¿Por qué hay que evitar el uso de utensilios de plástico con bambú?
El bambú es un vegetal a menudo llamado “la planta de los mil usos”, debido a que diversos pueblos lo han aprovechado para obtener de él desde ropa y alimento hasta material para construcción, celulosa para papel y medicinas.
Dado el carácter natural del bambú -planta que se suele asociar con los bosques de China pero que está presente de forma natural en todos los continentes salvo Europa y la Antártida-, muchos de los productos fabricados con este material se comercializan con términos como “biodegradable”, “ecofriendly” y otros reclamos publicitarios similares.
Sin embargo, en los últimos tiempos, las autoridades han llamado la atención sobre un tipo de producto específico que contiene bambú. Y han iniciado campañas para evitar su utilización, pues representa un riesgo para la salud.
Se trata de los utensilios de cocina elaborados con una mezcla de plástico y bambú. Algo que sin duda puede sonar extraño: si los utensilios de plástico están incorporados y aceptados en nuestra cultura desde hace mucho tiempo, y si el bambú es un producto natural, ¿cuál sería el problema con una mezcla de ambos?
Riesgos de mezclar plástico y fibras vegetales
El riesgo radica precisamente en la mezcla. No existen objeciones de seguridad para el uso de utensilios fabricados en un 100% de plástico, así como tampoco si se emplean otros materiales autorizados para estar en contacto con alimentos, como metal, madera, cerámica, vidrio, silicona, papel, corcho o textiles. Los inconvenientes aparecen cuando el plástico se mezcla con otras sustancias.
Como explica la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), se ha detectado que, durante el uso de estos utensilios, ciertas sustancias empleadas en su fabricación (como formaldehído y melamina) pueden migrar a los alimentos en cantidades superiores a las aceptadas como seguras.
A finales de 2019, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) publicó un documento en respuesta a una cuestión: si podía seguir vigente la autorización para el uso de “fibras y polvos de madera sin tratar” en la fabricación de materiales que estarán en contacto con alimentos.
El informe -solicitado por la Comisión Europea- aseguraba que no: había que revisar esa autorización. La razón es que, entre los materiales permitidos en la elaboración de plástico para estos productos (según el listado oficial, creado en 2011 y, a partir de esta investigación, actualizado el año pasado), no está incluido el bambú
Según la OCU, la Unión Europa notificó en los últimos años medio centenar de alertas relacionadas con la migración de melanina y formaldehído, sustancias tóxicas para la salud, del menaje de plástico con bambú a los alimentos con los que habían estado en contacto.
El bambú y la publicidad engañosa
Muchos de estos productos, además, recurren a la publicidad engañosa en sus envases, con expresiones como las ya citadas “biodegradable” y “ecofriendly” u otras como “reciclables” o “compostables”, además de aludir al bambú como “símbolo” de lo natural.
Lo cierto es que, más allá de que incluya bambú, es plástico. Peor todavía, explica la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN): al incluir un aditivo vegetal, se trata de un polímero no reciclable, y por lo tanto resulta aún menos ecológico que el plástico normal.
Al no estar incluido en el listado regulatorio oficial, los productos de plásticos con bambú no están autorizados para su comercialización en Europa. Sin embargo, tales artículos se encuentran a la venta en muchas tiendas.
Muchas veces también son adquiridos por internet y llegan desde fuera de la Unión Europea, de manera que los controles para impedir su ingreso se tornan muy difíciles o directamente imposibles.
A raíz de toda esta situación, la AESAN ha puesto en marcha -en julio- “un plan coordinado específico de control oficial sobre plásticos destinados a entrar en contacto con alimentos hechos con polvo de bambú”.
Esta acción, apunta la AESAN, se inicia “tras identificar un número creciente de notificaciones en el Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF) para este tipo de productos”, acerca del uso no autorizado de aditivo de bambú como relleno y el “etiquetado incorrecto de productos declarados falsamente como hechos 100% de bambú”.
Los objetivos esenciales de la iniciativa son tanto detener la importación de estos productos como identificar los que ya están a la venta (en establecimientos físicos o en internet) para proceder a su retirada, además de informar a fabricantes, comerciantes y consumidores de los riesgos de estos productos.
Es importante destacar, por cierto, que no es el polvo de bambú el único aditivo vegetal no permitido en la elaboración del plástico para estos utensilios. Tampoco lo están otros que también son utilizados, aunque con menos frecuencia que el bambú, como los polvos o fibras derivados del maíz, la paja de trigo, el café y la proteína de soja.
Qué hacer si se encuentra uno de estos utensilios
¿Qué hacer si se detecta uno de estos utensilios -platos, cubiertos, vasos, recipientes, etc.- de plástico con bambú u otros vegetales no permitidos? Si están a la venta, lo apropiado es no comprarlos y notificar al Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Y si ya están en casa, desecharlos de forma segura.
Por lo demás, conviene recordar que la utilización de utensilios de cocina elaborados con materiales autorizados sí es segura, tanto si son naturales (como los productos 100% de bambú) como sintéticos, incluidos la silicona, las tintas de imprenta, ceras, barnices y revestimientos. Si es posible, viene bien priorizar las marcas de confianza.
También hay que poner mucha atención a los reclamos publicitarios que aluden a la sostenibilidad. No solo para protegerse de las mentiras, como cuando un producto dice estar constituido por un “100% de bambú” y no lo está, sino también de los engaños (o medias verdades) más sofisticados.
Un ejemplo es el de los llamados bioplásticos: materiales que a menudo se presentan como una alternativa más saludable para el planeta. En realidad, no son demasiado ecológicos, pues -aunque sí son biodegradables- para deshacerse en la naturaleza necesitan de mucho tiempo o de unas condiciones muy específicas.
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