Arantxa Echevarría: “La comunidad gitana es muy cerrada porque ha sido víctima de nuestro ninguneo”
“¿A ti quién te ha dicho que yo quiera salir de aquí?”. Así responde la joven Lola a Paqui, su amiga y trabajadora social, cuando le dice que “eres diferente, tú tienes cojones de salir de aquí”. Salir del barrio en el que vive, a sus 16 años, con su familia, que espera que pronto sea “pedida” para casarse y dedicarse al cuidado de su futuro esposo e hijos. Pero este no es el futuro que Lola espera, no quiere ser peluquera, ni tener marido ni descendencia. Quiere viajar, estudiar una carrera, fumar sin tener que esconderse y, sobre todo, experimentar las dudas propias de su edad.
En su camino se encuentra con Carmen, la segunda protagonista del título de la ópera prima de Arantxa Echevarría. La otra cara de la moneda, una joven de 17 años que ya se ha prometido “sin que nadie le haya obligado”, como le recuerda su madre, y que quiere ser peluquera y no va al colegio. El mercadillo en el que los padres de ambas tienen un puesto se convierte en el punto de encuentro y germen de su primer amor. El que no se olvida, “en el que si no te miran te mueres”, como explica la cineasta bilbaína, pero que también es prohibido por el contexto en el que se enmarca.
Carmen y Lola convirtió e Echevarría en la primera realizadora española en ser seleccionada en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes. Y también en foco de polémica, por el frío recibimiento por parte de la comunidad gitana que, sin haberlo visto, acusó al filme de “recrear estereotipos y perpetuar los prejuicios en las personas payas que nos marginalizan”. La Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad se pronunció reclamando “que se muestre la diversidad gitana: ni todas vendemos en el mercado ni somos violentas”.
Su primera película habla de una relación lésbica en el mundo gitano. Otros habrían optado por un debut menos arriesgado.
El cine es de los valientes y, si no arriesgas, no ganas. Cuando le conté a mi productora que quería que esta fuera la historia de mi ópera prima me dijo que no, que en el cine español es muy difícil levantar una película. Alegué que quizás sería mi única obra. ¿Por qué no hacer la que quería? Para mí es un privilegio hablar de la situación de la mujer dentro de España, porque soy directora pero sobre todo mujer. Soy feminista desde la sororidad, mi hermana gitana está a una calle, para qué me voy a ir recorrer miles de kilómetros a hablar por ejemplo de la mujer afgana, si los problemas los tenemos en casa.
Y, precisamente, por acercarse a una realidad más próxima, ¿cree que ha podido levantar más ampollas que si hubiera contado algo más lejano?
Claro. Cuando salimos de España vendemos el flamenco, a Camarón, todo lo gitano. Pero aquí dentro son invisibles, no tienen ningún tipo de derecho, están perdidos u abandonados. Es una comunidad muy cerrada porque han sido víctimas de nuestro ninguneo, les hemos maltratado. Hasta hace poco usábamos la expresión “anda, gitano” como algo negativo. Demasiado se comportan con toda la ira que podrían tener contra nosotros por lo mucho que nos hemos pasado con ellos.
La película no ha caído demasiado bien en la comunidad gitana. Una de las críticas que se han hecho es la falta de diversidad. ¿Qué opinión tiene sobre esto?
La película es una creación, yo soy artista y he creado un mundo, esto no es una representación sociológica del mundo gitano. Hay mil tipos, poetas, abogados, enfermeras pero este es el mundo que yo he creado. Si quiero hablar de un primer amor adolescente no puedo darles una profesión porque a los 17 no sabes qué quieres ser en la vida. Aparte, si tú haces una película de brokers y uno de ellos comete una operación fraudulenta no piensas que ya todos los brokers tengan malas intenciones.
¿Por qué quiso centrar su película en el primer amor prohibido?
Es de lo que quería hablar. A mí el primer amor me llegó en un momento en el que estaba llena de dudas porque quería hacer cine pero no sabía cómo. Ese momento de tu vida en el que odias a tus padres y al mundo, pero mañana les adoras. Vives en un cóctel hormonal y lleno de interrogantes. Y entonces, vas y te enamoras. Un amor que piensas que si no te mira esa persona te mueres, que se acabó el mundo y que jamás volverás a amar así. Después cambia pero esa pureza por la que darías todo, tu corazón y tu vida no se vuelve a vivir de la misma manera.
¿Y por qué entre dos mujeres?
Me encontré un artículo sobre una pareja de chicas gitanas que se acababan de casar y me sorprendió porque era 2009, cuando ya habían pasado años desde que se aprobara la ley del matrimonio homosexual. ¿Por qué era noticia? En la foto aparecían de espaldas para mantener su anonimato, con nombres falsos y sin familiares para celebrarlo. Fue cuando me planteé como sería el primer amor de estas chicas.
Carmen y Lola son dos adolescentes gitanas con ideas muy diferentes. Mientras una acepta ser pedida, la otra se rebela.
Quería que una de ellas quisiera diferente, pero no sólo por su sexualidad, también como cuando en una familia de abogados hay un hijo que quiere ser actor. Ser diferente dentro de una comunidad que además es muy cerrada, pero también mostrar su contraste con lo normal dentro de la misma. A Carmen nadie le obliga a casarse tan pronto, su madre le dice “tú te quisiste pedir”. A los 17, le gusta un chico y quiere ser su esposa porque es lo que ha visto durante toda su vida.
Es un problema que tenemos en la sociedad, que todo lo que vemos lo reproducimos. Somos bastante ovejas, seguimos las modas. Por ello, ser la oveja negra e ir a contracorriente es muy difícil. Tienes que luchar contra el resto para pasar, pero hacen falta más ovejas negras para cambiar las cosas. Tiene que haber más Lolas en la vida para que también haya más miradas y puntos de vista de mujeres.
Lola no renuncia a sus raíces a pesar de su “diferencia”.
Ella quiere cambiar las cosas dentro de su comunidad. No tiene que dejar de ser gitana para cambiar las cosas, que es un poco lo que les decimos los payos a los gitanos: “Renuncia a lo tuyo para ser más payo”. Y no, adquiere nuevos valores que puedan ser enriquecedores dentro de tu propia cultura, que es muy rica. No hay que rechazar, pero sí modificar algunas cosas que chirrían porque han cambiado los tiempos. La mujer es muy poderosa en la casa, también lo era mi madre, pero para tomar las decisiones gordas estaba mi padre. Y eso sigue siendo igual, pero ya te digo, que no hace falta que sea gitano. En otros muchos lugares, aquí mismo en Madrid y resto de España, te van a contar el mismo plato pero con diferente cuchara.
El novio de Carmen le dice que cuando sea su esposa “hará lo que él diga”. ¿Tan joven y repitiendo actitudes machistas?
Este es un temor que tengo en general con la juventud española, no sólo la gitana. Una amiga me contaba el otro día que a su hija de 16 años su novio le miraba los WhatsApp. ¿Perdona? ¿Lo permites? Hay una falta de cultura hoy en día. La gente lee o ve en la televisión programación basura, información relativa, realities. Falta una cultura de tolerancia. Creo que mi generación tenía un conocimiento básico sobre el mundo, aunque ahora hay una cosa que no tuvimos y que es muy buena que es la oportunidad de irse de Erasmus. Viajar te abre la cabeza y cualquiera que haya estado fuera de España es diferente. Está amueblado con otras culturas.
¿Cómo ha sido trabajar con Rosy Rodriguez y Zaira Morales, actrices gitanas no profesionales?
El guion que yo escribí se transformó durante los seis meses de ensayos en función de lo que me decían. Ellas no son actrices, no tienen herramientas y ser actor no es fácil. Busqué a personas que se parecían a lo que había escrito para que pudieran hacer de sí mismas. El vínculo de amistad que creamos me permitió también saber qué tecla tocar. En el primer ensayo le dije a Zaira que mirara a Rosy con amor y me preguntó que cómo lo hacía si nunca había estado enamorada a sus 16 años. ¿Cómo le explicas a alguien cómo es el amor? Acabamos acordando que pensara en su hermano pequeño, al que adora, para reproducir su mirada y gestos de cariño.
¿Y con el resto de la familia?
De forma similar. Cuando tenían que hacer o decir cosas que no les parecían bien las tachábamos directamente del guion. Por ejemplo, hay una secuencia en la que el padre de Carmen le castiga por haberse olvidado de recoger a su hermana del colegio y habíamos escrito que gritaba que se fuera a su cuarto sin cenar. En seguida me dijo que eso era una cosa de payos, porque un gitano jamás le niega un plato de comida a su hijo haga lo que haga.
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