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Celos: ¿existe algún modo de controlarlos?

Foto: Pixabay

Cristian Vázquez

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Los celos constituyen un sentimiento casi universal. Deben ser pocas las personas -si es que existen- que hayan estado en pareja y puedan asegurar que jamás han sentido ni un poquito de celos. De hecho, no es algo exclusivo de las relaciones de pareja: los celos son una respuesta emocional ante la amenaza (real o imaginaria) de perder algo que se considera propio. Incluso se habla de celos para referirse a la envidia ante los logros de alguien más. Pero los que más problemas generan son, sin duda, los celos en la pareja.

A menudo se afirma que sentir “un poco” de celos puede verse incluso como algo positivo, pues quiere decir que “tu pareja te importa”. Si no sintieras nada de celos -concluye ese razonamiento- tal relación equivaldría al desamor. ¿Es esto correcto, o lo deseable sería no sentir nada de celos? “Somos seres humanos, no robots, y no siempre tenemos un control absoluto sobre las emociones que se nos activan según en qué situaciones”, explica, consultado al respecto, el psicólogo Rafael San Román, miembro del equipo de la aplicación ifeel y de la ONG Imagina Más.

“Hay emociones que no pueden desaparecer por completo y para siempre por mucho que nos empeñemos en ello”, continúa el especialista. Por tanto, lo que cree es que -más que enfocarse en erradicar todo atisbo de celos- lo que más le conviene a la persona que los experimenta es tratar de “entender en qué consisten, de dónde vienen, cómo los expresa, cómo los maneja, si hay algo que se pueda modificar en ese patrón para que no se sienta tan mal en ciertas situaciones y, por supuesto, no se lo haga pasar mal a otras personas”. En suma, que “pueda tener relaciones de pareja más sanas y adultas”.

¿De dónde vienen los celos?

Al analizar la cuestión de los celos siempre surge el concepto de inseguridad: las personas más tendientes a ponerse celosas son las que tienen menos confianza en sí mismas y una baja autoestima. De alguna manera, el celoso siente que “no merece” o “no es digno” del amor de su pareja y que, en consecuencia, esta se marchará de su vida en cuanto tenga oportunidad. En la persona celosa, la autocompasión suele ir de la mano de la hostilidad.

San Román, de todos modos, enfatiza que, aunque se puedan establecer ciertos patrones, siempre debe examinarse cada caso en particular. Y destaca que “no es lo mismo sentir una punzadita cuando nos sentimos un poco dejados de lado por nuestra pareja, o sentir algo de incomodidad cuando pensamos que alguien puede estar coqueteando con ella, que pretender prohibirle hablar con ciertas personas o montarle una escena violenta si lo hace”. Cuando se producen situaciones como estas últimas, los celos ya han alcanzado el grado de patológicos.

Efectos de los celos patológicos

Los celos patológicos conducen hacia una especie de paranoia: la persona que los experimenta ve, en cualquier hecho, indicios que alimentan sus conjeturas acerca de que su pareja lo engaña, o ya no la quiere, o la situación que sea que lo hace sentir mal. Esto, de manera inevitable, tiene un impacto en la relación. En muchos casos se produce una especie de círculo vicioso: las discusiones, peleas y disgustos debidos a los celos deterioran el vínculo y llevan a la otra persona a asumir un comportamiento más distante, algo que el celoso interpreta como una confirmación de sus sospechas.

Tal situación de celos patológicos -también conocida como celotipia- conduce a actitudes como revisar el teléfono móvil, el bolso y demás pertenencias de la otra persona, a vigilarla y espiarla, a veces incluso a través de detectives privados. Si además en el celoso existe un contexto de trastornos psiquiátricos o neurológicos, su situación puede derivar en el llamado síndrome de Otelo, en alusión al personaje de Shakespeare: un trastorno psicótico asociado con hostilidad, irritabilidad y violencia.

Cómo puede la terapia ayudar a superar los celos

Con frecuencia las personas que experimentan celos -y padecen debido a ellos- reciben consejos: que levanten la autoestima y refuercen su confianza en sí mismas, que confíen en la persona con la que están, que tomen consciencia de que esa otra persona elige ser su pareja, que eviten las rumiaciones mentales, es decir, los pensamientos negativos que vuelven una y otra vez y que generan una “vulnerabilidad cognitiva” y puede derivar en trastornos de ansiedad y del estado de ánimo, etc.

Pero poner en práctica todo esos consejos puede no ser sencillo. Por eso, la terapia psicológica puede resultar de gran ayuda. “No es el único camino posible, pero sí uno muy aconsejable”, apunta Rafael San Román, quien también forma parte del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. “Siempre que una persona o una pareja sufre mucho por algo relacionado con sus emociones, sus creencias, su conducta, etc., es recomendable que acuda a una terapia”, apunta el profesional.

Varios estudios han demostrado que la terapia cognitiva conductual tiene una importante eficacia , entre un 75 y 100%, en el tratamiento de los celos patológicos. Para ello, se basa en dos técnicas que en general dan buenos resultados. La primera de esas técnicas es la exposición, que consiste básicamente en hacer que la persona celosa se enfrente en su imaginación a las situaciones que le generan celos. Poco a poco, con ayuda del terapeuta, esos pensamientos perderán su capacidad de generar ansiedad, malestar y otras emociones desagradables.

La segunda técnica es la llamada “de prevención de respuesta”, y tiene el objetivo de impedir que la persona celosa realice rituales de control: llamar por teléfono a su pareja para saber qué está haciendo, revisar sus pertenencias o su correspondencia, etc. Esto también se debe realizar de forma gradual, a través de las indicaciones del terapeuta, y contribuye a bajar los niveles de ansiedad.

También la terapia breve estratégica da buenos resultados en el tratamiento de los celos: su eficacia ronda el 90%, según la psicóloga Julia Pascual. La maniobra fundamental que esta profesional destaca consiste en pedir a la persona celosa que apunte -en el momento en que las advierte- todas las señales que la llevan a pensar que su pareja miente, la engaña, la traiciona, etc. El objetivo del terapeuta es, en cada sesión, ampliar la mirada del paciente, sembrar dudas sobre su versión de los hechos, para que las creencias erróneas se vayan desmontando por sí solas.

El abordaje cognitivo conductual se propone un trabajo similar: cuestionar las evidencias de la persona celosa, y en consecuencia cuestionar también la consistencia interna y la plausibilidad de que esté sucediendo lo que ella imagina. Por último, se trata de ofrecer una explicación alternativa de los acontecimientos. Todo con la finalidad de ayudar a la persona a salir del laberinto que ella misma ha ido creando en su imaginación.

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