Alonso Ruizpalacios, el cineasta que radiografía México mientras se divierte con el universo de 'Star Wars'
Alonso Ruizpalacios es uno de esos directores que poco a poco, sin hacer un ruido excesivo, ha ido construyendo una carrera sólida, premiada en festivales, y que ha ido llamando la atención de Hollywood, siempre atento al talento de fuera para colonizarlo y quedárselo para grandes producciones. Ya echó el lazo al triunvirato formado por Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro, todos ellos más dentro de EEUU que en su país natal.
Ruizpalacios está en ese punto en el que tendrá que tomar una decisión, aunque él parece que la tiene clara. El director mexicano ha construido su carrera radiografiando a su país. Lo ha hecho desde apuestas que juegan con lo estético y los géneros, pero que siempre tienen la historia de México de fondo.
La huelga estudiantil de Güeros, o el robo de Museo, servían de materia prima para analizar los conflictos sociales y políticos de México. Así como el juego entre realidad y ficción de Una historia de policías trazaba una mirada a un país precario. Hasta en la recién estrenada La cocina, una adaptación de la obra del mismo nombre ambienta en Los Ángeles, el director analiza lo que significa ser migrante.
Parece claro que para Ruizpalacios, México es el caldo de cultivo para sus historias, pero sin embargo tampoco renuncia a jugar en ligas más grandes de vez en cuando. Unos episodios de Narcos por aquí; otros de Outer range por allá, hasta llegar a Andor, la serie estrella del universo Star Wars que le ha contratado para dirigir cuatro episodios de su segunda temporada.
Un rodaje que le llevó a Valencia, ciudad a la que ha vuelto para recoger el premio que otorga el Cinema Jove a cineastas con carreras emergentes pero ya referentes para las nuevas generaciones. Un galardón que el año pasado recibió Sean Baker, que meses después ganaría la Palma de Oro por Anora.
El cineasta puede hablar poco de Andor, pero niega que se haya sentido como el personaje protagonista de La cocina, perdido en esa maquinaria industrial norteamericana que tritura todo lo que le echen. “Andor fue una buena experiencia, además había más mexicanos, puede tener a mi director de fotografía y estaba Diego Luna, así que hubo un respeto por las personas extranjeras”, asegura aunque luego confiesa que no todas sus experiencias en EEUU han sido tan positivas: “En otras cosas que he hecho en EEUU sí que he tenido esa sensación que tiene Pedro en La cocina, de necesitar destruir algo”.
Para mí, el cine sirve para explorar mi identidad propia y la de mis seres cercanos. No se trata de un asunto patriótico, se trata de intentar entender el terreno común que tenemos
De momento tiene claro que quiere seguir mirando a sus raíces. “Para mí, el cine sirve para explorar mi identidad propia y la de mis seres cercanos. No se trata de un asunto patriótico, se trata de intentar entender el terreno común que tenemos, y eso me intriga y me gusta mucho. El cine es una herramienta muy privilegiada para acercarte a algo y profundizar. Para mí el tema recurrente es México, sus diferentes zonas, su historia. Ahora estoy escribiendo una película histórica, en 1800 y estoy leyendo mucha historia y eso me parece un trabajo privilegiado y fascinante, usar el cine para saber de historia y para entender dónde estás parado”, opina el director.
Sabe que desde la industria de EEUU “hay un ejercicio colonizador”. “El aparato americano no tiene límites, pero creo que ahora vivimos en una era interesante, en tanto que la gente viaja más y no tienes que quedarte en un lugar. Esta idea de irse a Hollywood y quedarse ahí, como le pasó a la generación por encima de la mía, como Cuarón, Iñárritu, etcétera, que fueron y se quedaron en Los Ángeles, que al menos un par de ellos viven en Los Ángeles, creo que ya no está. Yo ahora he filmado en EEUU, pero yo sigo viviendo en México y eso me hace querer seguir filmando en México. No me interesa emigrar a Hollywood y contar historias gringas. Si hay una historia interesante que tiene que ocurrir en EEUU, la exploraría, pero nunca dejando atrás México”, dice con contundencia.
Quizás ese sentimiento de pertenencia, pero también el ver cómo otros se van, es lo que ha hecho que el tema migratorio sea otra de las constantes de su cine, un tema que califica como “preocupante” y que “no ha ido hacia a mejor”. “La crisis de migración de mexicanos hacia EEUU, y de otros países de Centroamérica hacia México se ha acrecentado. En La cocina exploramos ese universo, pero desde un ángulo un poco distinto, porque no cuenta el viaje, sino lo que pasa ya una vez que están allá y no se cumple el sueño o cuál es el precio del sueño”, apunta y subraya que con esta película también quería “explorar la maquinaria aplastante del capitalismo tardío y cómo no deja espacio para los sueños”.
En la ceremonia en donde recogió el premio del Cinema Jove, Ruizpalacios citó a Víctor Erice, un cineasta al que admira, aunque con sinceridad reconozca que lo conoció tarde y estuvo fuera de ese rito iniciático de querer ser director: “Mi momento fundacional es lo más anti Erice que puede ser. El otro día le escuchaba hablar y lo primero que pensé es la distancia enorme que hay entre una persona tan brillante como él, con una trayectoria tan rigurosa, y el resto de los mortales. Él decía que sus películas fundacionales eran de Dreyer y Chaplin, y yo pensaba que la mía es ¿Quién engañó a Roger Rabbit? Esa fue la película que me hizo decir, qué es esto del cine. Diré en mi defensa que tenía ocho años, pero me sigue pareciendo una película fantástica. Mi generación se crió con el cine de EEUU de los ochenta. Nos inundaban con él y fue lo que nos impresionó y nos entusiasma. Hay que ser honestos y aceptarlo, y después tratar de transformarlo en algo más, no solo replicarlo”.
Tiene claro cuál es el reto del cine del futuro, y es romper la barrera de clase que sigue existiendo en cuanto a quienes llegan a contar las historias, pero en donde cree que “de hace 20 años acá creo que ha habido un gran avance y evidentemente el digital ha tenido mucho todo que ver con eso, con una mayor democratización, aunque nunca va a ser una democracia perfecta porque el cine tiene una estructura industrial y vertical”.
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