Apuntes culturales para olvidar a los hooligans
Cuando Eric Cantona se endiabló en aquel fatídico partido que enfrentó al Crystal Palace con el Machester United en 1995, regresó a la memoria de los aficionados una conexión entre el fútbol y la violencia que por desgracia se ha repetido de forma continuada durante toda la historia de este deporte.
Cantona superó la barrera que separa el campo de las gradas y propició una brutal patada a un aficionado del equipo rival que le estaba insultando de forma reiterada. Otras veces ha contado entre bromas que “hizo feliz a mucha gente agrediendo a ese tipo de hooligan”, pero cuando se pone serio admite su error. Un cortocircuito que le supuso 8 meses de suspensión, 120 horas de servicio comunitario y el estigma de que siempre se le recuerde por ese acto, además de por su exquisito fútbol.
La violencia en el fútbol es violencia en cualquier de sus expresiones. Ya sea fuera de un estadio o entre futbolistas, con pancartas fascistas en la grada o con cánticos racistas. Y eso lo sabe bien Cantona, que quizá por su ego superlativo, nunca reconocerá que ha dedicado parte de su tiempo a enmendar ese acto. Por una parte se puede encontrar su redención audiovisual en campañas como la del inicio de los 2000 para Nike con el famoso Joga Bonito, donde condena la violencia y habla del fútbol como la oportunidad para el regate.
No debe caer en el olvido, por supuesto, que entre su sorprendentemente extensa colaboración en películas francesas y británicas se encuentra la cinta Buscando a Eric, de Ken Loach. En este drama social centrado en la figura del padre de una familia desestructurada, Eric surge como un espectro para ayudar y entrenar al hombre al que le quedan pocos motivos para seguir adelante. Hay, entonces, una especie de simbología que representa la reconciliación con el aficionado en la que el astro francés muestra su lado más humano.
El fútbol como un catalizador sociopolítico
Es innegable, por otra parte, que el balompié ha sido realmente influyente a nivel socio político. Tanto es así que de manera indirecta ha hecho explotar guerras (como el partido entre el Dinamo de Zagreb y el Estrella Roja de Belgrado), ha contribuido a mantener dictadores o ha hecho emerger revoluciones. De esto se habla y bien en el libro Fútbol contra el enemigo, de Simon Kuper, también una buena contextualización en este sentido la puede aportar How Soccer Explains the World, de Franklin Foer. Siguiendo estas líneas, de producción hollywoodiense, surge una de las mejores películas que se ha hecho sobre cuero y patadas: Evasión o victoria.
Como su propio nombre indica, el relato basado en hechos reales se acerca a un grupo de reos que se bate en un duelo contra futbolistas de la Alemania nazi. Por supuesto el alto mando del Tercer Reich se encuentra en el estadio y la contienda ha de ser ganada por los locales para ensalzar la supremacía aria. Los aliados apresados se debaten entre huir al descanso y evitar la muerte segura o ganar el encuentro y dejar en entredicho a los nazis. Todo esto luce más si el delantero es Pelé, el portero es un joven Sylvester Stallone y la película es de John Houston.
De continuar en Alemania se ha de hablar del título El miedo del portero ante el penalti. Existe tanto la novela como la película, esta última de Win Wenders, con diferencias argumentales aunque un mismo guionista (Peter Handke). Ahonda en la historia de un portero con miedo escénico que al ser expulsado vaga por la ciudad como si se tratase de un tedioso laberinto. En este caso el fútbol es un pretexto, aunque denota la importante vinculación entre los artistas y el deporte rey.
Entre los artistas y el fútbol, se ha de insistir, la relación romántica que conforma obras de gran calidad véase El fútbol a sol y sombra de Eduardo Galeano, Fiebre en las gradas, de Nick Hornby, o el reseñable Adiós al fútbol, de Valerio Magrelli que relata 90 historias brevísimas para leer en los 90 minutos que duraría un partido. Autores españoles también los hay: Ramiro Pinilla hizo una oda a su Athletic Club, de los años 40, con la novela Aquella edad inovidable.
Del mismo modo, David Trueba firmó hace algunos años Saber perder, historias cruzadas que entre otras narran la vida de un futbolista recién llegado a España, inspirado en los inicios del Kun Agüero. También en clave del Atlético de Madrid es indispensable recordar el cortometraje de Antonio Conesa, Campeones.
La pelota como expresión artística
Si hablamos de un texto sobre los demás, de entre la ingente cantidad y calidad de los relatos, emerge el ensayo El fútbol es un lenguaje con sus prosistas y sus poetas: “En el fútbol hay momentos que son exclusivamente poéticos: los momentos del 'gol'. Cada gol es siempre una invención, es siempre una perturbación del código: todo gol es 'ineluctabilidad', fulguración, estupor, irreversibilidad. Precisamente como la palabra poética. El máximo goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. El fútbol que expresa más goles es el fútbol más poético”. Fútbol, lingüística y poesía relacionados de forma jocosa pero altamente acertada por Pier Paolo Pasolini.
De esta extrapolación más metafísica del juego surgen algunos trabajos como Soccer as never before, donde Helmuth Costard presenta una película de más de hora y media siguiendo durante un partido cada movimiento de la leyenda George Best, que ya de por sí daría para un ensayo. Sin diálogos, básicamente contemplativa, la cinta se centra en sacarle el sentido más puramente estético a los movimientos. De ahí bebe Zidane, retrato del siglo XXI, documental estrenado en Cannes que atiende a la misma premisa. Este último trabajo se ha querido llevar a los museos y se puede ver en alta definición en YouTube, eso sí, aquí se aprecian las respiraciones y el sonido de la hierba que se mezcla con algunas cavilaciones de pretensión lírica sobre el jugador más artístico de los últimos tiempos.
La guinda del pastel se acerca de la mano de The Damned United, que narra la fatídica experiencia de cuarenta días que sufrió en el Leeds Brian Clough, uno de los mejores entrenadores de la historia de Inglaterra, antes de conquistar dos Copas de Europa con el mítico Nottingham Forest de finales de los 70, todo un acercamiento nostálgico al banquillo inglés.
A modo de conclusión se puede olvidar que, aunque El secreto de sus ojos de Campanella no habla de fútbol, sí lo toca tangentemente y lo ensalza como pasión ineludible. Para todo amante del fútbol es imprescindible ese plano secuencia de cinco minutos que transcurre desde el cielo del estadio hasta el propio césped. Argentina y el fútbol.