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Entre 2005 y 2014 el volumen de producción de algas en España creció un 388%, según datos del sector pesquero europeo. En los últimos años hasta 2023, el incremento ha sido exactamente el mismo: 388%. Podría pensarse que la cifra es espectacular, pero en realidad son datos muy insignificantes si tenemos en cuenta que de las 327.000 toneladas de material alimentario que genera la acuicultura, solo cinco corresponden al cultivo de macroalgas. Esto es, un 0,002% del total de producción en acuicultura.
En realidad, el bajo protagonismo del cultivo de algas en la economía marina española y europea —solo se cultivan para exportación en Francia, Irlanda y España— se corresponde con la baja demanda de este producto en gastronomía, ya que suele tener más salidas en investigación médica que como alimento que poner en la mesa. Y, sin embargo, la inclusión de algas como acompañamiento de carnes, ensaladas, para el pescado o, simplemente, como un plato para degustar sazonado como hacen los japoneses en su desayuno, puede tener interesantes beneficios por sus características.
Del mismo modo, se trata de un producto con ciertas limitaciones de consumo, pues un abuso del mismo puede tener algunas contrapartidas, como veremos más adelante.
Beneficios de comer algas
Un estudio de la Universidad de Aveiro analizó la composición de las algas de el género Focus y encontró que tienen una particular riqueza en algunos polisacáridos que, si bien no liberan azúcares, sí tienen funciones como reguladores intestinales, antiinflamatorias y antioxidantes. Destacan el fucoidano, los fluorotaninos, la fucoxantina y otros, que los convierten en fuertes candidatos para múltiples aplicaciones terapéuticas. Además, la cantidad de lípidos que aportan es muy baja. Cabe destacar que presentan todas los aminoácidos esenciales, con lo cual su proteína puede ser denominada de alta calidad.
Por otro lado, tal como destaca un artículo académico de la Universidad de Meiho en Taiwán, la mayoría de las algas marinas presenta un muy interesante aporte de yodo, un elemento cuyo déficit puede causar trastornos en el organismo humano, como el hipotiroidismo o el bocio exoftálmico, con graves consecuencias para la salud y el desarrollo de las personas. Tal es así que diversos distribuidores de sal la venden yodada, conscientes de que para muchas personas esta es la única fuente de yodo. En este sentido, las algas pueden ser un interesante aporte de este nutriente, sin necesidad de sumar un exceso de sal a la dieta.
Otro aspecto a destacar de las algas es que por la estructura leñosa o cartilaginosa de los hidratos de carbono que las componen, y que no son digeribles por nuestro estómago, tienen un aporte de fibra soluble muy potente que, tal como se ha comprobado estudiando la flora intestinal de japoneses, consumidores habituales de algas, presenta un desarrollo especialmente fuerte, lo que incide sobre muchos aspectos de la salud además del digestivo.
Al parecer, según destaca otro artículo académico, en este caso de la Universidade Católica Portuguesa de Porto, las algas presentan determinados compuestos prebióticos, es decir, que estimulan el crecimiento de determinadas bacterias y protozoos beneficiosos. De este comportamiento se deriva, tal como se ha observado, una reducción del colesterol y un control del índice de masa corporal grasa debido a un mejor funcionamiento de la flora intestinal.
También destacan por su bajo contenido en grasas, por ser ricas en proteínas, en minerales (oligoelementos), sobre todo sodio, yodo, así como de calcio, hierro, fósforo o zinc. Contienen vitamina A y C, B1, B2 y E.
¿Pueden absorber contaminación marina?
Una de las dudas que tradicionalmente se ha contrapuesto al consumo de algas es si estas pueden ser como una esponja que absorba gran cantidad de contaminación marina. Pero según revela un manifiesto de la propia Organización de Naciones Unidas (ONU), que aboga por el fomento del consumo de algas como solución a la crisis alimentaria mundial, no solo no retienen elementos contaminantes en grandes cantidades, sino que lo hacen menos que el pescado y el marisco.
Asimismo, son transformadoras de elementos contaminantes procedentes de los nitratos y los fosfatos, los cuales incorporan a su estructura en forma de proteína, fosfolípidos e hidratos de carbono que contienen fósforo y nitrógeno. De acuerdo con Vincent Doumeizel, asesor principal para cuestiones relacionadas con el océano del Pacto Mundial de las Naciones Unidas y especialista en algas marinas, “si cultiváramos solo el 2% del océano, podríamos aportar las proteínas suficientes para alimentar a una población de 12.000 millones de personas. Las algas marinas son extremadamente ricas en proteínas, vitaminas, zinc y hierro, y bajas en grasas y carbohidratos”.
Cuidado con el exceso de consumo
Si bien se calcula que de media los japoneses comen algas tres veces por día y que en un buen número de platos de pescado y marisco en Corea y China se incluyen estas, el consumo de cantidades demasiado grandes de determinadas algas podría implicar ciertos problemas. Por un lado, por la cantidad de yodo que contienen, conviene que la cantidad máxima consumida sea limitada para no hacer un aporte excesivo de este nutriente, lo que podría provocar problemas de nerviosismo, agitación, mareos o insomnio. Y también un exceso de yodo puede causar inflamación de la glándula tiroidea, así como a largo plazo ser un factor de riesgo para el cáncer de tiroides.
Y a riesgo de parecer contradictorios, cabe destacar que algunos tipos de algas que son capaces de crecer en aguas muy contaminadas, aunque no estén entre las más frecuentes en la dieta, sí pueden contener altos niveles de contaminantes, por lo que conviene que desde la propia industria alimentaria se seleccionen bien los lugares de origen y las especies capaces de absorberlos.
Tal es el caso del alga Hizikia fusiformis, de la cual la Agencia de Seguridad Alimentaria Española (AECOSAN) ya advertía en 2009 sobre la posibilidad de que contuviera cantidades demasiado elevadas de arsénico inorgánico. Si bien se precisan niveles bastante altos para afectar al cuerpo humano, el consumo de arsénico puede resultar tóxico para nuestro metabolismo.
La OMS lo considera una de las diez sustancias más amenazadoras para la salud mundial y la Unión Europea lo califica como agente carcinógeno de categoría 1. De todos modos, el límite de arsénico por kilo de producto seco recomendado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) es de 180 µg; tendríamos que comer un kilo de producto seco, lo que equivaldría a unos 80 o 90 kilos de algas hidratadas, y que estos contuvieran dicha cantidad.
Finalmente está su cantidad de sodio, ya que son algas marinas que viven en un ambiente altamente salado. Y en pequeñas cantidades incluso se las puede utilizar para dar un toque salado a ensaladas o pescados y evitar así el exceso de sal sobre la carne o el resto de las verduras. Pero si nos excedemos en el consumo y lo hacemos a menudo, la cantidad de sodio que podamos estar introduciendo en nuestro cuerpo puede sobrepasar la cantidad diaria recomendada por la Organización Mundial de la Salud, que es de 2 g diarios de sodio.