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No aflojemos: el canto a la pena de Silvia para librarse de ella

Silvia Fernández, vecina de la localidad coruñesa de Teo y que trabajó en una orquesta, ensaya esta tarde antes de su actuación a las 20:00, después de los aplausos, con la que ameniza a sus vecinos todas las noches el confinamiento por el coronavirus.

EFE

Teo (A Coruña) —

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Antes del COVID-19, ¿quién conocía costumbres y hábitos de sus vecinos de al lado? En Teo (A Coruña) el vocabulario de los balcones ha sacado a relucir a Silvia Fernández, una vocalista aficionada que trabajó en una orquesta para abonar la entrada de un piso y que hoy, madre por partida doble y tramitadora de pedidos de cocinas, da vida, con su voz, a las terrazas aledañas.

“No aflojemos”, es su mensaje, y la razón por la que, a la hora del aplauso sanitario, se asoma a su ventana, “no siempre, para no aburrir”. Le canta a la pena, arropada por los suyos, para librarse de ella.

Está afónica y nota la presencia de las gramíneas, la familia de plantas cuyo polen causa más alergias en España, pero nada la frena.

“Es muy duro, pero no podemos movernos de casa, es el único modo de contener el patógeno”, cuenta a Efe, y, por su naturaleza amable y expansiva y esa necesidad de arropar, explica que fue en el tercer día de cuarentena cuando se decidió a alegrar “un poco” su barrio de Montouto, en Teo (A Coruña), con su gran afición.

“Salí temblando”, recuerda. Arrancó con la “Rianxeira”, un tema popular imprescindible en toda fiesta y celebración que se precie, coreado en auditorios y estadios de fútbol.

Siguió con el “Resistiré” del Dúo Dinámico, publicado en 1992 y hoy ya convertido en un verdadero himno con el que hacer frente al confinamiento.

Son dos o tres composiciones, no más, con las que Silvia deleita, con la asiduidad que ella misma se impone, a su agradecido público, y, despojada de todo engreimiento, dice con humildad que no tiene claro si a todos les estará gustando lo que hace. Ella no lo sabe, pero un habitante de un edificio cercano al suyo tiene la respuesta a su duda: sí. De hecho, hay un chat dedicado a esta mujer de 48 años que va intercalando comentarios de ánimo entre las letras que interpreta.

Tres veranos fueron los que consagró Silvia a la verbena. “Hace mucho”, subraya. Pero ese gusanillo, lo conserva. Hace un año, por “presión” bien entendida de unos primos suyos jubilados, nació un grupo llamado “É moito”.

Se reunían para ensayar cada semana o por quincenas e intentaron seguir ahora con ese ritmo mediante las nuevas tecnologías. “Sin embargo, no fue posible. El sonido iba con retardo”, explica.

Esos parientes a los que alude son “Los Potes”, la banda pop-beat de Compostela cuya “portavocía” recae en Miguel Fuentes, el familiar de Silvia Fernández.

Silvia tiene dos hijos, Sara, la mayor, que va a hacer 9 años, y Pablo, que el próximo 9 de abril, recluido, soplará siete velas. El pequeño ha empezado piano, a la niña le apasiona la batería, como a su padre, el marido de Silvia, Quique Gago, que es autónomo y regenta una carnicería.

“Es el único que sale de casa, profesión imprescindible, y el que hace la compra”, afirma esta chica.

¿Eso de artista, va en los genes? “Por parte de mi madre, hay mucho de eso, véase mis primos. Y ella por cierto canta muy bien. Y por la parte de mi pareja, también”, concreta.

“Y un poco de 'vidilla' se agradece un montón”, añade esta gallega, que es completamente autodidacta.

En su vivienda, la música no solamente se canta. Se respira.

Ana Martínez

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