Sexo en la piscina o en el mar: seis razones para no practicarlo
Hacer el amor dentro del agua, tanto en el mar como en una piscina, y también en la playa, es una fantasía recurrente en nuestra sociedad. En este hecho intervienen, sin duda, varios factores. Tal vez el principal sea el hecho de que, en general, estamos en esos lugares cuando hace calor, y se sabe que el buen tiempo incrementa el deseo sexual. Esto suele suceder en vacaciones, cuando la mayoría de la gente está más relajada, con menos estrés, lo cual también propicia un mayor apetito en este sentido.
También aparece el estímulo de romper la rutina: tener sexo en sitios distintos de los habituales es un afrodisíaco eficaz, sobre todo para el sexo en pareja de larga duración. Otro posible aliciente -en el que no influye si el compañero sexual es el mismo de hace muchos años o alguien que se acaba de conocer- es el carácter exhibicionista del asunto: para algunas personas, la mera posibilidad de ser descubiertas añade placer al encuentro. Por supuesto, la cantidad de películas o ficciones televisivas que idealizan las relaciones en el agua, o cerca de ella, contribuye con esta fantasía.
Inconvenientes y riesgos del sexo acuático
Sin embargo, pese a todos estos puntos a favor del sexo en la piscina o en el mar, también se pueden enumerar varios en contra, relacionados con algunos riesgos que solo aparecen cuando las relaciones se desarrollan dentro -o muy cerca- del agua. Los principales se enumeran a continuación.
1. Menor lubricación
Para empezar, sucede lo contrario de lo que pareciera indicar el sentido común: al estar rodeada de agua, la vagina se lubrica peor que cuando está rodeada de aire, porque el agua elimina los fluidos que el cuerpo produce cuando se excita. Esto puede generar diversos problemas, en particular irritación y dolor tanto durante como después del acto. Lo mismo ocurre con el ano.
Los expertos aconsejan a quienes han de tener sexo dentro del agua, tanto vaginal como sexo anal, el uso de lubricantes de silicona. La otra clase de lubricantes, elaborados a base de agua, no sirven en estas circunstancias, ya que -al estar rodeados de esa misma sustancia- dejan de surtir efecto en pocos minutos.
2. Posibles infecciones
En el ambiente acuático proliferan las bacterias, debido a lo cual el riesgo de contraer alguna infección, sobre todo en la zona genital, es mayor que cuando se practican relaciones sexuales “normales”, es decir, fuera del agua. Esto es así tanto en el mar, de ríos o de pantanos como en el caso de las piscinas, aunque en estas últimas se procure mantener la limpieza del agua por medio de la introducción de cloro; de hecho, el mismo cloro puede ser el causante de irritaciones y otros síntomas molestos después de tener sexo debajo de la superficie.
3. Riesgos en la eficacia del condón
Los problemas en la lubricación pueden derivar, a su vez, en otras consecuencias negativas. Una de ellas es un riesgo mayor de que el condón se rompa: no solo la vagina pierde su lubricación natural, sino que el propio preservativo pierde la lubricación con la que viene de fábrica, y la resistencia del látex se resiente bajo el agua.
Todo esto aumenta las posibilidades de que el condón se rasgue (puede ser una rotura muy pequeña, invisible) y, por lo tanto, pierda eficacia, tanto en la prevención de embarazos como para la protección contra enfermedades de transmisión sexual. Por otra parte, el entorno acuático también acrecienta las posibilidades de que el condón se salga, y puede ser más difícil advertirlo, debido a la falta de costumbre de hacerlo de esa manera. En todo caso, la recomendación de los especialistas es colocarse el condón fuera del agua, y luego quitárselo también al estar fuera.
4. Las molestias de la arena
La arena es el principal motivo por el cual muchas parejas, después de cumplir la fantasía erótica de tener sexo en la playa, deciden no reincidir nunca más. Es muy molesta, ya que se adhiere con facilidad a cualquier parte del cuerpo, se cuela por los más recónditos pliegues de la piel y luego cuesta mucho quitarla. Hasta representa riesgos: si granos de arena se cuelan en la vagina antes de, o durante, la penetración, la fricción puede ocasionar irritación y dolor, durante el acto y también después. Y además es otro factor que incrementa el peligro de que se rompa el condón.
5. Otras incomodidades
Aunque están claros los motivos -mencionados al comienzo de este artículo- por los cuales una pareja puede desear tener relaciones sexuales en el agua o en la playa, además de los riesgos citados hasta aquí, existen otras incomodidades que pueden disuadir de este plan. En el agua los cuerpos parecen pesar menos (debido a que el agua ejerce una fuerza hacia arriba, tal como lo explica el principio de Arquímedes), lo que lleva en muchos casos a necesitar o desear posturas nuevas. Y eso puede estar muy bien, pero también resultar molesto, y en una piscina puede incluso causar accidentes y momentos desagradables.
6. Multas
Este último riesgo es inherente no solo a la playa o una piscina, sino a cualquier espacio público. Pese a que no existe en España una regulación específica que prohíba tener sexo en esos sitios, una pareja descubierta in fraganti podría recibir sanciones o multas, o simplemente tener que pasar por situaciones desagradables relacionadas con la policía u otros agentes del orden.
7. Riesgo de difusión viral
Y hay un riesgo mayor aún: que quien los descubra no sea ningún funcionario sino alguien con pocos escrúpulos, y que grabe o fotografíe a la pareja mientras tiene sexo y luego eche a circular esas imágenes en internet. Existen muchos ejemplos de esta suerte de ciberacoso, que puede hacer mucho daño y que luego es muy difícil de reparar, por mucho que se pueda recurrir a la Justicia para exigir compensaciones. Es otra razón importante para valorar si merece la pena correr estos riesgos con tal de hacerlo en la playa o en la piscina o en el mar, como en las películas.