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'Aniquilación', terror y belleza en una obra maestra de la ciencia ficción actual

Natalie Portman es una bióloga y exsoldado en 'Aniquilación'

Francesc Miró

El estreno por sorpresa de The Cloverfield Paradox durante la Super Bowl se vendió a los medios como una jugada maestra por parte de los ejecutivos de marketing de Netflix, pero en realidad se trataba de algo distinto. El proyecto se había llamado, dos años antes, God Particle y andaba de mesa en mesa de los despachos de Paramount. A mediados de 2016 se afirmaba, según The Wrap, que la película estaba terminada y que iba a ser otro eslabón de esa extraña y hasta la fecha estimulante franquicia que se vino a llamar Cloverfield.

Sin embargo, su estreno en cines en febrero de 2017 se retrasó primero a abril y luego a octubre. Más tarde cambió de nombre y, de repente, empezaron a circular noticias de que Paramount no estaba contenta con el resultado de la película. Entre unas cosas y otras, no fue hasta enero de este año cuando Variety desveló que Netflix estaba dispuesta a comprarle el título a Paramount. Es decir, que los ejecutivos de la major no se atrevían a estrenarla en cines y el portal de VOD jugó la carta para ver qué podía sacar.

La recepción crítica de la película fue un jarro de agua fría: The Cloverfield Paradox era una película fallida y Paramount había rechazado estrenarla en cines precisamente por eso. En tiempos en los que los grandes estudios minimizan el riesgo para maximizar beneficios, si se la vendían a Netflix no tendrían que hacer ni control de daños. Así que al final fue la popular plataforma quien tuvo que lidiar con el fracaso, sumando así una racha de malas películas que venía de Bright y seguiría con Mute.

Con Aniquilación estuvo a punto de pasar lo mismo. En diciembre del año pasado, tras un pase de prueba en el que la película, según The Atlantic, se tachó de 'demasiado intelectual', Paramount decidió que no iba a estrenar la película internacionalmente a menos que su director, Alex Garland, acometiese cambios serios en el montaje y en el final de la película.

El realizador se negó en redondo y la película estuvo a punto de no distribuirse más allá del mercado norteamericano… hasta que Netflix volvió a hacer la jugada. El gigante del VOD adquirió la película con el montaje original del director y acaba de estrenarla en España. El resultado es, casi, una obra maestra del género de ciencia ficción contemporáneo.

Enigmas en la Zona X

Un meteorito cae en algún punto de la costa de Florida y alrededor del impacto empiezan a ocurrir fenómenos extraños. El Gobierno acordona el lugar, lo convierte en secreto de estado y lo llama la Zona X. Allí envía a soldados y especialistas para investigar pero ninguno de los equipos vuelve con vida. Tras la reaparición de su marido, que llevaba doce meses sin dar señales de vida tras formar parte de una misión secreta, la bióloga y exsoldado Lena - Natalie Portman- se une a una nueva expedición formada por mujeres científicas.

Basada libremente en la novela homónima de Jeff VanderMeer -primera parte de una trilogía-, Aniquilación sigue los pasos de Lena en el interior de la Zona X, sus descubrimientos y sus motivaciones. Viaje hacia lo desconocido más inquietante y desconcertante a cada paso que da. Algo a lo que su director, Alex Garland, ya nos tiene acostumbrados.

Su anterior película, la excelente Ex Machina, resultaba una exploración de la psique (humana solo en parte) absolutamente enigmática y eficaz. Relato con tempo de thriller y formas de ciencia ficción de espacios cerrados que viraba en torno a la creación de inteligencia artificial y las cuestiones morales que plantea. Un film que se convirtió casi de inmediato en una película de culto y que con el tiempo ha devenido una de las mejores películas de ciencia ficción de la última década.

Esta vez, la aventura parecía aspirar a reinterpretar la narrativa de la exploración con un pie puesto en la ciencia ficción y otro en el terror. Aniquilación, desde su misma premisa, se nos presenta más espectacular y, a la luz de su acabado, no podemos por menos que maldecir el hecho de no poderla ver en pantalla grande. La última película de Garland hace gala de una exuberancia visual que hipnotiza a la par que aterroriza: el mundo creado entre pantanos y selvas de la Zona X es una apasionante visión multicromática de barroquismo vegetal que nos acerca, por momentos, a lugares recónditos de la herencia del mejor body horror.

Todo con un andamiaje emocional que se desvela más complejo de lo aparente. La Zona X es, por una parte, un lugar en el que las leyes de la biología se aplican de forma distinta, el peligro es constante pero convive con la belleza más natural. Pero por otra, es también un terreno metafórico en el que sus cinco protagonistas se adentran para combatir sus demonios. Una especie de ensueño, pesadilla a ratos, que la cámara de Garland se encarga de hacer omnipresente y filtrar a cada plano.

Sin embargo, al contrario que en su anterior película, en la que las motivaciones de los personajes eran una incógnita que hacía sentir incómodo al espectador, Aniquilación deja ver sus cartas con facilidad. Garland explícita abiertamente quienes son y qué quieren cada una de las cuatro científicas protagonistas y eso deja poco margen para la imaginación que es, como sabemos, la mejor aliada del miedo. Amén de construir un background oscuro en torno al personaje de Natalie Portman en base a flashbacks poco afortunados.

Con todo, más allá de pequeños tropiezos de guión y montaje, Aniquilación ofrece una experiencia magnífica cuando se mantiene en tierra de nadie. Cuando se limita a explorar las posibilidades expresivas de las consecuencias paranormales del meteorito. También cuando éstas se internan en la psique de las exploradoras, sembrando el temor a nuestro interior. Configurando un discurso ciertamente apasionante en torno a la autodestrucción y la posibilidad de reconstruirnos tras enfrentarnos a lo desconocido, sea un trauma o sea un alien.

Reconciliarse con la herencia

Con Aniquilación, Garland se muestra más seguro plantando semillas de duda que resolviendo conflictos sobre futuros que nadie conoce. Es de agradecer, por ello, que se acerque abiertamente a sus referentes para enfrentarlos con los de la ciencia ficción mainstream y salga indemne. Que su relato parezca ferozmente moderno y, al mismo tiempo, tenga un deje clásico.

En 1979, Andrei Tarkovsky dejaba patidifuso a medio mundo con Stalker, una película con evidente parecido con la que nos ocupa. En aquella, existía un lugar de Rusia llamado La Zona en el que se estrelló un meteorito hace años. Su acceso está prohibido, pero a quienes se atreven a adentrarse les guían los stalkers, gente que ya conoce cómo se las gasta el terreno. Poema apocalíptico de casi tres horas en el que la iconografía de destrucción y exuberancia de la flora ya estaban presentes, como también la lectura onírica la Zona y sus efectos en el ser humano.

Tiempo antes, su cine ya se había asomado al mismo abismo existencial en Solaris, la historia de un científico que es enviado a la estación espacial de un remoto planeta cubierto de agua para investigar la muerte de un médico. Akira Kurosawa descubrió Solaris en una sala de cine de la URSS, en 1977 y con Tarkovsky sentado a su lado.

Fue en un pase especial que organizó Mosfilm, el gran estudio cinematográfico soviético, a altas horas de la noche. Kurosawa se sintió tan mal durante la proyección que a punto estuvo de salir de la sala. “Sentí que mi corazón estaba dolorido y sumido en la agonía. Sentí el deseo de regresar a la tierra lo más rápido posible”, escribiría en el periódico en el periódico Asahi Shinbun.

Tras terminar el pase, Kurosawa le confesó al realizador ruso que había sentido miedo de verdad. Este le respondió con una sonrisa de oreja a oreja. Ambos terminaron en un bar, ebrios de vodka, cantando la melodía de Los Siete Samuráis “porque estábamos felices de encontrarnos en la Tierra, a salvo. Solaris hace que el espectador sienta eso. De alguna manera despierta un terror puro en nuestras almas”, describía el director nipón. Algo muy parecido a lo que hace Aniquilación.

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