Un robo, una mujer a la fuga, un motel perdido, un recepcionista tímido... y una muerte en la ducha. El último documental del suizo Alexandre O. Philippe, 78/52, la escena que cambió el cine, renueva la perdurable fascinación que despierta Psicosis. Un reciente biopic sobre Alfred Hitchcock se sitúa en los tiempos de creación de ese paso extraño en la carrera del maestro del suspense, que en ese periodo estaba rodando filmando costosos thrillers con grandes estrellas. Aún así, quiso adaptar una tétrica novela de Robert Bloch, inspirada en los espantosos asesinatos cometidos por Ed Gein.
Psicosis se convertiría en una producción relativamente barata, filmada en blanco y negro, que subvertiría las normas del star system y generaría discusiones con los estudios Paramount. El director tuvo que pelear para rodarla, y se bajó su salario a cambio de mantener un porcentaje de los derechos de la película. Además de ser una de las películas más taquilleras de 1960, generaría tres secuelas, un telefilme, una serie de televisión, montajes teatrales e incontables referencias y homenajes.
78/52, la escena que cambió el cine es un entretenido repaso del filme y su influencia. Sigue la linea distendida de su anterior documental, Doc of the dead, que se centraba en el cine de zombis. En esta ocasión, el suizo toma un riesgo añadido: tras unos minutos de introducción general a la película, el realizador se centra principalmente en el crimen que tiene lugar en la ducha del Motel Bates.
Quizá pueda parecer excesivo que se dedique un largometraje comercial a desmenuzar una sola escena. Aún así, los múltiples participantes en este análisis coral lanzan suficientes hilos (temáticos, técnicos, históricos y de todo tipo) y explican suficientes anécdotas como para mantener el interés de los más cinéfilos. Aunque algunos, como el actor Elijah Wood (El señor de los anillos), parezcan más instalados en un magazine de noche que en un documental.
Juego coral de testimonios
Philippe ha reclutado a todo tipo de voces para la película. Aparecen testigos directos del rodaje de Psicosis como Marli Renfro, que ejerció de doble de cuerpo de Janet Leight en algunas tomas, y declaraciones de archivo del mismo Hitchcock, Leigh o el guionista Joseph Stefano. También comparece, por ejemplo, el ensayista David Thomson, autor del libro The moment of Psycho. Con todo, el peso del documental lo llevan un buen número de cineastas en activo.
Danny Elfman, popular compositor de músicas originales gracias a sus colaboraciones con Tim Burton, habla del emblemático y desasosegante tema que concibió Bernard Herrmann y que se utilizó por la insistencia del músico, ya que Hitchcock pensaba prescindir de la música en esa escena.
Las estrellas del documental son los directores. Algunos de ellos están muy vinculados al género terrorífico, como Guillermo de Toro (La forma del agua), Karyn Kusama (La invitación) o Eli Roth (Cabin fever, Hostel). En paralelo, Peter Bogdanovic (Luna de papel) pone la nota neoclásica. Se ha reprochado a Philippe que no discrimine demasiado entre las aportaciones de los participantes. Algunos comentarios pueden resultar superficiales o tópicos, pero el conjunto sirve de homenaje e introducción al estudio de Psicosis.
El estudio de la imagen, evidentemente, tiene protagonismo. Se habla de ese montaje roto, apabullante, que incluye 52 cortes. Esta fuerte fragmentación, tan inusual en el cine comercial de la época, implicó que filmar el crimen en la ducha supusiese casi un tercio del tiempo total de rodaje. Las imágenes resultantes, realzadas por la estridente música, transmitían una violencia abrupta y finalmente desoladora que difícilmente podía leerse en clave sexploitation. A pesar del gusto por el voyeurismo de Hitchcock, el código de censura vigente dificultaba que el británico hubiese podido ir más allá aunque lo hubiese pretendido.
La influencia del clásico
Muchos de los participantes del documental, apasionados de Psicosis, llegan a caer en unos excesos de entusiasmo reflejados en el subtitulo castellano del filme: “La escena que cambió el cine”. Hitchcock contribuyó a expandir los límites de la violencia sexual dentro de Hollywood, y reflejó con infrecuente naturalidad una escena de amor prematrimonial. Pero otros pesos pesados de la industria también estaban laminando la influencia de grupos católicos como la Liga de la Decencia. Un año antes de Psicosis, Otto Preminger había mantenido otra de sus peleas con los censores a causa de Anatomía de un asesinato.
La década de los sesenta sería una época de pugna permanente que acabaría con la reconversión de la censura previa en un sistema de clasificación por edades. Psicosis se estrenó en el mismo 1960 en que llegó a las pantallas la producción británica El fotógrafo del pánico, que también mezclaba violencia, sexualidad, voyeurismo y traumas infantiles. Además, Hollywood ya había abordado los asesinatos en serie de índole sexual en filmes como The sniper, rodado en pleno macartismo. La caza del asesino, estrenada en 1958, puede verse como un puente entre la intriga de ecos góticos en la linea de Luz de gas, el noir y un thriller explotador de los cuerpos femeninos.
Tras el éxito de Psicosis, el asesinato seriado fue convirtiéndose en el eje de géneros cinematográficos propios. Desde Italia, Mario Bava (Seis mujeres para el asesino) extremó la estilización de la violencia y los juegos de miradas que seguiría explorando Dario Argento (Rojo oscuro) y compañía, a veces ensayando una desasosegante erotización del sufrimiento femenino. La intriga hitchcockiana se iría transformando en el cine de asesinatos seriados, el slasher de películas como La noche de Halloween o Viernes 13, mientras Brian de Palma (Vestida para matar) defendería una concepción más artística de esta temática.
La inspiración de Bloch y Hitchcock en la figura de Ed Gein también prefiguró un rasgo perdurable de la cultura americana: la perturbadora elevación del asesino en serie a categoría de icono pop. Gein serviría de puente unificador entre el experimento de Psicosis, emanado de un Hollywood clásico en transformación, y el estallido posterior de un furioso gótico americano ejemplificado por La matanza de Texas. Una Norteamérica violenta, alejada de los espacios urbanos y depositaria deseos oscuros perdidos en carreteras secundarias, se consolidaría como espacio de crítica (o caricatura) cultural.