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Así afecta la fructosa a la salud y al cerebro

fructose

Darío Pescador

22 de julio de 2022 22:31 h

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Durante mucho tiempo se ha hablado de la fructosa como “el azúcar de la fruta”, lo cual le confería, por asociación, una cierta imagen de azúcar saludable. Además, era el tipo de azúcar recomendado para diabéticos, porque apenas hacía subir los niveles de insulina. 

Sin embargo en los últimos años la fructosa ha mostrado su cara más oscura, en gran medida porque se ha descubierto cuál es su efecto sobre el metabolismo y sobre el cerebro. También, porque el consumo de fructosa, a través del azúcar común de la que forma parte, se ha disparado en todo el mundo, con consecuencias muy negativas para la salud. 

Un regalo con trampa

Las plantas no ofrecen sus frutos porque tengan un corazón generoso, sino porque les interesa. Los animales, especialmente los mamíferos y los pájaros, comen los frutos y esparcen las semillas. Para atraer a los animales, las frutas son de colores brillantes y contienen azúcar, energía fácil.

El azúcar más simple es la glucosa, pero el problema es que cuando un animal (nosotros incluidos) come suficiente glucosa, se sacia y deja de comer. Por eso el regalo dulce de las plantas tiene trampa: la fructosa.

La fructosa tiene el efecto de desactivar los mecanismos de control del apetito, mucho más que la glucosa. Por un lado hace a las células resistentes (“sordas”) a la leptina, la hormona de la saciedad, y por otro aumenta los niveles de grelina, la hormona del hambre. El resultado es que no dejamos de comer. 

Por otro lado la fructosa induce resistencia a la insulina. De hecho, en laboratorio se convierte a las ratas en “diabéticas” con una dieta de fructosa en solo tres meses. Tener resistencia a la insulina quiere decir que aumenta el colesterol y los triglicéridos en sangre, y hay una mayor acumulación de grasa en el cuerpo.

Por si esto fuera poco, la mayor parte de las calorías de la fructosa se convierten en grasa. La fructosa se procesa en el hígado, y allí podría convertirse en glucosa para reponer las reservas de glucógeno del propio hígado. Sin embargo, estas reservas están habitualmente llenas porque comemos pan, pasta y patatas todos los días, que son fuentes de glucosa. Con las reservas llenas, la totalidad de la fructosa se transforma en triglicéridos, es decir, el efecto de la fructosa es el mismo que comer grasa.  

La fructosa, la microbiota y el cerebro

Además, al tomar fructosa concentrada en grandes cantidades (que es lo que ocurre cada vez que ingerimos alimentos con azúcar o zumos de fruta) cambia la composición de la microbiota intestinal, en este caso para peor. Aumentan las bacterias que inducen obesidad y disminuyen las que protegen la pared del intestino y tienen funciones antiinflamatorias. Esto aumenta la permeabilidad intestinal y produce inflamación.

Por último, la fructosa también tiene efectos en el cerebro. La fructosa induce resistencia a la insulina en las neuronas, con lo que no pueden absorber tanta energía de la glucosa. Esto afecta a la memoria y las capacidades mentales, e inhibe la formación de nuevas neuronas en el hipotálamo.

Todo esto nos podría hacer pensar que la naturaleza está conspirando contra nosotros. Las plantas nos ofrecen fruta envenenada con una sustancia, la fructosa, que nos hace comer sin medida, engordar, volvernos resistentes a la insulina y un poco tontos.

Sin embargo, hubo una época en la que todo esto era beneficioso. La fruta (y la miel, otra fuente de fructosa) estaba disponible solo al final del verano, y en esa época era una buena idea hacer un acopio de grasa en el cuerpo para sobrevivir al invierno

Hoy sin embargo tenemos acceso a la fruta durante todo el año. El azúcar común, presente en casi toda la comida procesada, contienen un 50% de fructosa, o más, en el caso del jarabe de maíz. Lo mismo ocurre con los sustitutos naturales que se presentan como mejores que el azúcar y en realidad son azúcar. El secuestro de nuestro organismo por parte de la fructosa, que antes era temporal, y un intercambio de favores entre las plantas y los animales, se ha convertido en un estado permanente para las muchos seres humanos, y está afectando a la salud.  

Curiosamente, los efectos negativos sobre la microbiota solo se producen con los azúcares refinados, no con el consumo de piezas de fruta entera. La explicación parece estar en que las frutas no solo tienen azúcares. Por un lado, la fibra de la fruta es saciante y contrarresta los efectos de la fructosa. Además, especialmente en su piel y en las semillas, las frutas contienen distintas sustancias que utilizan como defensa contra los insectos y otras plagas, muchas de las cuales son antioxidantes como las antocianinas y la vitamina C. 

Estas sustancias son responsables de los efectos beneficiosos para la salud de la fruta, que se producen a pesar del azúcar que contienen. Pero hay que tener en cuenta que los mismos beneficios se pueden obtener de la verdura

* Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

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