Golf: ¿es posible hacer sostenible este deporte?
Aunque su origen es mucho más antiguo, la primera mención registrada del juego del golf en Escocia data de 1457, cuando el rey Jacobo II de Escocia prohibió el juego porque distraía a sus súbditos de la práctica del tiro con arco, más importante para el entrenamiento militar.
A pesar de esta prohibición, el juego siguió practicándose y, en el siglo XVIII, el golf se había convertido en un pasatiempo popular en Escocia, y empezaron a aparecer los primeros clubes y campos de golf.
En la actualidad, el golf está considerado uno de los deportes más populares del planeta. Sin embargo, en Escocia, su lugar de origen, hay entre 175 y 250 días de lluvia al año.
En comparación, en Almería, el único desierto en territorio europeo, con menos de 25 días de lluvia al año, se pueden encontrar ocho campos de golf. En la provincia de Málaga, con 70 días de lluvia, hay 50 campos.
El impacto de los campos de golf no es desdeñable. Hay casi 40.000 campos de golf en el mundo. Ocupan 26 veces más espacio por jugador que un campo de fútbol y aportan mucho menos valor a la comunidad.
Un campo de golf, con un mínimo de 20 hectáreas, puede consumir entre 20.000 metros cúbicos de agua en el norte de España y 270.000 en el sur, suficiente para abastecer a una población de 7.000 personas.
Los campos de golf tampoco se deben considerar espacios naturales. Más bien son enormes jardines, con una diversidad ecológica reducida al mínimo y donde se han erradicado a la mayoría de las especies que podrían habitar ese paraje, desde ratones y topos hasta insectos.
Estos se ven afectados por los pesticidas e insecticidas que se utilizan de forma intensiva en estas instalaciones. El uso de fertilizantes también contribuye al fenómeno de la eutrofización, que es responsable de la destrucción del Mar Menor.
Soluciones a medias
La respuesta de la industria del golf a las críticas de las organizaciones ecologistas ha sido algo llamado modernización ecológica, un intento de usar la ciencia y la tecnología por hacer más sostenible la presencia de campos de golf.
Sin embargo, los investigadores de la Universidad de Bath creen que estas prácticas son insuficientes, y que en realidad son una maniobra política para acometer una verdadera reforma, como el golf ecológico (organic golf) que requiere medidas mucho más radicales (y más caras).
Una de estas prácticas es el riego con agua reutilizada o depurada, es decir, aguas residuales que han pasado por una depuradora, pero no son aptas para consumo humano.
En 2010 un análisis de la reutilización del agua en Gran Canaria encontró que se empleaba casi el doble del agua necesaria, y que, debido a los restos de nitratos presentes, su uso podía contaminar los cauces de agua.
La procedencia del agua es otro factor importante. La agricultura de regadío consume el 80% de los recursos hídricos del país. Una buena parte procede del millón de pozos ilegales que se explotan con muy poco control.
Con esta agua se podría abastecer a 118 millones de personas, y la sobreexplotación de los acuíferos lleva inevitablemente a su contaminación e inutilización, provocando inmensos daños en el medio ambiente. Solo en la zona del Mar Menor, se calcula que el 25% del agua de regadía procede de pozos ilegales, según WWF.
Aunque menos visibles, en los últimos años se han sucedido las denuncias por el uso de pozos ilegales por parte de los campos de golf. En 2013 se sancionó al Club de Golf Valderrama en Cádiz con una multa de 155.000 euros por el uso ilegal de dos pozos de agua para riego.
En 2018 se descubrieron en Mallorca diez pozos ilegales de agua potable que eran explotados por seis campos de golf, que recibieron una sanción de 250.000 euros.
Cuando en 2004 se canceló el trasvase del Ebro, los agricultores y campos de golf del sureste español miraron hacia el mar. Las desoladoras, hasta entonces testimoniales, pasaron a suministrar el 10% del consumo de agua de España, y de esa cantidad, un 22% se dedica a la agricultura, y muchos campos de golf comenzaron a usarla para el riego.
Según el informe de WWF, la desalación de agua de mar tampoco es sostenible. Se trata de un proceso que consume una enorme cantidad de energía (que actualmente procede en su mayor parte de combustibles fósiles) y que agrava el efecto invernadero.
El alto coste de estas aguas está subvencionado por los gobiernos de las comunidades, por lo que no se cubre su verdadero coste. Recientemente, el Govern de las Illes Balears ha prohibido el uso de agua desalada para campos de golf.
¿Golf sostenible?
El golf es un área de actividad muy rentable para los inversores y que crea puestos de trabajo, y quizá eso hace más complicada su regulación. La situación en España en los últimos años ha mejorado, con un esfuerzo por parte de las administraciones públicas y las empresas del sector por aumentar la sostenibilidad de estas instalaciones que atraen a 1,2 millones de turistas al año.
Sin embargo, el golf ecológico, igual que las verduras ecológicas, es mucho más caro. Estas son algunas de las prácticas requeridas:
- Utilizar abonos orgánicos en lugar de fertilizantes artificiales.
- Aplicar la gestión integrada de plagas en lugar de insecticidas y plaguicidas.
- Plantar vegetación autóctona para reducir la necesidad de fertilizantes y pesticidas.
- Crear humedales y otros hábitats que sirvan de hogar a la fauna salvaje.
- Utilizar materiales naturales, como arena y turba, para el mantenimiento del césped, en lugar de materiales sintéticos.
- Fomentar el uso de carros de golf eléctricos y bicicletas en lugar de carros de golf de gasolina.
Cabe mencionar que existen certificaciones para el golf ecológico como la GEO Certified, que es una certificación para la gestión sostenible de campos de golf, pero solo la tiene una cuarta parte de los campos de Golf del mundo. En España este sello se ha concedido a 16 campos de un total de más de 300.
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