'La estrella azul' recuerda al líder de Más Birras y reclama que la música no es “ruido de fondo”
Hay viajes en los que solo importan las idas, y otros en los que, hasta que no se regresa, nada de lo vivido cobra sentido. Pero también los hay en los que ida y vuelta funcionan como un único ente por su capacidad para cambiarnos para siempre. Dejan cicatrices en vida que van más allá de una posible lección, porque lo impregnan todo. Se expanden conquistando hasta el ADN para cuestionar desde las raíces, para reencontrarse con ellas. Perderse puede ser fácil, pero regresar no tiene por qué implicar romper con todo lo anterior. A veces la respuesta está en saber recuperar el foco, o en dejarse enseñar a hacerlo. Y cuando ocurre, un viaje puede convertirse en una experiencia vital, épica. Como el que realiza Mauricio, el protagonista de La estrella azul.
La ópera prima de Javier Macipe, que obtuvo el Premio de la Juventud en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, llega a las salas para relatar la historia de un famoso rockero español, lastrado en parte por su adicción a la heroína, que decide recorrer Latinoamérica para reencontrarse consigo mismo y su vocación. Pepe Lorente es el encargado de encarnar al músico, que existió en la realidad. Se trata de Mauricio Aznar (1964-2000), que lideró bandas como Más Birras, Almagato y Golden Zippers.
La intrahistoria del largometraje, a la que el debutante director zaragozano ha dedicado más de ocho años –pandemia incluida–, tendría su propia película, ya que fue la propia madre del músico quien le dio la idea para llevarla a cabo. “Con 18 años hice un corto en el que quería usar su música, y le pedí permiso. Cuando lo vio, me dijo que le había gustado mucho y me invitó a su casa”, recuerda a elDiario.es el cineasta. Allí, ella le explicó que no había sido el primer interesado en el legado de Mauricio. Meses antes, Carlos Saura se había reunido con ella para decirle que le gustaba mucho la música argentina y que ahí había potencial para hacer un filme.
Aquello sembró una semilla en Macipe que, 18 años después, se ha materializado en su ópera prima. La crisis sanitaria por el coronavirus es uno de los motivos por los que el desarrollo de la producción se dilató tanto en el tiempo, pero asegura que acabó siendo una ventaja. A nivel artístico, les valió para que “todo madurara. Las películas se hacen rápido normalmente y esta ha sido cocida a fuego lentísimo”. El actor Pepe Lorente apunta a este periódico que lo sucedido formó parte de la esencia “quijotesca” que define La estrella azul.
La 'fuerza' y el 'lado oscuro'
Macipe quería contar la historia de Mauricio Aznar, pero sin caer en las fórmulas de un biopic al uso. “No quería solo que interesase a la gente que le conociera. Quería algo mucho más parecido a Coco de Disney, que hablara sobre un viaje, sobre música y sobre una zona profunda de Latinoamérica”, comenta. El reto, teniendo en cuenta que contar con una base real “limita la imaginación”, era huir de este “corsé” para armar un relato “universal”.
“Si Elvis no hubiera vivido y hubieras visto la película que hizo Baz Luhrmann, no la habrías entendido. Si no existiera el personaje e hicieras un análisis, no tendría interés”, defiende. Su misión ha sido lograr “lo contrario”: “La estrella azul es la peli de un hombre anónimo, de un tipo que no eligió ser famoso y que va a gustar igual al que era fan y al que no”.
En este camino, la música ha sido el eje vertebrador. El director, tomando como referencia La Guerra de las Galaxias, explica que en el filme funciona “como la fuerza” en el universo ideado por George Lucas: “Es mucho más parecido a una religión que a algo que pones de fondo mientras hablas con los colegas. En Santiago del Estero [donde acude el protagonista], si alguien se pone a tocar, todo el mundo se calla”.
El cineasta critica que estemos inmersos en una época en la que la música “ha tendido a convertirse en ruido, algo que está en todas partes, pero que nunca es el centro de atención”. De ahí que su largometraje funcione igualmente como homenaje a esta.
Y al poder de las canciones. Macipe alaba que en Argentina todos los temas “tienen trascendencia, poso y profundidad, que no gravedad porque tienen mucha alegría, diferente”. “Son de una hondura distinta, te recuerdan que estamos aquí de paso y que, por tanto, disfrutemos, miremos a la naturaleza, al amor. Que nos abramos a ello. Son de una belleza...”, ensalza. El cineasta reflexiona sobre cómo nuestro país es heredero del rock anglosajón, con sus correspondientes consecuencias: “No es música que hable de nuestro mundo. La latinoamericana sí. Cuando escuchas a Mercedes Sosa, te habla a ti, a tus padres. Esa fuente es de la que Mauricio quería beber y traer a España”.
La forma de entender a quién pertenecen las canciones también es distinta. “En Santiago las canciones no tienen ese apego al autor. Muchos cantan canciones de otros porque la música es mucho más parecida al arte que se respira”, describe el director, que recuerda una frase que se pronuncia dentro del filme cuando el artista llega a la casa de la familia que le acoge en Argentina. “Aquí las canciones son como las camas. El primero que llega, las agarra”, explica al joven rockero la anfitriona.
El arranque del filme cuenta con una escena que representa muy bien esta crítica a que no se valoren las canciones cuando son interpretadas en directo. El artista pierde los nervios, desesperado, durante un concierto, porque el público está más pendiente de hablar y tomarse una copa que de escucharle. “¿La gente hace fotos en el teatro o en misa? ¿Cuál es la diferencia? ¿Que en un concierto llevas un litro de cerveza en la mano y por eso ya todo da igual? Pues no. La música es igual de sagrada que el teatro”, sostiene Macipe.
Cierto es que la reacción del protagonista se ve exacerbada por su adicción a las drogas. Volviendo a aludir a La guerra de las galaxias, Macipe afirma que estas representan “el lado oscuro”. No cederles demasiado protagonismo fue uno de sus propósitos, ya que considera que no hace falta “explicar qué son”. “Queríamos centrarnos en la luz, en esa fuerza, en cómo se sale de ello. Dejamos en off lo que todo el mundo sabe qué es”, añade. ¿Sigue estando la droga tan presente en la industria musical? El cineasta comenta que en los noventa, “la gente que tenía tendencia a ser depresiva tenía mucho más peligro de caer en la heroína de forma muy jodida, como fue el caso de Antonio Vega”.
Al mirar al presente, valora que todavía muchos de los grandes intérpretes “siguen siendo gente que la música que hacen es una manera de expresar y luchar contra ese tormento”. “Los artistas están muchas veces relacionados con heridas y a veces, por desgracia, las sustancias son la búsqueda de la luz”, concluye.
1