35 años de 'Yo te saludo, María': la película de Godard que desató la ira del Papa y de la ultraderecha española
El 9 de mayo de 1985, durante la celebración el Festival de Cannes, el prestigioso cineasta Jean-Luc Godard recibió un tartazo de un ciudadano ofendido por el enfoque (o la misma existencia) de su anterior película, Yo te saludo, María. El cineasta franco-suizo presentaba Detective, pero la sombra de su obra precedente le perseguía... incluso en lo financiero: declaró que había rodado ese nuevo filme para saldar las deudas contraídas con su anterior largometraje.
Yo te saludo, María se había estrenado en Francia el 23 de enero de ese mismo año. Y desde el primer momento, el proyecto había despertado controversias y algunos exabruptos periodísticos y clericales, aunque algunas voces habían emergido para intentar calmar la situación. Un académico jesuita había declarado al diario romano Il Messaggero que el guion “podría haberlo escrito Juan Pablo II en persona”, al leerlo en sintonía con la doctrina del amor no corpóreo del pontífice.
El mismo Papa Wojtyla fue quien reavivó la polémica. Afirmó que la obra hería profundamente “el sentimiento religioso de los creyentes y el respeto por lo sagrado”. Sus palabras, pronunciadas el 22 de abril, dotaron de legitimidad institucional a las protestas impulsadas por el radical (y posteriormente excomulgado) arzobispo Lefebvre. Y caldearon el ambiente del estreno español que iba a tener lugar el día 19 de junio.
De bombas fétidas a latas de gasolina
La historia de la distribución de Yo te saludo, María en España puede ser anecdótica, pero a la vez tiene algo de síntoma de algunas enfermedades de la Transición. A mediados de los años 80, parecía que comenzaba a quedar atrás la furia ultraderechista representada en filmes como Camada negra, que trataba de un comando de jóvenes fascistas. El fallido golpe de Estado de 1981 y la mayoría absoluta del Partido Socialista escenificaban una nueva correlación de fuerzas: ¿el franquismo reciclado a la democracia ya no lideraba la vida política?
Una simple película, y no especialmente transgresora, agitó el autorretrato de una Transición sin grandes discordias. En Madrid, Ángeles García informó para El País de los altercados alrededor del cine Alphaville donde se intentaba proyectar la película. Tuvieron lugar piquetes e iniciativas de boicot más o menos naïf (desde lanzamientos de bombas fétidas a colapsos de la cola con falsos compradores armados con grandes cantidades de calderilla), junto con arrodillamientos colectivos al grito de “¡España, católica!”.
La protesta desbordó esos cauces cuando se intentó amedrentar a los posibles espectadores, e incluso se sustrajo la pistola de un agente de seguridad (el arma, según el encargado del dispositivo de seguridad, terminó apareciendo). Algunas de las primeras sesiones se suspendieron, pero una carga policial posibilitó el acceso libre de espectadores a los cines en la sesión nocturna del día 19.
En Barcelona, una concentración reunió a unas 3.000 personas, según cifras de la Guardia Urbana. Para la ocasión, se había redactado un manifiesto que reclamaba la prohibición de la película por blasfema, injuriosa y “contraria al espíritu de la Constitución Española”. La frase resulta una muestra temprana de apropiación de la Carta Magna por parte de la derecha religiosa.
Según los cronistas, las manifestaciones eran variopintas. Coincidían un público ofendido pero más cívico y militares o jóvenes que aunaban fundamentalismo religioso, patriotismo y una crispación más violenta. Una monja se interpuso en los insultos a un joven espectador y otros asistentes se revolvieron ante los gritos de “¡Muerte a los rojos!”, mientras Blas Piñar, fundador del partido ultraderechista Fuerza Nueva, hizo acto de presencia para representar a la facción más beligerante.
Las movilizaciones fueron perdiendo fuerza pasadas las horas, pero no por ello llegó la tranquilidad. En la semana siguiente, un joven de 17 años provocó desperfectos en la entrada del cine Alphaville: estaba intentando incendiarlo con gasolina. Una rápida intervención policial, derivada de las amenazas que sufría el establecimiento, evitó males mayores. El atacante incluso portaba balas de procedencia desconocida. La sombra de la violencia ultraderechista potencialmente letal volvía a aparecer.
¿Y la película?
Llevar el embarazo de la virgen María católica a la gran pantalla en clave contemporánea puede resultar espinoso, pero Godard no hizo una propuesta especialmente provocadora. María es una estudiante que juega al baloncesto y tiene dificultades evidentes para soportar la situación que se ha visto obligado a vivir. José, por su parte, es un taxista que no termina de creerse el milagro y pide tocar y ver ese cuerpo que imagina que ha tocado y visto otro hombre.
Y aquí llegamos al que quizá podría ser el punto más polémico del filme: la explicitación de la tensión entre sexualidad y castidad implícita en la forzosamente problemática historia de la pareja (porque, como tantas obras del realizador, esta es una obra sobre amores y parejas, aunque en esta ocasión estén condicionados por la intervención de fuerzas externas). La reiterada desnudez de la actriz Myriem Roussel, aunque difícilmente pudiese considerarse libidinosa, se convirtió en el otro gran combustible de la indignación de algunos sectores.
Godard se mostró sorprendido por la polémica y dijo a Le Nouvel Observateur que su obra trataba de “un tema laico y normal”. Llegó a declarar que versaba de una joven que compartía nombre con la virgen María. Aunque la respuesta fuese evasiva, dados los préstamos de La biblia, su película no pareció nacida de la ironía desatada o del ánimo irrevente. El realizador francés firmó una obra bella sobre lo material, lo espiritual y lo material en lo espiritual. E introdujo la consideración psicológica compleja en el mito, ofreciendo una inusual atención al retrato de María, a sus momentos decididos y angustiados, en una época en que su cine tendía a la coralidad de cuerpos-voces aparentemente desprovistos de personalidades matizadas.
Las formas fueron las ya habituales en el realizador: un despliegue enciclopédico de citas y un montaje especialmente poetizador donde las imágenes de naturaleza (especialmente de cielo y astros) se intercalan entre las escenas de personajes, con música de Bach y Dvorak de fondo. En paralelo, el personaje de un profesor plantea dudas sobre el origen de la vida que nos remiten a la dificultad de creer en el azar.
El uso de material bíblico (incluida una escena de anunciación por parte de un irascible ángel Gabriel en una gasolinera) proporciona un hilo narrativo reconocible. Este esqueleto está complementado por fragmentos de historias no del todo explicadas, un trabajo estético sensible... y algunos de los habituales chistes metalingüísticos o escatológicos propios del realizador de Al final de la escapada.
Usualmente, Yo te saludo, María se ha distribuido en forma de díptico prologado por el delicioso mediometraje El libro de María. Realizado por la cineasta Anne-Marie Miéville, co-directora de varias obras con Godard y pareja sentimental de este, trata de una niña abatida por la separación de sus padres. La narración mínima, de pequeños gestos, complementa a la perfección el poema godardiano con otra historia de un personaje femenino obligado a crecer prematuramente.
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