Fernando Guallar llama la atención. Tiene porte de estrella del cine clásico. Una pose que en otro tipo de actor, esos altivos y chuletas, impondría y hasta daría miedo. Pero cuando él habla uno descubre a una persona amable y dulce. Un hombre que no tiene miedo a reivindicar lo frágil y lo sensible. Tampoco a posicionarse en temas como el alto el fuego en Gaza. Iba para arquitecto, y en algún momento algo hizo clic y dejó la escuadra y el cartabón para ponerse delante de una cámara. Acabó la carrera, tiene hasta el diploma (firmado por Felipe VI, como recuerda con ironía), pero de momento no le ha hecho falta volver a ella.
Ahora se encuentra en ese punto exacto de carrera a punto de ebullición. Acaba de protagonizar (y estrenar) la primera película de la cantante Aitana, icono adolescente musical, Pared con pared, que apunta a pelotazo en Netflix. Mientras, él busca los papeles que le llenen. Esos que reconoce que todavía no han llegado, los que transforman el mundo, como cuando él vio Noviembre, de Achero Mañas, y supo que quería dedicarse a esto.
No puedo evitar preguntar cómo ha sido trabajar con una estrella mundial como Aitana.
La peli la rodamos hace dos años y era su primera interpretación en cine. Yo ya había trabajado con Patricia Font, y ella me llamó para decirme que quería que hiciera un casting, porque tenían que ver la química con Aitana. Hice la prueba, me dieron el papel muy rápido y enseguida nos pusimos manos a la obra porque había que ensayar. Creo que mi función fue un poco hacer que Aitana estuviera muy cómoda. Te diré que se enfrentó al curro con muchísima humildad, porque sabiendo el impacto mediático que tiene ella pues podía tener una actitud un poco más complicada, pero para nada.
Ha mencionado esa actitud que casi hasta se presupone de una estrella, ¿es más habitual de lo que parece esto de los egos en el cine?
No te voy a mentir, sí. Sí que hay egos y hay gente que se enfrenta al trabajo desde un lugar que parece que le están obligando, y yo eso no lo entiendo. Los intérpretes estamos bien pagados, se nos ofrece un espacio y un privilegio. Joder, deberíamos valorarlo un poquito más. No quiero decir que no nos tengan que pagar bien, porque yo creo que nos tienen que pagar bien porque generamos un trabajo muy grande para distribuidoras, productoras o plataformas, pero sí creo que hay gente que se equivoca un poquito en desde dónde enfoca el trabajo. Y no solo los compañeros, que a veces se pasan tres pueblos, sino también los productores que lo permiten. Yo ha habido actitudes que he visto en el set que he pensado que alguien tenía que decir basta, y no siempre se dice.
La película es una comedia romántica, que es un género que a priori ha estado muy marcado por una mirada machista, llena de estereotipos, ¿cómo encaja esta película en este género y en 2024?
Hubo algún algunos cambio en guion que pulimos entre la directora, Aitana y yo, porque había algunas actitudes que me daban un poquito de miedo cómo estaban escritas. También porque son personajes, ella sobre todo, que es muy vulnerable. Yo atravieso una fase de celos que creo que debíamos contar y explicar bien… ciertas cosas que creo que había que pulir un poco. Es una comedia romántica, más romántica que comedia. Hay una clara intención de contar la historia de esta chica frágil que se empodera y que rechaza una fuerza opresora que es su exnovio, que lo interpreta Miguel Ángel Muñoz.
Y su personaje es lo que en otra película sería el galán, ¿hubo una voluntad de alejarse de eso?
Estoy muy feliz porque hemos hecho un personaje que ha ido toda la película en pijama y bata, que no se preocupa absolutamente en nada de su físico. Este personaje, en otras condiciones físicas a lo mejor se podría decir que es un galán, aquí lo que se destaca más es su integridad, y esto me gusta mucho. Me parece mucho más sexy una persona íntegra que alguien muy guapo.
Eso es muy bonito, la integridad como algo sexy.
Yo siempre digo una cosa, y es que que las buenas personas se merecen el mejor sexo del mundo. La expresión literal no es así, pero es que es verdad. Vivimos en la era de la apariencia, de la primera capa, del titular en vuestro caso, y luego poca gente se lee la noticia. Muy poca gente se toma el tiempo de profundizar e intentar escarbar un poquito más. Algo potenciado por las redes sociales y, principalmente, Instagram, que creo que es el gran enemigo a batir, sabiendo también que Instagram te puede dar cosas positivas, pero está construyendo unas estructuras y unas convenciones sociales en las que la apariencia es casi la única capa que se tiene en cuenta. Y esto me parece que es un problema que lo vamos notando. A mí me parece mucho más sexy la bondad de una persona y la integridad de una persona que todo lo demás. La apariencia me parece algo como como tan absurdo y tan antiguo que ya no me parece sexy.
Su personaje da pie para hablar de las nuevas masculinidades, un término que también empieza a usarse tanto que parece que estemos vaciando su significado.
Es interesante, porque es verdad que a veces tenemos la intención de pelear un discurso, de visibilizar algo, y tenemos que tener cuidado de no repetirnos, porque parece que nos quedamos con la palabra y deja de ser tan potente. Parece que un concepto como este de nuevas masculinidades se convierte en algo cool y hay gente que lo utiliza sin tener ni puta idea. En mi caso es que me parece súper arcaico esa división entre lo masculino y lo femenino. Soy un tío que de apariencia siempre me han dicho que soy muy masculino y yo soy una persona súper femenina. Cuando digo súper femenina es porque hay ciertos parámetros, ciertas partes de la personalidad que suelen estar más atribuidas a la mujer y que yo las reconozco en mí. Es tan antiguo lo de los hombres no lloran, que además es una putada para tantísimos hombres que se han visto sometidos a muchísimo daño porque se lo han creído. Claro que los hombres lloran, y qué bonito es cuando alguien se te desnuda y cuando alguien comparte su vulnerabilidad.
Si he conquistado según qué espacio no puedo callarme. Si por emitir un juicio voy a convertirme en una persona problemática pues bienvenido a las listas, no tengo problema
¿Es importante que el cine muestre todas estas cosas? Quizás no puede cambiar el mundo, pero puede conformar imaginarios nuevos o romper los viejos.
Para mí el cine y la cultura sí cambian el mundo. El cine tiene la oportunidad de ofrecerle al espectador realidades ajenas que parece que no existen, y sí que puede desmontar ciertos clichés. Tiene el poder de visibilizar cosas, y debería explotarlo un poco más.
¿Da miedo dar la opinión en una película, cuesta tener esa confianza para poder opinar sobre un personaje o para introducir cambios?
Da miedo, pero también según tu momento personal. Yo hace ocho años tenía un miedo que ya no tengo ahora, porque he dejado de tomarme todo tan en serio. Últimamente me sorprendo a mí mismo repitiéndome que no somos tan importantes, que entretenemos, divertimos, emocionamos, que sí, que tenemos un poder transformador si es lo que queremos hacer… No solo hablo de los actores, sino de las personas que deciden muchas cosas en los despachos de las plataformas y las productoras. Yo con el tiempo cada vez tengo menos miedo porque me he dado cuenta de que si en algún momento se me cierran las puertas por cosas que digo con una convicción férrea, eso significa que yo no tenía que estar invitado a esas fiestas. No me voy a entender con ciertas personas que no compartan algo tan básico como la defensa de los derechos humanos. Si no hablamos el mismo idioma frente a algo que yo creo que es lo más básico del mundo...
¿Recuerda qué película le cambio la vida?
Hay muchísimas. Es que soy un hombre muy sensible. La primera película que recuerdo que transformó algo en mí fue la que me dio un impulso para que yo me dedicara a esto cuando ya estaba estudiando arquitectura y fue Noviembre, de Achero Mañas. Transformó algo en mí.
Además Noviembre acaba justo con esa frase, “el arte es un arma cargada de futuro”.
En ese columpio… Me impactó mucho esa película y creo que me encariñé mucho más de lo que era el oficio. Hay miles de películas que te modifican, que te enseñan realidades. Siempre digo que una que me ha acompañado mucho es 120 pulsaciones por minuto. Hizo un clic en mí cuando la vi. Me volvió a catalizar mis ganas de involucrarme en según qué proyectos. Y luego hay muchísimas que hacen una labor social increíble. Por ejemplo, recientemente 20.000 especies de abejas que pensé, qué bien contada esta historia para que todo el mundo entienda lo necesario que es visibilizar a la comunidad trans.
Me imagino que a uno le gustaría elegir estas películas, pero también que no siempre es fácil elegir.
Con los años me he dado cuenta de que mi pulsión de convertirme en un actor ha ido ligada a algo muy personal, a algo muy reivindicativo. Desde pequeño he sido un firme defensor de hacer justicia y me he buscado problemas por eso. A día de hoy no he podido hacer aún el cine que quiero hacer. Evidentemente soy un privilegiado y evidentemente he trabajado mucho. Además, he tenido la suerte de repetir con muchas personas con las que ya he trabajado, pero en los últimos años yo sé lo que a mí me pide mi cuerpo, y es hacer otro tipo de cine en el que se me contemple también y en el que, al menos hasta ahora, no he podido elegir, que no he podido hacer.
Ha mencionado que es un privilegiado. Al final a un actor le ven en un estreno, en unos Goya, cuando se encadenan varios proyectos… pero hay momentos de parón, siempre se dice, pero solo un 8% vive de la interpretación.
Deberíamos enseñar mucho más lo que es hacer una película. El esfuerzo que supone para que los espectadores pudieran ver lo difícil que es y cuantísima gente hay ahí comprometida y trabajando muchísimo. Es más duro de lo que parece. En el caso de los actores supongo que es algo que se ha ido repitiendo con el tiempo y ha creado una falsa proyección sobre nosotros. Yo cuando empiezo a trabajar con un equipo nuevo mucha gente me dice, ¡hostia qué normal eres!
Eso lo que significa es que hay mucha gente que no es normal.
Evidentemente, ya les harás entrevistas también [risas]. Creo que nos confundimos un poco. Somos muy privilegiados los que estamos trabajando, eso no se nos puede olvidar nunca, pero sí que deberíamos enseñar un poquito más. Por eso está muy bien que hagamos entrevistas, que se nos conozca desde otro lugar para ver si somos normales o no; o cuáles son nuestras necesidades o inquietudes como artistas. ¿Por qué estamos aquí?, ¿por qué yo no me quedé en un despacho de arquitectura o por qué no me he ido? Me parece mucho más romántico que los espectadores se enamoren de nosotros, no solo de los personajes que hacemos, porque te puedes encontrar personajes interpretados por actores o actrices que luego dices ostras, no comparto absolutamente nada con ellos, pero bueno, ahí está la magia de la ficción y la realidad.
Y cuando os llaman señoritos, ¿uno que siente por dentro?
Me parece increíble. Me parece divertidísimo. No sé, yo tengo un poco pinta de señorito pijo. Y además con el bigote este ni te cuento. Animaría a la persona que nos llama señoritos o subvencionados a que lea un poquito más, a que se pegue ahí una una tarde de lectura sobre lo que son las subvenciones, sobre cómo somos muchos de nosotros. Te diré que la gran mayoría de compañeros que tengo me parecen personas superllanas. Creo que el que de verdad tiene una necesidad de ser actor y de interpretar y contar las historias de otros, de señorito tiene poco. Si es honesta esa necesidad, esa pulsión de convertirte en un intérprete, yo creo que es es antagónico a ser un señorito. No serás un buen actor.
Ha dicho antes que es reivindicativo de siempre. ¿Hay miedo a serlo por posibles represalias o por perder trabajos?
No sé si hay tanta gente que veta a personas por expresarse. A ver, una cosa es decir una barbaridad y otra cosa es declararte feminista, defender la igualdad o defender a las minorías, que para mí eso es algo básico. Si yo me manifiesto exigiendo el alto el fuego en Gaza, por ejemplo, no tengo miedo porque es algo en lo que creo profundamente. Y si por eso tengo que dejar de trabajar en algunos círculos pues no pasa nada. Es que iba a a ser incompatible que nos entendiéramos. Es verdad que siempre se ha perseguido un poco, y yo creo que eso viene de Hollywood, que seamos neutros, blancos, para que la gente no tenga problemas, para que vean nuestras películas y para que nos paguen mucho dinero las marcas.
Cada uno tiene un compromiso y una inquietud. Yo no puedo tener un altavoz mediático y no usarlo. No puedo. Además, y de verdad lo digo de corazón y sonará como sonará, es que el dinero no lo es todo. Es que hay un momento en el que te das cuenta de que a lo mejor no te vas a convertir en una superestrella, pero lo que quiero es estar tranquilo, dormir bien. Cuando tengo dudas y hablo con mi representante sobre hacer algo o no siempre pienso dos cosas. La primera es si necesito el dinero, porque a veces lo necesitamos y poder decir que no es un privilegio, pero la segundo es si voy a dormir bien. Yo el sueño lo respeto mucho porque a mí me encanta dormir y dormir con la conciencia muy tranquila. Si he conquistado según qué espacio no puedo callarme. Si por emitir un juicio voy a convertirme en una persona problemática, pues bienvenido a las listas, no tengo problema.
¿Alguna vez le han recomendado no hacerlo, no ser tan activista?
Hay gente que sí te dice, 'pero para qué lo haces'. Y a veces si piensas si podrías callarte según qué cosas pero es que no quiero, no quiero que una industria me modifique, sobre todo cuando tengo una convicción total. Soy una persona a la que le gusta mucho leer, me gusta la política, porque entiendo que la política no solo supone unas personas en un parlamento pegándose gritos. Entiendo que la política es muchísimo más y entiendo que mi oficio en muchas ocasiones puede ser un acto político. Ahora mismo, no sé si será la edad o los años que llevo en esto, pero no me da miedo.
Hemos mencionado las redes sociales, donde por ejemplo usted ha manifestado su posicionamiento a favor de Gaza, pero donde lo habitual es que los actores muestren un mundo casi de piruleta, ¿cómo vive uno con una herramienta que vive en esa dualidad?
Igual que hago una crítica bastante feroz a veces con ciertas cosas de las redes sociales, también sirven para muchísimas cosas. Hay grandes comunicadores en las redes sociales, muchos medios de comunicación también contribuís con aportaciones muy interesantes. Hay podcast muy buenos. Lo que pasa es que ahora mismo el 90% en Instagram es negocio, negocio, negocio, negocio y monetizar, monetizar, monetizar. Yo tuve que dejar las redes sociales este año pasado. En octubre tuve un momento de sentirme muy perdido a raíz de ver una stories de un gran periodista que está en Palestina y visibilizaba la realidad de unos niños llenos de escombros y de sangre preguntando por sus padres, y pasar a la siguiente y ver la frivolidad que reina en Instagram con una influencer enseñándome un detergente nuevo. Esto me desmontó, me pareció que todo era un sinsentido y tuve que quitarme las redes sociales. Fue el inicio de un capítulo nuevo. Me marché a Londres y tuve que parar un poco.
Vídeo de la entrevista completa
Vídeo: Javier Cáceres y Rocío Bermejo