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Las lagunas sobre Eugenio que David Trueba deja sin completar en 'Saben aquell’

El humorista Eugenio, en una imagen de archivo.

Alberto Corona

7 de febrero de 2024 22:38 h

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“No soy un buen padre. No he sido un buen hijo, ni tampoco un buen hermano. Ni siquiera un buen marido”. Eso se lo dice Eugenio (David Verdaguer) a su hermana Mari Carmen (Marina Salas) hacia el final del metraje de Saben aquell, asumiendo unas faltas que acaso desconcierten al espectador. Porque la película que ha dirigido David Trueba a partir del humorista catalán, sin ser una hagiografía, se ha mostrado bastante parca en detalles sobre la vida privada y familiar de Eugenio, y particularmente sobre esa irresponsabilidad. Saben aquell se ha manejado con elipsis, con huecos respetuosos, porque lo que más le importaba –más incluso que narrar el camino al éxito de Eugenio Jofra Bafalluy– era el romance.

Tanto Verdaguer como Carolina Yuste (que interpreta a Conchita Alcaide, la pareja de Eugenio) aspiran a llevarse el Goya por su presencia en Saben aquell, que además está nominada a Mejor película, coronando una buena recepción crítica que ha refrendado la decisión de Trueba a la hora de acercarse a la vida de Eugenio. El film se centra en la relación romántica y profesional del humorista con Conchita, y las grandes dificultades que llegan a atravesar debido al cáncer que provocó la muerte de la segunda en 1980. Es ahí, de hecho, donde concluye el metraje de Saben aquell, justo cuando la fama de Eugenio empezaba de verdad y el mayor éxito le pillaba viudo y a los cuarenta años.

Un lustro antes del estreno de Saben aquell, RTVE estrenó un documental sobre la trayectoria de Eugenio, donde la porción de vida que cuenta la película de Trueba ocupaba tan solo treinta minutos. Un detalle como este quizá ejemplifique por qué Saben aquell es un filme tan sólido –preocupándole más contar algo dramáticamente consistente que documentar de cabo a rabo un fenómeno–, pero de forma inevitable también conduce a preguntarse qué ocurrió fuera de sus márgenes. Por qué Eugenio tenía una opinión tan dura de sí mismo.

Las licencias de Saben aquell

Saben aquell recrea sucesos comprendidos entre mediados de los 60 y 1980. Nada más conocer Eugenio a Conchita, deciden formar un grupo musical llamado Els dos –“Pero en realidad no eran dos, eran uno”, afirma Pedro Ruiz en el prólogo a la biografía oficial de Eugenio en la que se basa el filme y que fue publicada en 2018 por Libros Cúpula–, con el que llegan a intentar competir en el Festival de Eurovisión. Una vez montan su propio local de espectáculos (el Sausalito), Eugenio es descubierto como un gran cuentachistes, de forma que él empieza a triunfar en la comedia mientras ella se recicla como su empresaria y representante.

A lo largo de esta narración, Saben aquell se toma ciertas licencias en forma de subrayados emocionales o de referencias a un Eugenio posterior que la película no llegará a tratar. En el primer apartado tenemos a Eugenio asegurándole a Conchita que aprenderá a tocar la guitarra solo para formar un dúo con ella y abandonar su trabajo de joyero –Eugenio ya sabía tocar la guitarra desde mucho antes, pero eso no era tan romántico–. La película también muestra que es Conchita quien le propone empezar sus actuaciones con un “saben aquell que diu…?” para romper el hielo. Esto, según la biografía en la que se basa el filme, se habría originado en una improvisación de Eugenio durante una de sus primeras actuaciones. Ayuda, no obstante, a enfatizar la dependencia que siente de su mujer en el film.

En cuanto a las referencias al futuro, quizá resulten lo más desconcertante para un espectador que conozca lo justo de Eugenio. El personaje de Verdaguer ejerce de curandero vocacional en un par de ocasiones, siendo capaz de aliviar mágicamente dolores de cabeza. En otro momento –el más surrealista de Saben aquell–, Conchita observa a lo lejos cómo Eugenio camina sobre las aguas de la piscina de su casa, como si fuera Jesucristo. Esto último es más difícil de justificar, pero forzosamente ha de hacer referencia a cómo poco a poco, según Eugenio perdió a Conchita, este fue interesándose por la mística y el esoterismo. 

Trueba muestra a Eugenio como una persona tímida y callada, sin iniciativa a la hora de encarar el éxito. Es un retrato en sintonía con la imagen mediática del humorista, pero contrasta con los recuerdos de sus allegados. Empezando por su hijo mayor Gerard Jofra, que escribió la biografía oficial narrando anécdotas muy alejadas del retrato de Saben aquell. Por ejemplo, en lo relativo a los ataques de ira excéntrica de su padre: una tarde de lluvia estaba esperando el autobús, y cuando este pasó de largo echó a correr detrás de él, hasta subirse en la siguiente parada y robarle la gorra al revisor gritando “hasta que me expliquen por qué no ha parado, ¡no pienso devolverle la gorra!”. Eugenio acabó en comisaría por este incidente.

Una anécdota simpática hasta cierto punto, sí. No lo es tanto que Eugenio, tal y como Verdaguer reconoce al final del film, fuera un padre y un marido terrible, que no pasaba por casa. “Lo recuerdo como un padre ausente, famoso, eternamente de gira, inmerso en una vida nómada de galas y salas de fiesta, incómodo, quebradizo, impaciente, siempre como obligado”, escribe Jofra. Una situación que empeoró con la llegada del cáncer. “Mi madre era la que se ocupaba en el día a día de Ivens y de mí”, cuenta en referencia a su hermano pequeño. “Mi padre vivió su cáncer con terror, como un niño que no quiere aceptar el final de las vacaciones”. La enfermedad no contribuyó a un cambio de actitud en Eugenio, sino que hizo que se alejara más, mientras Conchita seguía trabajando hasta su último día de vida.

¿Os sabéis aquel que dice lo del esoterismo?

Al final de Saben aquell, Eugenio monta en su coche justo después del funeral de Conchita y recorre varios kilómetros para una actuación en Valencia. Esta absorción por el trabajo como evasión siguió presente en una relación posterior de Eugenio: la que mantuvo con Conchi Ruiz, madre soltera que incorporó dos hijos más a la familia. También era andaluza y se llamaba como la pareja anterior de Eugenio, en lo que se entendía forzosamente como un intento del humorista por recuperar a quien había perdido. Ruiz estuvo presente en los años de mayor notoriedad de Eugenio, en la década de los 80.

Fue entonces cuando Eugenio llegó a protagonizar una película –Un genio en apuros, comedia surrealista que mostraba una relación paternofilial, de Eugenio con una hija, mucho más sana que la de la vida real– y a actuar en Latinoamérica. Tras romper con Conchi se metió en otra relación, con Isabel Soto, y durante los 90 sucumbió a sus demonios internos. Su interés por el esoterismo explota aquí, combinándolo con una afición a la pintura, la adicción a las drogas y un comportamiento huraño que terminaron con él e Isabel encerrados en su finca de El Montanyà, alejados del resto de la familia y de los escenarios.

La imagen más popular de aquella época es la de la pirámide que adquirió Eugenio, y que colocó junto a esa piscina sobre cuyas aguas Trueba le mostraría caminando. Dicha pirámide servía, al parecer, para “canalizar energías” si te colocabas dentro de ella, y suponía el signo definitorio de la depresión de Eugenio, tal como se dice en su documental. Una que aun así trataría de sobrellevar con un tardío y penoso regreso a los escenarios, donde parecía una sombra de sí mismo. Después de sufrir un infarto, Eugenio confesó que estaba pensando en dejarse morir. Se lo dijo a su hijo Gerard el día menos apropiado para ello: el del nacimiento de su primera hija, la nieta de Eugenio. 

“Decidiste hacerme de nuevo sombra, esa tarde el protagonismo le correspondía a tu nieta Andrea. El que tenía que ser uno de los días más felices de mi vida se vio oscurecido por ti”, escribe Gerard en la biografía de su padre, quien poco después se había ido de fiesta para desplomarse sobre la pista de baile, un 11 de marzo de 2001.

Reugenio, Eufemio, Meufemio

En otra escena profética –si conoces en detalle el fenómeno Eugenio–, Saben aquell muestra al pequeño Gerard haciendo una imitación de su padre en una función del colegio. La relación de Gerard Jofra con el espectáculo fue prematura en efecto: cuando aún era un niño engrosó un grupo musical a la estela de Parchís llamado Sausalito, como el local de sus padres. Más tarde Eugenio, que también había sido el ideólogo de aquella formación, le fichó como asistente y manager, pero lo que Gerard realmente hacía –tal y como cuenta en el documental de 2018– era desempeñar funciones de mayordomo. 

Aun así, la guía de su padre surtió efecto, y en la actualidad Gerard es un prolífico empresario entre cuyos negocios tiene un rol central la administración del legado de Eugenio. Su empresa se llama 'Saben Aquel Que Diu S.L.', y antes de apadrinar la película de Trueba tuvo una fase agitada entre 2009 y 2019. Por entonces el recuerdo de un humorista tan icónico –con su indumentaria, sus silencios, su acentazo catalán– ya estaba impulsando imitaciones tan fructíferas como las que Andreu Buenafuente realizaba de vez en cuando (como 'Eufemio'), así que aliándose con el actor Toni Climent, Gerard inventó a Reugenio.

Eugenio volvió a los escenarios a través de un hábil disfraz, pero la asociación de Jofra y Climent duró poco: una vez Gerard quiso buscarse otro actor para seguir con el proyecto Reugenio, y Climent a su vez trató de mantener el negocio con otro nombre (Meugenio), ambos tuvieron que enfrentarse en los tribunales. Climent ganó el juicio y hoy puede seguir actuando como Meugenio, y en lo que respecta a Gerard ha seguido encontrando formas de mantener vivo a su padre. Antes de la biografía oficial había publicado en 2011 Saben aquel que diu? Érase para siempre Eugenio (Singular Ediciones).

Al documental de RTVE le han seguido tanto la película de Trueba como un espectáculo apadrinado por Movistar Plus+. Eugenio solo hay uno –título que acaso intenta revolverse contra la afloración de imitadores que llegó tras la muerte del cuentachistes– no busca seguir indagando en aspectos biográficos, sino explorar su impacto en la comedia a través de los testimonios de figuras como Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla o Eva Soriano. Porque finalmente, y más allá de excesos y negligencias familiares, eso es lo que nos ha quedado de Eugenio: el espectáculo. El espectáculo como una forma de hacer humor que no ha perdido vigencia, una estrategia de ultratumba para seguir generando ingresos, o simplemente como una película estupenda. 

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