Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
La Europa de los mercaderes
Mientras la Troika se pasea por los países del Mediterráneo exigiendo acelerar la reforma del mercado laboral para conseguir mayor productividad y competitividad,el malestar y las protestas crecen. En el maletín, los llamados “hombres de negro” llevan un compendio de medidas estándar como bajar los salarios, aumentar la edad de jubilación, potenciar los contratos basura, agilizar el despido libre, elevar el IVA y seguir por la senda de las privatizaciones. Un recetario completo implantado de forma indiscriminada en la zona Euro. En su conjunto, el paquete se conoce como “políticas de austeridad”, cuyo fin sería disminuir el déficit fiscal, hacer frente a la recesión y estimular el crecimiento económico. Medidas consideradas el factótum para sortear la crisis que enfrenta el capitalismo transnacional, sea cual sea la situación y circunstancia. El Fondo Monetario, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo están convencidos de su eficacia y las defienden a ultranza, a pesar de su fracaso. Nada parece indicar que vayan a entrar en barbecho o sean cuestionadas.
La Troika ha subrayado el error de cálculo de su práctica en Grecia. Los objetivos no se han logrado, provocando un efecto bumerán, más pobreza, desigualdad y un recorte sustantivo de los derechos políticos, sociales y económicos. Ninguna de las medidas diseñadas por los “tecnócratas y expertos”, privatizaciones, despido de funcionarios, recortes en sanidad y educación, bajada de sueldos y salarios, han revertido la situación o indican un repunte en el medio plazo. El Fondo Monetario advierte que la deuda pública en relación con el PIB -en la actualidad del 186%- sólo bajará al 130% en 2030. Y por si fuera poco, los ingresos obtenidos por la venta de las empresas públicas no han cubierto las expectativas, situándose en 46.000 millones de euros, es decir, 20.000 millones menos que los presupuestados.
Según la OCDE, entre 2009 y 2011 Grecia ha reducido su déficit público estructural desde el 12,8% hasta el 1,8%, es decir, seis puntos anuales. En un año, explica Sebastián Dullan, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, “Grecia ha reducido su déficit el doble de lo que Alemania hizo en cinco años”. Lo dicho para Grecia se puede validar, con matices, en España y Portugal. En el primer caso en 2009 se bajó del 9,5 al 1,2 en 2012; y en el segundo, pasó del 9,5 en 2010 al 2,2 en 2012. Algo similar ocurre con los salarios reales. En Grecia han caído un 13% entre 2009 y 2011, mientras que en Portugal y España un 10% y un 7% respectivamente en tres años. El problema no ha sido la negligencia a la hora de aplicar las políticas de recortes y de austeridad, sino todo lo contrario: la celeridad en su puesta en práctica acelera y profundiza la crisis.
Con las cifras encima de la mesa, los economistas y funcionarios de la Troika sentencian, tras más de un lustro de austeridad: “Hubo fracasos notables. La confianza del mercado no fue restablecida (...) y la economía se enfrentó a una recesión bastante más fuerte de lo previsto”. Este mea culpa de los responsables haría pensar en un cambio de rumbo. Pero no ha sido el caso, y apostillan: “el programa era necesario, pese a los errores de cálculo del Fondo con respecto a la sustentabilidad de la deuda”.
La Troika pretende disminuir el déficit público adelgazando el Estado y equiparando las condiciones de trabajo de los países europeos a la existente en los países emergentes, donde se roza la semi-esclavitud. De esta forma, alegan, se combatiría la crisis, bajarían las tasas de paro juvenil y el desempleo, incentivando la contratación vía reducción de salarios. En Alemania, según Rafael Poch, Angel Ferrero y Carmela Negrete, autores del libro La quinta Alemania. Un modelo hacia el fracaso europeo, “el sector de salarios bajos que en 1995 implicaba el 15% de los trabajadores emplea hoy al 25% y se ha expandido tres veces más rápido que el sector tradicional. El 42% de ex-empleados del sector tradicional que han perdido su trabajo encuentran empleo en el sector de salarios bajos. Sólo un 15% de los parados de larga duración fueron contratados en 2011 en el sector tradicional. Hay ocho millones de empleados a tiempo parcial, con contrato limitado, minijobs”.
Como era previsible, los bajos salarios, el aumento del desempleo y la privatización de la sanidad y la educación son el detonante de una catástrofe social sin precedente en Europa. No hay capacidad de ahorro, compra, ni acceso al crédito. La exclusión social, la marginalidad y la pobreza infantil muestran su cara más alarmante. En Grecia, según David Stuckler y Sanjay Basu, autores de Por qué la Austeridad Mata, “a fin de cumplir con los objetivos de reducción del déficit marcados por la Troika, el presupuesto griego en sanidad se ha reducido en un 40% desde 2008. Ese programa de austeridad (...) incrementó el índice de desempleo entre los jóvenes hasta el 50%, y de personas sin hogar en más de un 25%. (...) Como consecuencia del recorte (...) Grecia sufrió su primera epidemia de malaria en muchas décadas. Además, la austeridad ha eliminado 35.000 puestos de médicos”.
En Alemania, la degradación del trabajo determina una devaluación del consumo y una menor recaudación fiscal, afectando el nivel de bienestar de la población. Entre 1995 y 2010, las ventas de productos baratos y de baja calidad en el mercado minorista de alimentos pasaron del 29,2% al 43,6%. Paralelamente, alrededor del 50% de los hogares alemanes no pagan impuestos sobre la renta porque ganan demasiado poco para hacerlo. El cuadro es desolador, pero la Troika insiste en aplicar políticas de austeridad y recortes sociales como únicas salidas a la recesión. Si la crisis sacó a la luz las hipotecas basura, la especulación inmobiliaria y el acceso al crédito fácil, también conllevó la implantación de un modelo tendente a la concentración de la riqueza, bajo el paraguas de la desregulación y la economía de libre mercado. En la Unión Europea existen 115 millones de personas en riesgo de pobreza, el 23% de la población. A lo que hay que sumar otros 150 millones en la cuerda floja. El informe de la OCDE de 2012 ¿Por qué la desigualdad sigue aumentando? señala que las desigualdades superan los 1,4 puntos en términos del coeficiente de Gini, y los ingresos medios del 10% más rico son nueve veces más elevados que los del más pobre.
Alemania no presenta un cuadro muy diferente de lo que sucede en los países mediterráneos. El informe bianual sobre pobreza y riqueza elaborado por el Ministerio de Trabajo alemán para 2013 pone de relieve que al 50% más pobre de la población le corresponde el 1% de la riqueza, y al 10% más rico el 53%. En 2003, al 50% le correspondía el 3%. La desigualdad avanza y el hambre se extiende.
El euro se sostiene a duras penas y crecen el malestar y las voces que piden su salida en los países más afectados por las políticas de austeridad. Asimismo, comienza a emerger, lo queramos o no, una Europa profundamente xenófoba y racista, donde el nazi-fascismo se expande. Baste comprobarlo en Grecia con el partido Amanecer Dorado y la profunda crisis de representatividad de la socialdemocracia. En España la creación de un partido político a la derecha del Popular, VOX, enciende las luces rojas; y en Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen concentra una intención de voto del 24%. No son pocos quienes reniegan de la democracia como régimen político, abrazando fórmulas autoritarias donde el poder esté en manos de oligarquías financieras y empresariales. Las tecno-burocracias se han adueñado del terreno político, desplazando a los ciudadanos en beneficio de conglomerados trasnacionales.
Emerge una Europa profundamente desigual donde las políticas públicas inclusivas ceden el lugar a políticas de seguridad y control social cuyo fin es criminalizar los movimientos sociales y las protestas, imponiendo un orden represivo que garantice, sobre todo, la sobreexplotación de las clases trabajadoras. Es la Europa de los mercaderes.
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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.