por 400 metros de ancha, me siento agradecida y afortunada por la acogida de sus habitantes”, afirma.
Sobre la situación de España durante los momentos más duros de la pandemia, asegura que quedó “por momentos horrorizada ante el pánico social, la ansiedad e incertidumbre que el pueblo español estaba viviendo en tiempos de confinamiento, debido a las estrictas medidas de protección implantadas por el Gobierno, al colapso sanitario y al cierre de negocios y empresas y la consecuente pérdida de empleos”.
Allí, literalmente vive “en una burbuja” ya que no ha experimentado “miedo alguno ni amenaza por contacto social”, ni se ha visto “obligada a llevar mascarilla ni a estar confinada entre cuatro paredes” y en ocasiones “todo lo que contaban del mundo exterior parecía una película de ciencia ficción”.
Susana comenta que lo importante lo tiene “cubierto”, disfruta de “buena salud”, tiene “un techo, agua de lluvia para beber, alimentos suficientes, la luz del sol y el cariño de la gente”.
Por supuesto reconoce que también experimenta “muchos momentos de soledad y bajones emocionales” que intenta gestionar “desde la calma y la certeza de que el momento del regreso a Valencia llegará tarde o temprano”.
Susana asegura que lo que más echa de menos de València es, ante todo, “la compañía de la familia y amigos y en segundo lugar la dieta mediterránea, con su innumerable variedad de frutas y vegetales frescos”. Por eso, tiene claro lo primero que hará cuando llegue a casa: “Sin lugar a dudas, abrazar fuertemente a mi familia y celebrar que estamos vivos”.
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