La lucha por amor al arte comunista en el espacio público alemán
El próximo mes de julio volverá a lucir en las calles de Potsdam, ciudad del este alemán situada a proximidad de Berlín, la Bola del Mundo Transparente. Esta escultura metálica, un monumento creado por el artista Günther Junge en tiempos de la comunista República Democrática de Alemania (RDA), estuvo décadas a las puertas de la principal biblioteca de Potsdam. En la última gran renovación que sufrió ese edificio, hace nueve años, el monumento fue arrancado de su lugar y guardado en un almacén.
“Se llevó a un sitio cualquiera para guardarla. No se le dio nada de importancia. Aquello fue una muestra de lo poco que se consideraba a esta obra de arte, pese a que es un monumento registrado”, dice a eldiario.es Hans-Jürgen Scharfenberg, diputado de la formación izquierdista Die Linke en el Parlamento regional de Brandeburgo, el Land que envuelve Berlín.
Gracias a políticos como él, sin embargo, la Bola del Mundo Transparente de Junge volverá a verse en un destacado lugar público de Potsdam. Ante la insistencia de políticos como Scharfenberg, que lleva años reivindicando lo que queda del legado artístico de la RDA, las autoridades de su ciudad – en manos del socialdemócrata Mike Schubert – han autorizado finalmente que la escultura sea montada de nuevo frente a un centro comercial no lejos del corazón de la capital de Brandeburgo.
No todas las obras de arte de tiempos de la RDA tienen la misma suerte. Basta pensar en aquella gran estatua firmada por el artista soviético Nikolai Tomski que tenía Berlín dedicada a Vladímir Illich Uliánov, Lenin, en la otrora llamada Leninplatz. En 1992, poco después de la caída del muro, esa plaza fue rebautizada como Plaza de las Naciones Unidas. En lo que Scharfenberg llama “una operación política” que determinó cómo la Alemania reunificada iba a lidiar con el arte creado en tiempos de la RDA, la enorme estatua en granito ucraniano de Lenin fue desmantelada. Los restos acabaron enterrados en un descampado de una zona boscosa a las afueras de Berlín.
Hubo que esperar a 2016 para que la cabeza en granito de Lenin esculpida por Tomski volviera a la superficie. Hoy está expuesta en el Museo de la Ciudadela de Spandau, al oeste de la capital. La integridad de la escultura no se ha podido recuperar como tampoco mucho del arte que había en el espacio público de la RDA. Bien lo sabe el arquitecto Martin Maleschka. Este hombre de 36 años nacido en Eisenhüttenstadt, ciudad alemana situada cerca de la frontera con Polonia en su día se llamada Stalinstadt o “Ciudad de Stalin”, se ha convertido en un reputado documentalista del arte de la RDA en el espacio público.
Maleschka lleva realizadas unas 100.000 fotografías de este tipo de expresiones artísticas, según sus propios cálculos. “Desde hace unos quince años busco tesoros artísticos perdidos de la RDA”, dice Maleschka a eldiario.es. Maleschka publicó recientemente un libro que da cuenta de su trabajo de documentación. Titulado DDR. Baubezogene Kunst (Ed. Dom, 2018) o “RDA: Arte relacionado con la construcción”, el libro está dedicado al arte en el espacio público de la Alemania comunista.
Ese volumen y sus fotografías son en buena medida una reacción a la destrucción de edificios de arquitectura comunista en Eisenhüttenstadt. “Cuando empecé mis estudios de arquitectura en 2003, se comenzaron a derribar edificios de viviendas en mi ciudad. Pero esto no sólo ocurría allí, sino en todo el este de Alemania”, cuenta Maleschka.
El ejemplo que mejor ilustra sus palabras tal vez sea la destrucción del Palacio de la República de Berlín, un edificio modernista levantado en los años 70 que sirvió de Parlamento a la RDA. Fue derruido entre 2006 y 2008. En el solar que ocupaba se ha levantado ahora una reproducción del Palacio Real de Berlín, a su vez víctima arquitectónica en la destrucción que significó la Segunda Guerra Mundial para la capital germana. Las obras de su versión actual avanzan hoy en el corazón berlinés.
El español Josep Renau, entre los artistas del espacio público de la RDA
“En mi infancia y adolescencia yo viví la mayor parte del tiempo entre esos edificios [de arquitectura comunista, ndlr.], que estaban rodeados de obras artísticas en el espacio público”, mantiene Maleschka. Ante la destrucción sistemática de los espacios en los que él creció, Maleschka comenzó a hacer sistemáticamente fotos de esos edificios de arquitectura comunista, a menudo decorados con obras artísticas. Así empezó a construir su archivo.
Enormes murales, cerámicas decorativas o esculturas de hormigón y bronce suelen ser los objetos que Maleschka captura con su cámara. “En muchos casos, la carestía de materiales produjo creaciones sorprendentes. Era verdad el lema: ¡'La necesidad crea lo artístico'!”, comenta el autor de DDR. Baubezogene Kunst. Entre los representados en su archivo se encuentran prominentes artistas de la Alemania comunista como Willi Sitte, Walter Womacka o Roland Paris, pero también el comunista español Josep Renau. Los murales de este artista valenciano, exiliado primero en México y luego en la RDA tras la Guerra Civil española, decoraron también grandes obras en la Alemania comunista.
En este tipo de obras también había espacio para la crítica al régimen. “El pintor y artista gráfico Horst Ring pintó en un mural de cerámica en 1985 un reloj que señala las doce menos cinco. Le pregunté recientemente sobre ésto y me dijo que vio venir el final de la RDA”, afirma Maleschka.
Otro mensaje muy abierto a la interpretación es el mural de la Universidad Técnica de Dresde de 100 metros cuadrados firmado por Alfred Hesse y Erich Gerlach. “Wilhelm Pieck habla a los estudiantes”, se titula el mural. En él, ninguna de las figuras representadas mira a Pieck, presidente de la RDA y líder del Partido Socialista Unificado de Alemania.
Los alemanes, entre fascinación y aborrecimiento
Para este tipo de obras, la reunificación no fue una buena noticia. “Lo triste es que a través de la reunificación de los dos estados alemanes aquello que era propiedad del pueblo se privatizó, y con ello también las obras de arte. En lo que respecta al arte en los edificios, también se vendió”, comenta Maleschka. Él ha observado que la relación actual de los alemanes con el arte de la RDA es “muy diversa”. A su entender, hay desde “absoluta fascinación hasta aborrecimiento”. Desde luego, éste último sentimiento no contribuye a la preservación de este arte. Tampoco la pasividad que todavía reina entre las autoridades alemanas en lo que respecta la documentación de estas obras.
“Muy pocas de estas obras de arte han sido catalogadas o registradas en inventarios. El agujero documental es tan grande, que hay que hacer trabajo de campo. Uno tiene que ir a los sitios para tomar las imágenes”, comenta Maleschka. Él entiende en parte este abandono porque, con la reunificación, “en los años noventa y a principios de este siglo había otros problemas con los que lidiar en los nuevos Länder antes que ocuparse del arte de las obras arquitectónicas”, dice este arquitecto, aludiendo a las regiones que otrora fueron la RDA.
Pese a la desaparición de una cantidad ingente de obras como a las que Maleschka dedica sus esfuerzos, él entiende que “todavía se puede ver mucho arte de la RDA en el espacio público” alemán. Aún falta para que su archivo esté terminado.