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Cómo la vida de un pintor gótico del siglo XV (el mejor, eso sí) se ha colado en las pantallas de los cines

Recreación del documental en la que Bartolomé Bermejo pintura la tabla de Santa Engracia

José María Sadia

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Tras el estreno del documental Bartolomé Bermejo. El despertar de un genio en un cine de Barcelona, el autor de la película se dirigió a las casi 200 personas que habían llenado la sala: “Hoy es un día memorable, glorioso, de esos que ocurren pocas veces en mi profesión”. Hasta llegar a ese instante, José Manuel Herraiz, director de la productora aragonesa Albella Audiovisual, tuvo que confeccionar un proyecto atractivo para obtener la financiación necesaria, producir el documental y, finalmente, convencer a una distribuidora, A Contracorriente Films, de que la vida del mejor pintor español del siglo XV merecía un hueco en la cartelera, entre los grandes estrenos de las salas de cine. “Son iniciativas que favorecen mucho la cultura; de lo contrario, este trabajo únicamente se hubiera visto en la televisión autonómica de Aragón”, reconoce Herraiz.

La apuesta, de por sí, ya contaba con un hándicap no poco importante: hablar de un artista prácticamente desconocido —hasta que la exposición monográfica del Museo del Prado lo puso en el mapa en 2019, Bermejo apenas era reconocible entre el gran público— frente al gusto de la sociedad por personajes más familiares, del renombrado Velázquez al archihomenajeado Sorolla. No obstante, ¿no merecía una oportunidad la enigmática vida de un auténtico genio, capaz de asimilar las técnicas del gótico de los maestros flamencos Rogier van der Weyden o Jan van Eyck? Convencido de ello, Herraiz diseñó un guion en torno a los dos grandes misterios de Bermejo: cómo se convirtió en un artista de primer nivel alejado de los grandes focos artísticos y qué había de la supuesta condición de judeoconverso que justificaría la vida errante del cordobés entre Valencia, Aragón y Barcelona. Y fue entonces cuando comenzaron a surgir las sorpresas.

“La profundidad espiritual de los retablos de Bartolomé Bermejo procede de su preparación judaica, que le da una gran hondura a su obra, como si fuera San Juan de la Cruz o Santa Teresa”. El catedrático Miguel Ángel Motis, uno de los especialistas que presta su testimonio en la película, observa en la extraordinaria obra del pintor cordobés el reflejo de los avatares de su vida: de la supuesta fe judaica que ahora se da por probada, a su condición de artista errante, precisamente por su calidad de judeoconverso. “Bermejo, al que conozco a través de protocolos notariales y procesos inquisitoriales, lleva en el corazón el latido de la diáspora; es el típico judeoconverso que tiene que renegar de su fe, que siempre tiene miedo a ser descubierto y que, gracias a su talento artístico, es capaz de plasmar la mística judía en un arte cristiano”, añade el profesor de la universidad San Jorge de Zaragoza.

El arte como forma de sobrevivir

La vida de Bermejo sumerge al espectador en la España de finales del siglo XV, el país de las tres culturas que terminará con el triunfo de los Reyes Católicos sobre el reino nazarí de Granada y la expulsión de los judíos (la última de Europa, junto con Portugal), el mismo año que la hoy revisada y controvertida conquista del Nuevo Mundo, 1492. Un ambiente ya retratado por El Prado en la reciente exposición El espejo perdido, que abordaba las “transferencias artísticas” que se producían entre diferentes culturas, o cómo un judío podía pintar una obra maestra para los cristianos. Afirma Motis, especialista en la cultura mosaica, que “los judíos y los judeoconversos son heridos de Dios, llevan la tribulación de no poder procesar su religión; Bermejo plasma ese sentimiento (el de la persecución) en el cuadro, pero de manera subliminal”.

El documental Bartolomé Bermejo. El despertar de un genio se ha centrado en el paso del pintor gótico por Aragón, en concreto, por la villa medieval de Daroca y la propia capital, Zaragoza. Es aquí donde Motis ha rastreado los documentos que otorgan a Bermejo la condición de judeoconverso, a través de la figura de su segunda mujer. “A Gracia de Palaciano la juzgan por un delito leve de judaización, es llevada al Palacio de la Aljafería (hoy sede del Gobierno de Aragón) y participa en un auto de fe en la Seo de Zaragoza, donde reconoce que no sabe el credo”, explica el catedrático, revelando el motivo por el que finalmente es condenada. “La gran paradoja para un converso, que siempre vive al límite, es que suele ser contratado por la Iglesia católica; aunque pesa sobre él la sospecha tras la condena de su mujer, acaba trabajando en la futura Seo de Zaragoza y esto lo salva económica y anímicamente”, relata Miguel Ángel Motis, quien concluye: “El arte es su forma de sobrevivir”.

Cuando el Museo del Prado organizó en 2019 la primera gran exposición monográfica sobre el pintor cordobés (que después se llevaría al MNAC de Barcelona), el comisario Joan Molina encargó a Javier Ibáñez vaciar los archivos para seguir los pasos del creador. Algo escéptico sobre su situación de judeoconverso, el catedrático de Historia del arte de la Universidad de Zaragoza ha preferido enfocar su intervención en el documental en las “sorpresas” que el Bermejo artista ha ido ofreciendo a lo largo de la investigación. “Descubrimos que Bartolomé es buenísimo, el mejor pintor de la península ibérica en el siglo XV, pero desconocemos cómo se ha formado”, apunta Ibáñez, y se explica: “No sabemos cómo adquiere la técnica del óleo, que era completamente nueva en aquel momento y solo estaba en Flandes; como historiador, me parece muy atractivo plantear el enigma de dónde se ha formado para ser el mejor y el hecho de que no haya nada ni antes ni después de él: el drama es que no deja una escuela, otros lo imitan, pero no dominan su técnica”.

Un genio misántropo

Ya en el título, el documental deja claro que Bermejo era un genio. Y lo era dentro y fuera de su faceta artística, tal y como corrobora Ibáñez. “Tiene un punto de genio y quizá esa genialidad explica su carácter”. Se refiere el experto a detalles concretos de su conducta, como el hecho de que pidiera una sala individual durante sus trabajos en la catedral de Zaragoza. “Existen en Bermejo cuestiones de misantropía: tiene un cuartito con llave para él solo, no se mezcla con nadie… igual esto responde al hecho de que, como genio, fue una persona un poco rara”, opina el catedrático de Historia del arte.

Para narrar estas peculiaridades, su vida itinerante entre Valencia, Aragón y Cataluña, o el redescubrimiento de su obra —la fama de Bermejo murió con él y no despertó hasta principios del siglo XX— la productora ha recurrido a sencillas dramatizaciones y al testimonio de personajes relevantes en el ámbito museístico. Agradece el director, José Manuel Herraiz, las facilidades ofrecidas por la National Gallery de Londres —donde se encuentra una de las obras maestras, El triunfo de san Miguel sobre el diablo— para grabar una entrevista con su director, Gabriele Finaldi. Más recelos encontró el proyecto en Boston, cuyo museo Isabella Stewart Gardner —que custodia la reconocida tabla de Santa Engracia del autor cordobés— parece reacio a recibir forasteros, tras el histórico robo de 13 pinturas de autores como Rembrandt o Vermeer en 1990.

Después de las primeras proyecciones, los responsables de esta aventura están conformes con la reacción del público, prueba del atractivo de la vida y obra de Bermejo. “Lo que pretendemos es aportar nuestro pequeño grano de arena al conocimiento de este autor español, después del empujón del Prado y del MNAC con sus exposiciones en 2019”, afirma José Manuel Herraiz, director de Albella Audiovisual. Para Miguel Ángel Motis, la cinta supone un paso más dentro de la “extraordinaria labor de pedagogía” que queda por hacer sobre el complejo mundo de las tres culturas que habitó Bermejo, a quien define como “un ejemplo de vida, de ser capaz de crecer ante las adversidades: él nunca cejó, y le salvó su arte y su fe”.

Mientras, el historiador Javier Ibáñez lleva el ascua a su sardina, y confía en que el documental incentive al gran público a conocer un poco mejor la Edad Media y el gótico. “Más allá de los museos, subrayaría la importancia de acudir a aquellos lugares donde se conserva la pintura original y, tratándose de Bermejo, resulta esencial visitar Daroca, una población medieval perfectamente conservada”. Para la iglesia de Santo Domingo de Silos, el autor pintó el retablo cuya tabla principal, verdadera obra maestra, se encuentra actualmente en el Prado. Ibáñez hace constar, asimismo, que el legado de autores como Bermejo puede contribuir al conocimiento de pueblos y comarcas afectadas hoy por el fenómeno de la despoblación, como es el caso de la región aragonesa. Una contribución más de este talento de la España del siglo XV.

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