A finales del pasado año, el agente literario Andrew Wylie se encontró con el editor Jordi Herralde en los juzgados de Barcelona. El asunto tenía que ver con Roberto Bolaño, autor renacido gracias a la labor de ambos.
Porque si Jordi Herralde fue su editor, es decir, el hombre que dio a conocer la obra de Roberto Bolaño, la dimensión internacional de la obra del chileno se logró gracias al trabajo del agente Andrew Wylie.
Parece ser que Jordi y Andrew se saludaron efusivamente mientras cruzaban la siguiente conversación:
-Estimado Andrew, ¿qué estás haciendo en este país?
-Estimado Jorge, creo que he tomado el avión equivocado.
El asunto no dejaba de tener su guasa. Los dos hombres, hermanados por el mismo autor, se presentaban en los juzgados para defender a terceras personas enfrentadas por el legado literario de ese mismo autor. Por un lado, Andrew Wylie defendía a la viuda del autor, Carolina López, y por otro, Jordi Herralde defendía al que fuera amigo íntimo del mismo autor, el crítico y también editor Ignacio Echevarría.
El mundo de la edición es un mundo de caballeros aunque, en la actualidad, lo que más abunden sean los rufianes. En esta ocasión, vamos a hablar acerca del caballero Wylie, un agente literario que, antes de ser agente literario, fue taxista y también personaje de relevancia en la escena punk londinense de principios de los años 70.
Así aparece reflejado en el libro-documento Por favor, mátame, una charla informal, editada a modo de collage, que recoge el testimonio de los distintos protagonistas del fenómeno cultural que transformó la escena musical de los años 70.
Se trata de un relato construido a partir de distintas voces, entre las que encontramos la del escritor Víctor Bockris quien, a principios de la década setentera, montó una pequeña editorial con ayuda de Andrew Wylie. Bautizada como Telegraph Books, la editorial de Bockris y Wylie publicaría el primer libro de poesía de una joven desconocida hasta entonces: Patti Smith.
El mismo Bockris cuenta cómo el editor inglés John Calder, interesado en lo que se estaba cociendo en Nueva York, accedió a publicar una antología de los poetas de Telegraph Books en Inglaterra. De esta manera, Patti Smith y el poeta warholiano Gerard Malanga tomaron un avión con destino a Londres. A bordo, también iban Víctor Bockris y Andrew Wylie, este último no sólo iba en calidad de editor, sino también como estrella invitada. Según el New Musical Express, el joven Wylie iba a recitar poemas junto a Patti Smith y Malanga.
El lugar donde estaba anunciado el recital era un cine porno. Sam Shepard apareció por allí y Patti Smith conquistó al actor con su manera de entregarse sobre el escenario. La gente se volvió loca con ella. Para entendernos, Patti Smith era una mezcla de Rimbaud y Keith Richards.
Cuando salió Andrew Wylie a escena, apenas tuvo presencia. El público que abarrotaba el local no reparó mucho en él, a pesar del encarnizamiento con el que declamaba. Patti Smith había eclipsado todo lo habido y por haber. Andrew Wylie recitó con garra cosas como “I Fuck Your Ass, You Suck My Cock”, versos de su incipiente poesía bañada en el realismo sucio que conquistaba las calles neoyorquinas. Eran tiempos salvajes, el hippismo boqueaba y el ambiente pedía formas de expresión más directas, mensajes más duros y más escuetos; simplicidad telegráfica.
Al otro día, por la mañana, Sam Shepard después de retozar con Patti Smith, reunió a las estrellas germinales de la nueva poesía en una foto que ha pasado a la historia. En ella aparece Andrew Wylie mirando a cámara mientras se lleva un cigarrillo encendido a la boca. Tras él están Bockris y Malanga. Al lado de Bockris, pegada a él, aparece Patti Smith con la imagen andrógina que explotará con éxito a lo largo de su carrera.
Son jóvenes, y todavía Wylie es un bohemio con actitud rebelde; un artista que empieza a darse cuenta de que la literatura sólo es rentable cuando circula junto a las relaciones políticas. Con estas cosas, una década después se convertirá en el agente literario más poderoso del mundo, un hombre capaz de convertir a un publicista de la literatura -como lo fue Roberto Bolaño- en un fenómeno mundial.
Por terminar, decir que el crítico literario Ignacio Echevarría fue absuelto de atentar contra el honor de Bolaño, y que Andrew Wylie tomó el avión correcto, rumbo a la otra cara del mundo.