Adiós al humor y tesón de Yvonne Blake, la diseñadora que vistió a Superman
“Me siento más española que Agustina de Aragón”. Yvonne Blake agradecía así el Premio Nacional de Cinematografía que le fue concedido en 2012 en el Festival de San Sebastián. Reflejan el humor y carisma característicos de esta diseñadora de vestuario nacida en 1940 en Manchester que hoy, 78 años después, ha fallecido en Madrid. En el país donde llevaba más de cuatro décadas afincada y del que se despide como Presidenta de Honor de su Academia de Cine.
Con la primera distinción se convirtió en la séptima mujer en recibirla, primera no actriz, y quiso compartir el galardón con “todas las mujeres técnicas de nuestro cine, nosotras también contamos, que quede claro”. La segunda se eligió de forma unánime por la Junta Directiva de la Academia que no dudó en alzarla con la segunda persona, y primera mujer, en obtenerlo, tras Luis García Berlanga.
Vistió a grandes estrellas como la Audrey Hepburn de Robin y Marian, o el Superman interpretado por Christopher Reeve. Pero con quien se estrenó fue con Sofía Loren en La Venus de la ira, de Daniel Mann en 1966. Desde pequeña, su madre le transmitió su gusto por la moda. Con 14 años fue a ver con ella el filme de Hepburn Una cara con ángel. El vestuario de la actriz estaba firmado por Givenchy e incluía un espectacular traje rojo con escote palabra de honor con el que se quedó fascinada: “Cuando salí de allí lo tuve claro: quería hacer vestidos como esos”.
En Manchester con una beca del Regional College of Art & Design mientras trabajaba por las noches en el reputado The Library Theatre. Con 17 años viajó a Londres con su portfolio bajo el brazo y se presentó en la legendaria casa Bermans, firma fundada en 1884 y responsable del vestuario de películas como Cleopatra. Sus bocetos gustaron y le ofrecieron un puesto como ayudante de la diseñadora fija Cynthia Tingey.
Su aventura londinense fue difícil desde el punto de vista económico hasta que Tingey decidió trabajar menos tras contraer matrimonio, dándole la oportunidad a Blake de trabajar más. Cuatro años después, le encargaron el vestuario de una serie de televisión sobre Ricardo Corazón de León, cuyas condiciones laborales le permitieron dejar Bermans.
A los 22 sus padres le propusieron irse a vivir a Israel, donde tenían familia, para que se alejase de un novio al que no aprobaban. La figurinista aceptó y, antes de partir, se enteró de que allí iban a rodar una película con Carlo Ponti y Sophia Loren. No se lo pensó dos veces y se presentó en al productora para decirles que iba a estar allí y que si querían contar con ella. Lo hicieron.
Así, la cinta protagonizada por la estrella italiana fue su primer trabajo como diseñadora de vestuario en cine, la primera gran producción. Tras éste llegaron Falso ídolo, El espía de la nariz fría y Farenheit 451, a las órdenes de François Truffaut. Junto al francés, trabajó para otros cineastas de la talla de Albert Finney, John Sturges, Milos Forman, Al Pacino, Paul Verhoeven, Peter Bogdanovich o Richard Donner. Y aquí en España, con nombres como Gonzalo Suárez, Vicente Aranda, José Luis Garci o Jaime Chávarri.
A finales de los sesenta pasó su primera etapa en nuestro país, trabajando en dos filmes: Duffy, el único y el western cómico Talento por amor. En el rodaje del segundo conoció al que terminaría siendo su marido Gil Carretero. Era traductor y segundo ayudante de dirección. Un día le invitó a comer paella y desde entonces no se separaron, tuvieron un hijo, el director de fotografía David Carretero, y dos nietos. Blake se trasladó a España y ha residido aquí a excepción de nueve años que pasó en Los Ángeles.
Oscarizada por “su peor trabajo”
En 1971 ganó el Oscar al Mejor Vestuario por Nicolás y Alejandra, que reconstruía la vida de Nicolás II y su esposa, durante los años de corrupción, opresión y miseria que desembocaron en la Revolución bolchevique de octubre de 1917. En su discurso de agradecimiento reconoció que “de no haber sido por la revolución rusa no estaría aquí”. Aun así, posteriormente afirmó que su trabajo en el filme era el que menos le gustaba de su carrera: “No ha aguantado bien el paso del tiempo”.
Tras recibir la estatuilla vistió a Elizabeth Taylor en Una hora en la noche y aceptó el reto de diseñar el vestuario de Jesucristo Superstar. En 1973 realizó la primera de las seis películas que rodó junto a Richard Lester: Los tres mosqueteros (1973). El cineasta explicó en la rueda de prensa del festival de Gijón que la mejor cualidad de Blake era que “no sólo aporta desde el punto de vista artístico, sino que es alguien capaz de defender sus posiciones y no ceder el terreno”.
Otro de los proyectos cinematográficos en los que se vio envuelta fue Superman donde, pese al logro artístico de “conseguir que el vestuario no fuera ridículo” fue el rodaje en el que más sufrió. No se entendió ni con el director Richard Donner ni la actriz Margot Kidder, “pero sí con Marlon Brando y Gene Hackman”. A Brando le ha elogiado en numerosas ocasiones, porque era “una estrella tan grande, al conocerle era tan normal, tan humilde, tan adorable y generoso, que me dejó pasmada”. Así lo explicó en una mesa redonda organizada por la Universidad de Barcelona.
Reconocimientos dentro de nuestras fronteras
La figurinista trabajó para el director Gonzalo Suárez en Remando al viento, en la que creó una amplia gama de vestidos y trajes de la época del romanticismo. Le valió para alzarse con su primer Goya en 1989. Repetiría galardón con Canción de cuna (José Luis Garci, 1994), Carmen (Vicente Aranda, 2003) y El puente de San Luis Rey (Mary McGuckian, 2004).
En Estados Unidos participó en títulos variados sin perder el contacto con España, como Más allá de los sueños o Looking for Richard, en la que diseñó la armadura que Al Pacino lucía en la escena final. Los fantasmas de Goya, de Milos Forman, fue uno de sus últimos trabajos para cine.
Posteriormente, en 2012, fue reconocida con el Premio Nacional de Cinematografía y en 2016 tomó las riendas de la Academia de Cine. Antonio Resines dimitió de su cargo en el mes de julio de ese año, y ella fue quien asumió en funciones el puesto. En octubre fue ratificada en el cargo al ser la única candidata en las elecciones. Entonces alegó ser “la única con huevos para presidir la Academia de Cine”. Lideró la terna completada por Mariano Barroso y la actriz Nora Navas.
La institución estaba en plena preparación de la 32 edición de los Premios Goya, donde dio su primer y único discurso como presidenta de la Academia, ya que en la última, celebrada este 2018, permanecía convaleciente del ictus que sufrió en enero.
Blake impulsó el primer encuentro entre la Academia de Hollywood y la española, inició una campaña para invitar a todos los creadores, especialmente a los más jóvenes, a formar parte de la institución y bajo su mandato se intensificaron las actividades de la institución.
Víctima de abusos sexuales
La diseñadora de vestuario se sumó a las voces de las mujeres que denunciaron abusos sexuales sufridos durante su carrera profesional, como Leticia Dolera, al contar que fue “violada por un productor americano”, cuando tenía 24 años. Fue preguntada al respecto en una entrevista del Huffington Post. “Fue una experiencia muy indeseada y muy horrible. Además él era una persona famosa y yo tenía miedo. Yo no podía decir nada a nadie. En esos años me daba vergüenza hablar sobre esto, solo a mi más íntima amiga le hablé de ello”, reconoció.
Despedimos a Yvonne Blake sabiendo que la palabra escrita no hace justicia al entrañable y firme carácter que la diseñadora derrochó en vida. Ni a su acento andaluz mezclado con el británico. Sí podemos reconocer el mérito a su intachable trayectoria que, ya convertida en una de las mejores figurinistas del mundo, decidió quedarse aquí en España, dando ejemplo con su trabajo y atreviéndose con todo, incluida la presidencia de la Academia de Cine. Claro que, después de vestir a Superman, Robin Hood o Jesucristo Superstar es probable que le resultara bastante más sencillo.