Es difícil pasar tanto tiempo en casa, por las restricciones o la ola de frío, y no darte cuenta de que esa puerta de madera tristona o viejuna pide una mano de pintura a gritos. Hay premio: añadir color a tus puertas es un modo efectivo, menos engorroso y mucho más barato de darle un lavado de cara a tu hogar, sin tener que pintar las paredes o cubrirlas con un papel pintado. Y, sobre todo, mucho más sencillo y rápido.
Pintar una puerta: lo que necesitas
Necesitas una brocha, un rodillo y su cubeta, además de un poco de cinta de carrocero o de pintor, para proteger las superficies que no quieras manchar sin dejar rastro de pegamento. También, alcohol para limpiar la puerta antes de pintarla y un trapo limpio. Y, claro está, un bote de pintura de un tono que te guste.
Los productos de acabado tiza, llamadas pinturas chalk, son tendencia, pero a veces su resultado no es todo lo resistente que querríamos para una zona de alto desgaste, como una puerta. Una alternativa es optar por una pintura eggshell o cáscara de huevo.
Sus tonos son muy similares, pero algo más satinados, que los de la pintura de tiza; y que suele ofrecer un acabado más duradero. Además, si quieres, puedes utilizar una lija antes de empezar a pintar para mejorar la adhesión de la pintura; pero este paso no suele ser necesario y te lo puedes saltar.
1. Suelta la puerta de los ejes
Es más cómodo soltar la puerta de sus ejes para pintar con mayor comodidad. Aun así, si lo que vas a pintar es la puerta de entrada a tu casa, este paso es complicado de llevar a cabo, porque te quedarías sin puerta unos dos días; y en este caso, no queda otro remedio que saltártelo. Pero sí puedes hacerlo con las interiores: soltar la puerta te ayudará a que seque mejor la pintura y hará que el proceso resulte aún más sencillo.
2. Limpia la puerta antes de pintar
Lo primero es limpiar la puerta. Para ello, impregna bien un trapo limpio con alcohol, y repasa de forma concienzuda toda la superficie. Este paso es importante ya que te ayuda a desengrasar la madera y logrará que la pintura se adhiera mejor. Si no tienes alcohol, también puedes usar amoniaco rebajado en agua (para reducir su concentración) o un disolvente.
3. Lijar y volver a limpiar (te lo puedes saltar)
Pasar una lija por la superficie que vayas a cubrir mejora la adherencia de la pintura. También puedes aprovechar este momento para arreglar algún desperfecto o aplicar una masilla de madera para restaurar la puerta. Si lijas, conviene volver a limpiar la superficie. Pero si tu puerta está decente, puedes saltarte este paso.
4. Protege la pared con cinta de carrocero
Parece evidente, pero por si acaso: no olvides cubrir el pomo de la puerta y el borde la pared con cinta de carrocero o de pintor. Esta cinta adhesiva, muy utilizada para este tipo de trabajos, protege sin dejar marcas de pegamento al retirarla. Úsala para cubrir las zonas de la pared que no quieras pintar o que se manchen. Si vas a pintar la puerta de casa, también es importante poner cinta de carrocero en la mirilla.
5. Brocha para las zonas más complicadas
Los pintores profesionales llaman recortar a pasar la brocha por aquellas zonas de acceso complicado, y que serían más complicadas de tapar solo con el rodillo. Si tu puerta tiene molduras, partes salientes, adornos o cualquier otro dibujo en relieve, toca pasarles antes la brocha, ya que será complicado que queden bien solo con el rodillo.
Para un resultado más depurado, usa una brocha pequeña en todas las zonas en las que te vaya a resultar complicado llegar bien con la brocha; es decir, las molduras o relieves, así como el contorno.
Si estás pintando la puerta de entrada, o no has logrado quitar una interior, recuerda repasar también los cantos. Para ello, tendrás que dejarla abierta el mayor tiempo posible, pero puedes aprovechar para repasar las zonas de desgaste que encuentres en las esquinas.
La mayoría de las pinturas ya son “autonivelantes” y no necesitan imprimación (permiten pintar sin aplicar un producto antes). Por eso, no te preocupes demasiado por no cubrir capas completas, o por repasar una zona más que otras, por ejemplo, si hay un roce: este tipo de productos están pensados para que puedas hacerlo y no se note.
6. Pintar la puerta: con brocha o rodillo (mejor)
Ahora tienes dos opciones: seguir con la brocha o utilizar un rodillo. Si tu puerta es muy complicada o tiene demasiados relieves, seguramente la brocha resulte mejor opción. En este caso, mójala en la pintura y rellena los espacios que aún tengas sin cubrir.
Si la puerta no es tan complicada, y buscas un acabado más limpio, el rodillo resulta mejor alternativa. Hay que mojarlo en pintura, y desplazarlo por las zonas aún limpias. Una precaución: cuando utilizas un rodillo, es bastante habitual que la pintura genere unas pequeñas burbujas durante la primera mano.
Es señal de que la superficie carece de una buena adherencia. No pasa nada: para eliminarlas, solo necesitamos trabajar un poco más esa zona. Y, para que desaparezcan, suele bastar con repasar la zona con paciencia, y poca pintura.
7. Dale una segunda mano
Tras la primera mano de pintura, es normal que el resultado sea irregular; sobre todo, si tu puerta es muy oscura y quieres cubrirla con un color mucho más claro. No hay por qué preocuparse: normalmente basta con repetir el proceso y darle una segunda mano de pintura para homogeneizar las capas y que el resultado sea casi perfecto, y bastante pulido. Déjalo secar unas 48 horas, ¡y ya la tienes!
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