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Luc Besson vuelve tras ser absuelto en su caso de violación: “No es mi regreso, nunca me he ido a ningún sitio”

Luc Besson durante la visita a País del presidente chino Xi Jinping el pasado mes de mayo

Javier Zurro

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El director francés Luc Besson fue uno de los acusados de presuntos comportamientos sexuales inapropiados por varias publicaciones, entre ellas Mediapart, el medio que ha desvelado la mayor parte de los casos del Me Too del cine francés. De todas las mujeres, solo una presentó una demanda judicial por violación. Un caso que desde 2018 fue saltando de tribunal en tribunal hasta que en junio del año pasado se declaraba al director, definitivamente, absuelto de todos los cargos.

Pocos meses después, el director de películas como León, el profesional, o El quinto elemento se presentaba en el festival de cine de Venecia para presentar su última película, Dogman, un thriller frenético, lleno de acción y con el particular estilo visual de Besson. Un filme rodado en EEUU y basado en una historia real, la de un joven que es criado junto a perros ante el maltrato de su familia. Besson convierte esta anécdota en una película violenta y divertida, con una mirada a la América profunda y a la desigualdad de EEUU. Todo junto a un Caleb Landry Jones que confirma que es uno de los actores jóvenes más interesantes del panorama actual. Al fin, la película llega a los cines españoles este 2 de agosto.

Junto a él se presentó en Venecia ante un reducido grupo de periodistas, y a él le dejó el peso de las respuestas. Besson negó que esta película fuera su regreso, o una declaración de intenciones tras la sentencia: “No me gusta esa etiqueta que se está diciendo. Dicen que Dogman es mi regreso y no lo es. Yo no me he ido a ningún sitio. No he dejado el planeta Tierra. He estado como todo el mundo dos años metido en mi casa por la Covid, y escribiendo, así que sigo aquí”.

También negó que el filme se rodara en EEUU por otro motivo que no fuera que la historia lo pedía. “Hay películas en las que tomas un país como escenario porque encaja más, pero en esta ocasión había algo en los rednecks, en la importancia de la iglesia, que hacía que EEUU fuera un mejor lugar donde ambientar el filme. Siento que esta historia en Europa, con perros, con canciones europeas… si hubiéramos hecho esta película en Francia sería un tipo con una boina y un cigarro. También tenemos personas como este personaje, pero creo que en esa relación con la religión encajaba mejor allí”, explicaba Besson.

Ya lleva cuatro décadas dirigiendo, y no niega que el tiempo le ha cambiado, y eso lo nota en que se toma menos tiempo para explicar las cosas. “No soy la misma persona, porque soy más viejo, y lo que antes usaba 20 palabras para explicar en una película, ahora lo hago en tres. No digo que eso sea malo, simplemente es que he envejecido”, opinaba sobre cómo ha cambiado como cineasta.

Define Dogman más que como “una crítica sobre el capitalismo, como una reflexión”. “800 personas en el mundo tienen más dinero que mil millones de personas. ¿Estamos de acuerdo con eso? Esa es la cuestión. Luego después puedes ser de derechas o de izquierdas. Religioso o no, pero, ¿de verdad creemos que este es el camino a seguir? Pero con la película no estoy juzgando nada, solo estoy exponiéndolo porque creo que todo el mundo piensa así”, añadía.

Eso sí, a pesar de que crea que todo el mundo piensa de la misma forma no es optimista ante un posible cambio: “Es gracioso, porque cuando miras la historia cada vez que algo parece que cambia vamos hacia una guerra. Eso me entristece, porque el ser humano es inteligente, lo sabemos todo, pero está claro que a nivel económico hay mucha gente que no quiere que las cosas cambien. Dicen que el cambio va a costar demasiado, pero al final es tan sencillo como que consiguen que no cambie nada”.

En Dogman es el arte quien salva al protagonista, y en eso Luc Besson sí se identifica con su personaje. “Sin el arte, estaría muerto. Me hubiera muerto muchas veces si no fuera por el arte”, dice con contundencia. Aunque a él le salvó, no cree que pueda cambiar el mundo, pero “ayuda”. Se queja de la forma en la que los padres educan a sus hijos, pegándolos a los móviles o con videojuegos, y cree que ahí “el arte puede aportar”. “Recuerdo la primera vez que vi Alguien voló sobre el nido del cuco, tenía 15 años. Pensé, anda, entonces los locos no están locos. Y los que cuidan a los locos sí están locos. A esa edad eso me cambió porque empecé a ver a las personas desde una perspectiva diferente. Me cambió. Fue, de alguna forma, parte de mi educación en aquel momento. No es el propósito del arte, pero los niños pueden coger pequeños fragmentos de las películas y crecer gracias a ellos”.

A pesar del punto de partida tan dramático, Besson no se olvida del humor en Dogman, y eso lo hace porque cree que esa mezcla es “un reflejo de lo que ocurre en nuestras vidas”. “Es lo que pasa realmente. El otro día estaba con unos amigos, de risas, bebiendo algo, y de repente a uno le sonó el teléfono y le comunicaron que su madre acababa de morir. Un segundo antes estábamos riéndonos. Así es la vida y eso es lo que trato de plasmar con mi personaje, que pasa de estar feliz, de pensar que su vida está llena de esperanza, a ocurrirle algo horrible. Y te ríes como espectador porque me resulta difícil tomarme en serio”, explica sobre las normas que rigen una cinematografía que está lejos de parar. No mentía cuando aseguraba que no se había ido a ninguna parte. Besson ya ha completado dos nuevos filmes, June and John, y una nueva versión de Drácula en donde vuelve a darle el protagonismo a Caleb Landry Jones.

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